Desigualdades a tres años de pandemia, por Marino J. González R.
Twitter: @marinojgonzalez
Desde el reporte de los primeros casos de una neumonía típica a finales de 2019 en China, hasta el control de la pandemia en muchos países, han transcurrido tres años. De los efectos traumáticos en los primeros meses de 2020, se ha pasado al seguimiento permanente de una nueva enfermedad (Covid-19) por parte de los sistemas de salud a escala global. La producción de múltiples vacunas efectivas en apenas un año ha sido un éxito científico y gerencial de la mayor envergadura.
La evolución de la pandemia de Covid-19 ha sido quizás la situación crítica más grande que han enfrentado los ministerios de salud de América Latina. Analizar los efectos de la pandemia en la región es de gran importancia para identificar las consecuencias, pero especialmente, para afinar las alternativas de políticas que se deben poner en marcha.
En el conjunto de los 20 países de América Latina se ha registrado el 12% de los casos de Covid-19 a escala global. Sin embargo, las muertes en la región por Covid-19 han representado el 25% de las registradas en el mundo. Existe una desproporción entre la población de América Latina (el 8% de la población mundial), y las muertes registradas. Esto significa que se pueden identificar factores de los sistemas de salud que han condicionado la alta mortalidad por Covid-19 en la región. La tasa de mortalidad acumulada por Covid-19 de Perú, por ejemplo, duplica la de Chile, y triplica la de Costa Rica.
Ahora bien, los impactos de la pandemia variaron de acuerdo con las realidades específicas de los países. El análisis general puede esconder notables diferencias. El diagnóstico de los casos de Covid-19, medido a través de las pruebas diagnósticas realizadas por 1.000 habitantes, varió entre 2040 pruebas/1.000 habitantes en Chile a 161 pruebas/1.000 habitantes en Ecuador. Los últimos datos de pruebas diagnósticas solo están disponibles para once países al 23 de junio de 2022. Desde esta fecha se dejó de actualizar esta información en Our World in Data de la Universidad de Oxford.
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También las diferencias de gestión de los sistemas de salud han condicionado la cobertura de vacunaciones. Hasta la fecha, la cobertura de vacunaciones supera el 80% de la población solo en siete países de la región (Chile, Cuba, Nicaragua, Uruguay, Perú, Costa Rica, y Brasil). Seis países de la región tienen coberturas de vacunación menores a 60% de la población (Honduras, República Dominicana, Venezuela, Paraguay, