Delirios de libertad, por Freider Gandica
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Si me preguntas qué es la libertad, automáticamente, te respondería que es actuar según la voluntad propia, pero esa palabra tan fácil de pronunciar tiene un significado aún mayor para quienes carecen a diario de ese término descrito en una simple oración.
Oímos libertad en nuestra cotidianidad y además podemos verla reflejada en nuestro estilo de vida. Yo vivo en un país libre, pero sujeto a mis opiniones siento que de mi libertad depende la tranquilidad de mis seres queridos.
A ver, se los explicaré muy rápido: Desde hace más de un año vivo en Colombia en donde puedo decir y hacer de manera responsable -y cumpliendo la ley- lo que quiera y, por supuesto, que lo hago porque en Venezuela no gozaba de una libertad plena, gozaba de escasas migajas de este término.
Quienes de cierta manera opinamos de política venezolana no nos sentimos libres del todo, así estemos viviendo en la misma sede de la ONU. Esto se debe a que opinar en contra del régimen venezolano por alguna red social o medio de comunicación hace vulnerables a quienes queremos y aún habitan en la pequeña Venecia.
La manera de actuar de quienes usurpan Miraflores es el hostigamiento, para quienes vivimos en el exterior, siendo la única forma que tienen para silenciar voces el acoso a familiares.
Es malvada esta manera de actuar puesto que los delitos por sangre -aún- no existen en Venezuela. Hay voces que indiscutiblemente son imparables ante estas aberraciones y son dignas de admirar, pero en lo más profundo de la valentía, el miedo de sentenciar a tus familiares al acoso por parte de la policía política del régimen existe latentemente. Pero este no solo es el caso de quienes opinamos o hacemos política también es el caso de quienes informan sin censura sobre el acontecer diario de uno de los países que tiene los índices de pobreza más altos del mundo y también índices despampanantes de delincuencia.
Con respecto a opiniones, hace una semana murió un dirigente que formó parte de las filas del régimen de Maduro. Esta muerte no causó absoluto dolor a quienes hacemos oposición a Nicolás y su cúpula, de hecho, hubo en tono jocoso muchas opiniones encontradas entorno a este fallecimiento. Yo hubiese preferido que este dirigente hubiese sobrevivido a la covid-19 porque durante 20 años no han respondido por delitos de corrupción -entre otros- que los arropa desde la punta de los pies hasta la coronilla, pero hubo a quienes -obviamente- no les causó gracia en absoluto estas opiniones y decidieron denunciar -léase bien- por «incitación al odio».
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De proceder la denuncia y fallar a favor de los denunciantes, 20 años de cárcel estarían enfrentando estas personas inocentes solo por expresar una opinión muy personal, y es que en 20 años, la polarización en Venezuela es mayor de lo que se puede imaginar; o estás con el régimen y los amas o estás en la oposición y los odias, ya que ese es el sentimiento de la familia venezolana que ha sido separada por esta política de contro social impuesta por un plan macabro orquestado desde la Habana.
Por cierto, la mayoría de quienes fueron denunciados por «incitar al odio» frente al fallecimiento de este miembro de las filas del régimen, están en el exilio, ¿serán víctimas de hostigamiento ahora sus familiares? Solo espero que no sea así.
Espero que la palabra libertad deje de ser manoseada por quienes luchan en pro de esta causa en nuestro país y puedan lograr alcanzarla en algún momento.
En las mazmorras del régimen hay cientos de presos políticos que sí anhelan verse favorecidos por el significado de esta palabra, ya que siendo inocentes, están pagando un injusto arresto.
Yo, particularmente, dejé de confiar en falsos mesías que solo reciclan guiones para mantenerse en la palestra política, llegando a tal punto que usan este apreciado significado para muchos como una muletilla para generar falsas expectativas en quienes aún confían en ellos. Aun siendo libre, puedo decir con certeza que tengo delirios de libertad.
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