Desconfiar en la democracia, por Luis Ernesto Aparicio M.
Cuando escribes siempre se asume el riesgo de estar elaborando cualquier artículo de esos a los que nadie, o casi nadie, presta atención; bien porque no eres ese escritor brillante que todos siguen o porque son temas que poco están importando ante la realidad que vivimos día a día.
Pese a esto, siempre se puede ser la persona más insistente al alertar sobre lo que se puede ver como distante desde nuestro circulo de influencia, es decir: eso no importa porque no me afecta.
Si en este momento lo está haciendo, puede que esté entrando en uno de los errores más comunes o lo está atrapando la ola de desinformación que hoy abunda. Nada puede ser descalificado de esa forma por la simple globalidad e interconectividad en la que se ha transformado nuestra existencia.
Por ejemplo, entre lejano y cercano se están produciendo una serie de cambios en los sistemas de gobiernos. A la vista está que ellos emigran desde los famosos –y añorados por algunos– golpes de Estado, con tanques, sables y bayonetas, hacia la estrategia del uso de «diputados y jueces en las cortes» -citando al hoy presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo- para apoyar el quiebre de las fuerzas que permiten el balance en las democracias.
La fatiga de los ciudadanos por algunas ineficiencias de la democracia y sus instituciones es aprovechada por el muy bien planificado uso de la desinformación y el engaño. Y son las plataformas por las que solemos comunicarnos o mantenernos al tanto de lo que ocurre, las que mejor opción ofrecen para aumentar el volumen a la mentira.
Los nuevos y viejos políticos saben que se ha agotado la paciencia de los ciudadanos ante temas como la migración, los índices de inseguridad y las teorías de conspiración; por lo que esos ciudadanos se muestran dispuestos a tomar el atajo que ofrecen las ofertas engañosas, a ver si alguien «resuelve» esas tramas.
Lo que muchos no hemos visto aún, es que el «fastidio» democrático nos va conduciendo al derrumbe de la confianza en la estructura institucional que nos ha garantizado vivir de la manera que lo hacen aún muchos pueblos – al menos en occidente–; con libertad y bajo la certeza de que hay una justicia que ha funcionado con sus aciertos y desaciertos.
Estamos ante la construcción y venta de falsas narrativas y teorías que se han venido convirtiendo en una amenaza y aun nos cuesta percibirlo, bien por el despliegue de acusaciones y noticias imaginarias o por el uso de la inteligencia artificial como arma de doble filo en los procesos electorales que se celebran mundialmente.
Tal es el riesgo que según la página dedicada a la estadística Statista, en una encuesta realizada entre abril y mayo del 2022, el 30% de los europeos confirmó que estuvieron expuestos a noticias falsas o a la desinformación con mucha frecuencia, mientras que, para Norteamérica y América Latina, esa aproximación fue de un 55%.
Desde las acusaciones sobre los sistemas electorales, demostradas como falsas, y la posibilidad de fraudes, hasta la intervención con campañas de desinformación orquestadas desde las grandes potencias como Rusia y China, vamos presenciando como la confianza hacia el sistema democrático se ha venido perdiendo de forma progresiva.
*Lea también: La posverdad bolivariana, José Rafael López Padrino
Prueba de ello son las investigaciones adelantadas por instituciones estadounidenses sobre el involucramiento de rusia en las elecciones de 2016. Las agencias de inteligencia han concluido que Rusia llevó a cabo una interferencia en las elecciones con el objetivo de socavar la confianza en el proceso electoral y dañar la candidatura de Hillary Clinton, la candidata demócrata.
Hoy día existe toda una presión internacional sobre el modelo democrático. Desde poderosas naciones se siente como se van articulando planes para cambiar las reglas de juego, las instituciones y leyes. Es por ello por lo que lo que se daba por sentado, en cuanto al funcionamiento de las libertades, ya no lo es tanto.
Estamos a las puertas de procesos electorales donde la desinformación y las falsas narrativas hacen de las suyas en medio del río del descontento político de los ciudadanos para con la democracia, socavando su gestión y beneficiando el ascenso de lideres de pensamiento autoritario.
No obstante, aunque enfrentamos desafíos significativos, cada uno de nosotros tiene un papel vital en la preservación de la democracia. Al entender estos problemas y trabajar juntos, podemos proteger y fortalecer nuestras libertades fundamentales.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo