Deportaciones sin tanto ruido: Alemania ha expulsado a casi 100 venezolanos en tres años

Aunque la crisis venezolana no ha cesado, Alemania ha expulsado a casi 100 personas desde 2023. Las cifras son pequeñas, pero detrás de cada deportación hay una historia de huida, miedo e incertidumbre. Entre la represión que dejaron atrás y el limbo legal que enfrentan, muchos venezolanos viven contrarreloj. Esta pieza fue posible gracias al apoyo del Programa Internacional para Periodistas en Alemania (IJP, por sus siglas en alemán)
Las deportaciones de venezolanos desde Alemania siguen ocurriendo. No hacen ruido, no ocupan portadas, pero están ahí. En los primeros cuatro meses de 2025, 13 ciudadanos venezolanos fueron expulsados del país, según un informe reciente del Parlamento federal. Apenas 0,21% del total de deportaciones registradas en ese lapso (6.151). Pero el número, por pequeño que parezca, pesa. Pesa porque detrás de cada cifra hay una historia de huida, de miedo, de búsqueda de amparo en tierra ajena. Y porque las razones que los empujaron a dejar Venezuela siguen intactas: crisis y persecución.
Con estos nuevos casos, ya son 99 los venezolanos deportados entre enero de 2023 y abril de 2025. Durante 2024, fueron 64; más de la mitad —51 personas— regresadas directamente a Venezuela. Para el resto, las autoridades no especificaron el país de destino. En 2023, año en que Berlín puso en marcha su “ofensiva de deportación”, hubo 22. Antes de eso, no había registros de expulsiones hacia tierra venezolana.
En los archivos públicos del Bundestag, Venezuela no figura en las listas de vuelos colectivos ni en los datos de deportaciones acompañadas por policías o fuerzas del país de destino, lo cual sugiere que las deportaciones probablemente se realizaron de forma dispersa.
«Muchas se ejecutan de noche», explica María Gabriela Trompetero, profesora de estudios migratorios en la Universidad de Bielefeld. La madrugada se vuelve cómplice del desarraigo. No hay excepciones: ni la infancia ni la vejez detienen el proceso. A veces, padecer una enfermedad crónica —una de las razones más comunes por las que los venezolanos solicitan refugio en Alemania, según la oenegé Einheit für Venezuela— abre una rendija en el muro, una posibilidad de quedarse, amparados por una prohibición de deportación. Porque regresar enfermo a Venezuela es, en muchos casos, una condena. Pero otras tantas veces, ni siquiera eso basta. La maquinaria avanza.
«Entre los solicitantes de asilo sí existe muchísima preocupación, estrés, cargas psicológicas fuertes, por miedo. Desde 2023, por primera vez después de muchos años, también fueron afectados los venezolanos. A pesar de que muchas de estas personas enfrentan graves riesgos para la salud han sido deportadas, y esto genera mucha incertidumbre dentro de la comunidad venezolana», dice la socióloga en entrevista con TalCual.
Fernando Izarra, de 28 años, sabe bien lo que significa vivir con esa incertidumbre. Lleva cinco meses en el sur de Alemania, en la ciudad de Nuremberg, Bavaria, el nuevo destino al que también están siendo enviados muchos venezolanos. Antes militaba en Vente Venezuela en Maracay, estado Aragua. El 29 de julio su hermano fue asesinado de un disparo durante las protestas posteriores a las elecciones presidenciales de 2024.
«No se sabe todavía si fue policía o Guardia. Solo sabemos que fue una bala de fusil. A partir de ese momento, mi vida cambió por completo. Mi familia se destruyó», cuenta. Entonces comenzó a exigir justicia en canales nacionales e internacionales, con organizaciones como Provea, Human Rights Watch y la Misión de Determinación de Hechos. Por su activismo y la exposición en redes sociales, su madre vivía aterrada. No lo pensó más: decidió irse a Alemania. Vivió la persecución en primera fila y en carne propia el dolor que deja la represión.
Ha pasado casi medio año desde que introdujo su caso. El último avance fue el 27 de enero, cuando tuvo la entrevista de miedo creíble. Aunque su expediente es robusto, porque, ¿qué más prueba que te hayan matado a tu propia sangre?, igual teme que todo resulte en una decisión no favorable. Aun así ese panorama tampoco lo desalienta. Para él, aunque los meses pasen y la incertidumbre sea su compañera, este tiempo le da la oportunidad de integrarse y aprender el idioma, las cartas bajo la manga que podría presentar en audiencias apelativas posteriores.
«Yo soy uno de los muchos que tiene ya bastante tiempo sin una contestación. Hay quienes tienen hasta un año. Realmente siento mucho miedo porque he visto las respuestas que está dando la Oficina Federal de Migración y Refugiados (BAMF por sus siglas en alemán). El BAMF busca muchas soluciones para que tú vuelvas a Venezuela. Tengo temor de que ellos puedan decir que lo de mi hermano fue un accidente, que no tiene nada que ver conmigo, que no tengo un papel importante en Vente Venezuela, que simplemente soy un partidario más», confiesa.
Una reciente publicación de la Red Alemana de Migración Forzada sobre la situación de los refugiados venezolanos en el país destaca esta ambivalencia. Alemania, firmante de compromisos como la Convención de Ginebra sobre Refugiados, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de la ONU y el Convenio Europeo de Derechos Humanos, está obligada a ofrecer un procedimiento de asilo justo y a abstenerse de deportar a personas hacia países donde su vida esté en peligro. Sin embargo, la práctica cuenta otra historia: «la disminución de las tasas de reconocimiento, la falta de asesoría legal en idioma nativo y las primeras deportaciones documentadas de venezolanos apuntan a una brecha de protección cada vez mayor», se lee en el boletín.
