Derechos de la alta minoría, por Reuben Morales
Como ahora toda minoría se ofende en las redes y defiende sus derechos, llegó la hora de ofenderme y defender los derechos de la mía: la de personas altas. Mido 1,92 metros y por años he debido soportar vejámenes y rechazos de todo el universo enano que me rodea.
Por ello me asesoré con colegas altamente calificados, para así firmar la primera Declaración Universal de los Derechos Humanotes. La misma reza:
Sobre socializar:
Pedimos se defienda nuestra integridad ante los mismos chistecitos de siempre:
“¿Cómo está la temperatura allá arriba?”.
“La comida tarda un día para llegarte al estómago, ¿no?”.
“Tu novia debe ser bajita, porque a los altos siempre les gustan las bajitas”.
“Hablar contigo da tortícolis”.
Y si nos ven llegando con otro alto: “Llegaron las Torres Gemelas”.
Sobre la vivienda:
Todo humano de gran estatura debe tener derecho a camas y sábanas grandes. ¡Basta de tener los pies fuera del borde! Así mismo, en la cocina exigimos un salario digno por todas las veces que nos piden bajar ese fulano Tupperware del gabinete de arriba.
Por otro lado, pedimos comprensión a la hora de comer. Nuestro estómago es más grande que el de ustedes. Podremos ser flacos, sí, pero comemos cual obesos. Nos ofende cuando alguien dice “¿Y si pedimos una pizza para todos?”.
Entiendan: ¡Nosotros solos nos podemos comer esa pizza! (y un postre). Por ello exclúyannos de todo plan de comilona compartida. ¡Ah!, y cuando nos vean comer, por favor no suelten el otro chistecito: “A ti es más fácil vestirte que darte de comer”.
En cuanto al cuarto de baño, demandamos: todo alto debe ser dotado de una regadera lateral moderna de ésas que tienen ocho chorritos. ¡Basta ya de arrodillarnos para mojarnos el cabello! También exigimos barras de jabón más grandes.
Nosotros consumimos la barra mucho más rápido, pues hay más ser humano que limpiar. También suplicamos pocetas más altas. Es incómodo hacer número dos con las rodillas tocándote las orejas.
Sobre los viajes:
Fabricantes de buses y vagones de metro, por favor entiendan: no cabemos de pie dentro de la unidad y, al sentarnos, no nos caben bien las piernas. ¡Por favor dennos derecho a los asientos azules! Ustedes no lo saben, pero no es placentero sentir el rechazo de una mujer cuando no le cedemos el puesto.
A las aerolíneas les pedimos encarecidamente: entrenen a su personal de taquilla. Si al momento de pedir el boarding pass, el mostrador nos da por el pecho, de una asígnennos la fila de emergencia. Solo ahí nos caben las piernas. Así mismo pedimos un mayor límite de equipaje para nosotros los altos. Cuando le metemos un par de zapatos a la maleta, ya perdemos media maleta.
Sobre la ropa:
Suplicamos a nuestros familiares. Si algún día les encargamos una franela (o simplemente desean regalarnos una), no lleguen diciendo: “Yo sé que me dijiste XL, ¡pero yo la vi y era como muy grande! Por eso te traje esta L”. Entiendan algo: ¡No la usaremos! (bueno, solo la primera vez para complacerlos a ustedes, pero no más).
En consecuencia, les pedimos otro favor: no metan nuestra ropa a la secadora. Cuando a ustedes se les encoje, quizás quedan a la moda “tubito” o se ven más sexy; pero si a un alto se le encoje la ropa, olvídenlo. Quedamos como la versión humana de Goofy.
Disposiciones finales:
Exigimos a todas las naciones tener un representante de nuestra minoría en sus congresos. Así mismo, pedimos a la comunidad LGBT ampliar su nomenclatura a LGBT-XL.
Obviamente no todas las peticiones de esta Declaración serán acatadas. Vienen días de lucha y sangre, pero créannos, estaremos a la altura del compromiso. No lo tomen como un golpe bajo. No pretendemos levantar bajas pasiones. Con estas peticiones solo esperamos algo: no habernos quedado cortos.