Deroguen esa vaina, por Teodoro Petkoff

La multitud que se hizo presente en Chuao, más allá de algunos lamentables oradores y del tradicional «pescueceo» en la tarima, demostró la determinación de los ciudadanos comunes de enfrentar abusos y atropellos. Incluso si aceptamos que en Chuao se dio cita sólo una vanguardia altamente radicalizada, esa concentración fue exitosa porque tuvo un propósito concreto y definido: impedir la confiscación de los derechos ciudadanos por parte de la arbitrariedad hecha gobierno. El paso atrás del oficialismo evidencia, en este caso, que esos decretos sólo se podrían aplicar al precio de la represión desembozada. El gobierno parece que percibió esto. Si este insiste en hacer valer su autoridad por la fuerza va a tropezar, sin duda, con la disposición de una porción considerable de la población de poner el pecho para confrontarlo. Ese es el clima del país. Y en un ambiente así el gobierno debería pensarlo mucho antes de dictar medidas arbitrarias que aticen la conflictividad.
Esos decretos son inviables, porque más allá de lo estrictamente atinente al orden público, perturban seriamente las actividades cotidianas en esas zonas de la ciudad. No todos los días hay manifestaciones o concentraciones políticas pero todos los días sí hay transacciones comerciales de toda naturaleza, que resultan seriamente perjudicadas por la supuesta «seguridad». Los decretos, tal como están, deben ser derogados y sí, eventualmente, tuvieran que crearse «zonas de seguridad» tendrían que ajustarse a lo que el sentido común puede aceptar y no tratar de hacer de ellas coartadas para restringir derechos ciudadanos y para militarizar la ciudad.