En materia de derechos humanos, nada ha cambiado en Venezuela. Nada. Pero hasta en los pasillos de las oficinas alemanas comenzó a colarse, como un susurro persistente, el «Venezuela se arregló». Trompetero lo ha visto de cerca: en la BAMF, esa narrativa de aparente normalidad empieza a permear decisiones.
En algunas respuestas negativas se lee que, como el país está dolarizado, se asume que la situación económica ha mejorado. Como si el brillo del dólar pudiera borrar la violencia, el miedo, la impunidad. Un cambio de percepción, apenas perceptible, pero que ya inclina la balanza.
Y eso no es todo. Hay algo más profundo: un desconocimiento estructural de los actores del poder. «A veces, algún funcionario (alemán) no entiende cómo funcionan los colectivos, que es un grupo paramilitar, pero que también de alguna manera se articula con el Estado, informalmente», cuenta la experta en migración.
Las decisiones parecen evidenciar una cierta desconexión con la realidad venezolana. Y al final, lo que permanece es lo de siempre: «el Estado venezolano sigue siendo incapaz de defender a las personas que huyen de esto».
Viviendo contrarreloj
El vacío legal y emocional pesa. Yanni Muñoz es odontóloga, del estado Bolívar, y llegó a Alemania con su esposo y su hija en febrero de 2023 para pedir asilo. En 2024, en medio de la ola de deportaciones, solo ella recibió una orden de salida del país. En un video compartido en redes sociales, contó que fue una amenaza directa de volver al infierno del que huyó: una zona minera controlada por una banda criminal conocida como Organización R.
Transparencia Venezuela reseñó en 2022, en un informe sobre economías ilícitas, que este grupo criminal aparece entre los diez más buscados por el Cuerpo de Investigaciones, Científicas y Criminalísticas (Cicpc) de esa región. Opera en áreas auríferas con la fachada de ayudar a las comunidades, pero mantiene el control a punta de fuego.
A Yanni la forzaron a ser su médico personal. «Nos dejaron sin casa. Yo me vi forzada a atenderlos. ¿Cómo me voy a regresar? Si hasta políticos allá se han escondido y no están en el pueblo por miedo a perder su vida. Hasta al auxiliar del alcalde lo mataron. Entonces, imagínate yo», dice.
TalCual la contactó en junio de este año para conocer en qué terminó el proceso.
Hoy, gracias a su equipo legal, cuenta con una suspensión temporal de deportación, el llamado Duldung. Tiene permiso de trabajo y continúa el proceso de homologación de su título. Solo le falta presentar el examen de alemán B2. Pero nada es seguro. Si las autoridades consideran que ya no existen obstáculos para regresar a Venezuela, reconoce que su situación podría cambiar en cualquier momento.
«Me encuentro en una carrera contra el reloj», dice. Sabe que incluso con un título homologado y experiencia profesional, no hay garantía de poder quedarse. Por ahora, aunque no tiene una residencia legal, tampoco está expuesta a un enjuiciamiento por residencia “ilegal”.
«Dependiendo del país de origen del extranjero que se ve obligado a abandonar el país, la responsabilidad de expedir y prorrogar los permisos de estancia tolerada recae en la autoridad de extranjería de las autoridades administrativas distritales o en la autoridad central de extranjería del gobierno», se explica en el sitio web oficial de la autoridad alemana.
Volver antes de que te boten
La presidenta de la oenegé Venezolanos en Sajonia, Lore Zavala, recuerda que en 2024, tras las deportaciones, se reunió con el ministro del estado de Sajonia. A raíz de ese encuentro, se emitió una recomendación dirigida a las Ausländerbehörde, las oficinas de extranjería donde se emiten las órdenes de deportación: «a los venezolanos que estén trabajando pero tengan orden de deportación, como que ponlos de último».
«Eso está vigente hasta diciembre de este año, pero están estudiando el hecho de alargar ese decreto», cuenta. Esa excepción, aplicada únicamente a los connacionales, fue un alivio para muchos.
Pero muchos otros venezolanos, al ver negadas sus solicitudes y sin derecho a trabajar, optan por regresar voluntariamente. «Las oficinas de migración nos dicen: ‘Si Venezuela está tan mal, ¿por qué se devuelven?’ Eso ha sido una puñalada», lamenta Zavala. Eso ha perjudicado a muchos.
Trompetero lo explica de otro modo: el miedo puede más. A veces, por desesperación, algunos aceptan la opción del retorno voluntario, de la autodeportación. Incluye una ayuda económica y la posibilidad de regresar a la Unión Europea más adelante. A diferencia de la deportación, que impone restricciones de reingreso, esta alternativa deja una puerta entreabierta.
Pero entreabierta no significa fácil. Muchos son enviados a pueblos cercanos a la frontera con Polonia, aislados, sin redes de apoyo. Allí la espera se vuelve más silenciosa, más dura. Las organizaciones de ayuda en Sajonia han comenzado a reportar síntomas de estrés postraumático, no sólo por la huida de Venezuela, sino también por las condiciones en los países de tránsito y el trato institucional que reciben en Alemania.
Las caras cambian, los paisajes también. Pero el relato se repite: escapar de Venezuela fue una necesidad. Permanecer en Alemania es una lucha diaria contra el miedo, la espera y la posibilidad del regreso forzado.
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*El periodismo en Venezuela se ejerce en un entorno hostil para la prensa con decenas de instrumentos jurídicos dispuestos para el castigo de la palabra, especialmente las leyes «contra el odio», «contra el fascismo» y «contra el bloqueo». Este contenido fue escrito tomando en consideración las amenazas y límites que, en consecuencia, se han impuesto a la divulgación de informaciones desde dentro del país.