Del progreso urbanístico, por Marco Negrón
Hace más de tres meses que viene librándose un debate, sordo porque prácticamente no ha trascendido al público, alrededor de unas ordenanzas de rezonificación propuestas en dos municipios del Este de Caracas que de aprobarse, a juicio de quien escribe y otros colegas que han participado en él, causarían un grave daño a nuestra ya muy maltratada ciudad. Desde el 18 de agosto hemos dedicado cinco columnas al tema, pero ahora se quiere ensayar una reflexión más general.
La cuestión es particularmente preocupante porque se trata de dos municipios Baruta y Chacao- entre los más ricos del país, que cuentan con buenos equipos profesionales y cuyas autoridades se jactan de formar parte de las fuerzas políticas capaces de superar los crónicos males de nuestras ciudades y construir un futuro digno para los venezolanos.
En ambos casos dichas ordenanzas proponen cambios de uso e incrementos significativos en las densidades sin estar respaldadas por planes de renovación urbana ni previsiones financieras que garanticen los recursos para la actualización y ejecución de los servicios y equipamientos requeridos, como lo exigen la ley y la lógica más elemental. Una dinámica que inevitablemente conduciría a repetir los dislates ya experimentados con las ordenanzas de El Rosal y Las Mercedes, favoreciendo la especulación inmobiliaria, expulsando a la población residente y ahondando el ya grave deterioro del medio urbano.
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En el debate, en el cual han participado un puñado de urbanistas, algún concejal, funcionarios de las alcaldías y algunos vecinos, los defensores de esas ordenanzas han afirmado que los cambios que ellas proponen representan el progreso urbanístico, pues se inscriben en la corriente de las ciudades que hoy estarían a la vanguardia como Nueva York y Hong Kong.
En boca de los responsables por el buen gobierno de la ciudad semejante razonamiento no puede sino multiplicar las alarmas: es bien sabido que, más allá del rasero supuestamente homogeneizador de la globalización, la realidad de cada ciudad es particular y está asociada no sólo a su tradición cultural sino también a la específica coyuntura socio-económica y política que caracteriza cada etapa de su acontecer.
En nuestro caso, en el contexto de una profunda y prolongada recesión económica asociada a una hiperinflación galopante y al cierre de miles de industrias y establecimientos comerciales, carecen completamente de sentido actuaciones urbanísticas dirigidas a propiciar los grandes desarrollos inmobiliarios comerciales y de oficinas: ellas sólo favorecerán a los capitales transnacionales, forzados a convertir el cemento en alcancía para proteger las divisas que la absurda política económica del Gobierno les impide repatriar, y a los interesados en lavar el dinero mal habido de la corrupción y el tráfico de drogas. Se entiende desde luego que no es esa la misión de los gobiernos locales, pero, como ha dicho Fernando Savater refiriéndose a Halloween, “Como es un ritual adoptado, que no entendemos del todo, lo de ‘truco o trato’ le suena a cada cual a lo que quiere. ¡En eso consiste el progreso!”
Y es que no se trata de que se considere contraproducente o innecesaria la acción urbanística en un contexto tan problematizado, todo lo contrario, sólo que, más que nunca, ella requiere de la máxima creatividad para superar el mimetismo, capacidad para discernir entre las necesidades de la ciudadanía y las de los grandes grupos económicos y coraje político para enfrentar los intereses creados. También entender que no se trata de una crisis pasajera, de la que se va a salir en el corto plazo: el tejido físico e institucional de la ciudad, así como los valores ciudadanos han sido tan profundamente lacerados que sólo con tiempos prolongados y continuidad de políticas podrá ponerse en valor el notable potencial de la ciudad.
Y para cerrar, una paradójica nota optimista: la Cámara Municipal de Chacao rechazó las ordenanzas propuestas por la Comisión de Urbanismo y la Dirección de Planeamiento Urbano. Veremos qué pasa en Baruta