Derrotar al candidato, por Douglas Zabala
Twitter: @douglazabala
Se debe dialogar con la firme convicción de que, si logramos la mayor unidad, será posible obtener una clamorosa victoria en las elecciones presidenciales del 2024. Sólo así avanzaremos hacia la reconstrucción del país y la paz social ansiada por nuestro pueblo.
Opiniones extremas las hay en todos los factores opositores. La unidad de la oposición venezolana siempre debe ser una meta a cumplir, pero será posible reconciliar a la oposición antes de iniciar oficialmente la campaña electoral presidencial. Será viable volver a sentar en una misma mesa para que dialoguen.
José Brito con Julio Borges.
Gabriel Puerta con Pedro Veliz
Leopoldo López con Daniel Ceballo.
Claudio Fermín con Antonio Ledezma.
Manuel Rosales con Timoteo Zambrano.
Henri Falcon con Luis Augusto Romero.
María Corina Machado con Laidy Gómez.
Andrés Velázquez con Américo De Grazia
Bernabé Gutiérrez con Henry Ramos Allup.
Roberto Henríquez con Juan Carlos Alvarado.
Y así pudiésemos conseguir más liderazgos contradictores de carácter nacional y extenderlo por los 24 Estados y 335 municipios del país. Y entonces surge la pregunta de Perogrullo. Porqué si cada uno de estos líderes tienen la disposición, exigen públicamente y piden ayuda internacional para dialogar con Nicolás Maduros y sus principales dirigentes, porque no lo hacen entre ellos.
El mundo opositor hoy tiene varias aristas. Por un lado, está la Plataforma Unitaria. Por el otro, los factores liderados por María Corina Machado y Antonio Ledezma. Además, los nuevos agrupamientos emergentes que orbitan en Fuerza Vecinal y el Partido Lápiz. Por último; y quizás el más vapuleado, los que se hacen llamar Alianza Democrática y, a los que despectivamente califican de «Alacranes».
La derrota en política es la madre de todas las divisiones. Si este panorama desolador existe ahora es porque desde la contundente victoria electoral del 2015 para acá, lo que se ha hecho es danzar entre derrotas y derrotas. Aquí casi ningún líder o colectivo partidista lo ha hecho bien; en consecuencia, difícilmente habrá alguien que se sienta autorizado para lanzar la primera piedra.
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Hasta ahora entre todos estos actores opositores la constante pareciera ser avanzar en sus contradicciones irreconciliables, lo que hace pensar que ni con unas primarias se resolvería la confrontación opositora. De allí que en el mejor de los escenarios se vendría, no un candidato único, sino varios candidatos «unitarios».
Aquí nadie puede negarse a dialogar. Si no hay unidad consensuada habrá que insistir en las primarias anunciadas, y tendrán que abrirle las puertas al ciudadano dentro y fuera del país, para que libremente escoja a su legítimo candidato presidencial, capaz de derrotar no al otro candidato opositor, sino al candidato que el gobierno nos ponga en la acera del frente.
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