Desacato, por Carolina Gómez-Ávila
Al finalizar el jueves, no se había publicado el texto de la sentencia 517-2019 de la Sala Constitucional del TSJ. Me refiero al tribunal que, constitucionalmente desconfigurado, opera en Dos Pilitas.
Pero son de dominio público la lectura que hizo en cámara el magistrado Mendoza Jover y la nota de prensa que el propio tribunal difundió en sus redes sociales1. Esta comienza con un párrafo que bien podría inspirar a Ingo Müller para una versión criolla de “Los juristas del horror”:
“La Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia (…), declaró este jueves la nulidad absoluta y la carencia de efectos jurídicos de la Reforma Parcial del Reglamento de Interior y Debates de la Asamblea Nacional (…), así como cualquier otra modificación del referido instrumento que haya realizado o pretenda realizar la Asamblea Nacional en desacato”.
Así, sin pudor, Dos Pilitas dice -desde ya y por si acaso- que es nula cualquier modificación del reglamento que la Asamblea Nacional (AN) intente en el futuro. ¡Nada de esperar a que se materialice para analizar si resulta constitucional o no, para eso no tienen tiempo! Mejor es sentenciar a priori. Parece que están agotados los magistrados, cansados de deliberar cómo cerrarle el paso al Poder Legislativo rebelde y, de entrada, les dicen que el reglamento no se puede modificar; en realidad, ni el reglamento ni ninguna otra cosa, porque para eso sirve el comodín del desacato.
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El desacato de doble rasero porque, a esa AN en desacato, se incorporaron decenas de diputados chavistas que participan y votan en comisiones y debates pero, como son una representación escuálida, nunca imponen sus preferencias y entonces acuden a su oficina de administración judicial, donde de nada vale que su incorporación y participación activa invalide el mentado desacato.
Entonces, a esa AN en desacato, la presiona el chavismo (en todas sus tonalidades complacientes) para que nombre un nuevo CNE. En caso de que el resultado de esa diligencia no complazca al grupo en el poder, lo anularán valiéndose del desacato y dejarán en manos de los sicarios de la república la designación de funcionarios sumisos al aparato represor.
La maniobra es burda y no es nueva. Claro que la previmos todos, pero a la coalición democrática no le queda más que resistir políticamente, porque armas no tiene ni debe tener.
Pienso que la Agenda 2020 correrá esa arruga hasta que lleguen las constitucionales elecciones parlamentarias, adelantadas por un CNE que podría ser inconstitucional. Sólo entonces sabremos si la alianza opositora decidirá participar a pesar de la desventaja para intentar no perder todos los escaños como en 2005 o declararse en huelga electoral como en 2018, con sobrada razón pero ineficientes resultados.
En mi Agenda 2020 está acompañarlos en lo que decidan porque ya no hay otros que representen mis aspiraciones de retorno a la democracia. Todos los demás son una farsa: los de la coyunda en la Casa Amarilla, los radicales que gritan ser opositores repitiendo el discurso oficialista y los que dicen que ninguno sirve pero no postulan nada. Ojalá que esta dura Navidad y la llegada del Año Nuevo nos permitan meditar sobre este asunto. Mientras regreso a este espacio, D.m. el 11 de enero próximo, mis deseos para todos: salud y una república democrática.