Democracia en pausa, autoritarismo en marcha, por Luis Ernesto Aparicio M.
No recuerdo con exactitud cuántos años llevo dejando, entre líneas, una opinión. No un conocimiento de experto —porque no me considero uno— sino aquello que he ganado en el camino de la vida. Lo que sí tengo claro es que en cada uno de estos años he intentado estimular la defensa de las libertades humanas, esas que conquistaron otros desde hace mucho tiempo y que hoy deberíamos mantener con firmeza. Sobre todo, la libertad de elegir nuestros destinos políticos, sin manipulación y de manera auténticamente libre.
Ahora que ha comenzado el último mes de 2025, y como creo que es una costumbre en mí, me detengo para revisar, aunque sea ligeramente, los elementos que más afectaron a la democracia liberal y cómo esta intenta sobrevivir ante la modalidad autoritaria y populista por la que tantos electores han decidido optar, en parte por la inercia y el desgaste de los liderazgos llamados a sostenerla.
Este 2025 ha sido un año telúrico: avances impresionantes de la ultra —de izquierda y de derecha, más de esta última— han obligado a la mayoría a tomar posición en una polarización cada vez más asfixiante.
Hasta este punto del año, ese pulso lo ha terminado ganando la ultraderecha, con síntomas inequívocos de autoritarismo. Incluso, al cumplirse el cincuentenario de la muerte de Francisco Franco, muchos jóvenes —nietos de quienes alguna vez alzaron el brazo para saludar al dictador— manifiestan hoy simpatías por un régimen de esas características, convencidos de que la democracia ya no les ofrece las oportunidades que imaginan merecer.
Una situación así solo confirma dos posibilidades: o los partidos democráticos siguen atrapados en el lodo de sus propias acciones, corroídos por los casos de corrupción y el descrédito, o la campaña global de desinformación está mejor posicionada y ha llevado a la democracia al borde del abismo. Quizás ambas.
Pero ¿qué hay del 2026?
A simple vista, el calendario electoral del próximo año parece una agenda técnica: fechas, países y cargos en disputa. Pero si se observa con atención, lo que ofrece es un mapa del mundo en tensión. Cada una de estas elecciones —desde Uganda pasando por Colombia, Brasil, Perú hasta Hungría— es un espejo que refleja el momento preciso en el que se encuentra la democracia: un sistema extenuado, cuestionado y rodeado por fuerzas que prometen orden a cambio de silencio, identidad a cambio de pluralidad y eficacia a cambio de derechos.
2026 será, en muchos sentidos, un año decisivo. En algunos países se pondrá a prueba la promesa de transición tras décadas de autoritarismo; en otros, la tentación de consolidar el poder encontrará terreno fértil en la frustración económica y el desencanto ciudadano.
En las democracias estables, el populismo estructural ya no es un intruso: es parte del paisaje político. Se infiltra en los discursos, condiciona decisiones, redefine prioridades. Y en los sistemas más frágiles, las elecciones ya no son un mecanismo de alternancia, sino un trámite para revestir de legalidad lo que en el fondo es control.
Lo preocupante no es solo que la democracia parezca desgastada, sino que muchos ya no la extrañan. Que parte del electorado global se prepara para votar —libremente— por soluciones que restringen la libertad. Que el cansancio pesa más que la memoria. Y que el autoritarismo, viejo conocido de la historia, vuelve ahora disfrazado de eficacia, modernidad o pureza identitaria.
Por eso, 2026 no será simplemente una sucesión de procesos electorales. Será una radiografía de nuestro tiempo. Un recordatorio de que las democracias no mueren únicamente por golpes, sino por erosión; por renuncias sucesivas; por la comodidad de no confrontar a quienes prometen hacerlo todo más fácil a costa de lo esencial.
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Y quizá la pregunta de fondo que deja este calendario es más sencilla —y más urgente— de lo que parece:¿todavía estamos a tiempo de defender lo que queda, o ya comenzamos a escribir la nostalgia de lo que perdimos?
Nos leemos el próximo año.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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