Democracias enfermas: sintomatología del autoritarismo, por Sebastián Godínez Rivera
Twitter: @Latinoamerica21
Las democracias en todo el mundo viven un momento crítico, debido a la erosión institucional, el desencanto con la política tradicional y el ascenso de líderes autoritarios. En países de todas las regiones del mundo observamos síntomas de alerta que rápidamente desembocan en regímenes autoritarios. Sin embargo, al igual que en la medicina, estos padecimientos pueden ser diagnosticados a tiempo. Pero no es así.
Las democracias, antes de «enfermarse», revelan ciertos síntomas que, de ser analizados a tiempo, nos permitirían adelantarnos a la enfermedad para evitar su avance. Uno de los síntomas que han sido identificados en diferentes latitudes es la fatiga de las democracias. En medicina, se entiende por fatiga el cansancio o la reducción de los niveles de energía de una persona. Esto, en términos de democracia, se expresa en el abstencionismo electoral, los bajos niveles de participación y la atracción por fórmulas antidemocráticas.
La participación política es un indicador de que la sociedad funge como anticuerpo para combatir cualquier pulsión autoritaria. Por otro lado, el aumento del abstencionismo y la falta de entusiasmo con las opciones políticas es una alerta que no debe ignorarse. El malestar con la democracia surge porque la ciudadanía considera que esta no soluciona sus problemas de la forma esperada. Este es el principal síntoma en América Latina y está deviniendo en otros más preocupantes.
El populismo es otro síntoma presente en las democracias de la región que se manifiesta mediante la aparición de líderes o partidos que prometen soluciones simplistas a problemas complejos. Estas corrientes utilizan una retórica antisistema, polarizadora y agresiva que atrae a los sectores desencantados con el funcionamiento del sistema.
Los populistas argumentan en nombre de la revolución, la transformación o el pueblo y señalan a las instituciones de servir a otros intereses. El populista se percibe a sí mismo como la encarnación de la mayoría, se siente con el derecho de imponer su visión de país y con ella, sofocar la pluralidad o atacar a quienes piensan distinto. Primera aparición de pulsos autoritarios.
*Lea también: Los riesgos globales en América Latina, por Marino J. González R.
El populismo surge como una respuesta al malestar de la población con las instituciones, partidos y gobernantes. Este entra por el camino electoral y juega bajo las mismas reglas para degradar la democracia desde adentro, mientras que las leyes e instituciones representan un freno a su proyecto nacional, lo que lleva al siguiente paso: la erosión institucional.
Las instituciones de un Estado son fundamentales para guardar el orden y la estabilidad del país. Sin embargo, si no funcionan de manera eficiente, se vuelven objeto de crítica por parte de la sociedad, lo cual debilita, a su vez, a la democracia. Aquí es donde la retórica populista se agudiza proponiendo reformas profundas con promesas de beneficios para la sociedad.
La amenaza a las instituciones es moneda corriente en América Latina. Y es que las modificaciones o reformas, que, en teoría deben garantizar un mejor funcionamiento y no guiarse por criterios ideológicos, son muchas veces herramientas para su propio debilitamiento. Cuando las instituciones pierden credibilidad, el panorama se oscurece y florece el virus del autoritarismo y la concentración de poder.
La división de poderes permite el equilibrio del sistema político, pero cuando este se rompe, la democracia se debilita. Pueden darse casos en los que el Ejecutivo y el Legislativo estén integrados por un mismo partido y esto unifica el régimen; otros, donde, a través de reformas, el Ejecutivo se fortalezca a medida que se debilita el Congreso y la corte. En otros casos, se utilizan a las Fuerzas Armadas para someter a los otros poderes y, finalmente, si un poder no responde a los intereses del oficialismo, se opta por la destitución de funcionarios y se nombra a nuevos, con el fin de colonizar los espacios que no responden a los intereses del Ejecutivo.
Llegar a este punto es la antesala del autoritarismo, ya que el andamiaje institucional ha sucumbido a un líder y, por ende, este podrá modificarlo sin enfrentar una oposición. La progresividad con la que avance dependerá del contexto, como se está viendo actualmente en varios países de la región. Este factor también puede llevar desde la hibridación del régimen hasta la conformación de un autoritarismo pleno.
En conclusión, estar atentos a los síntomas iniciales de debilitamiento de la democracia nos puede permitir abordar el problema en sus etapas iniciales y, así, evitar una mayor degradación. De lo contrario, estaremos expuestos al derrocamiento de la democracia.
Sebastián Godínez Rivera es politólogo, por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Estudiante de Periodismo en la Escuela de Periodismo Carlos Septién. Analista en el think tank Laboratorio Electoral.
www.latinoamerica21.com, medio de comunicación plural comprometido con la difusión de información crítica y veraz sobre América Latina. Síguenos en @Latinoamerica21
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo.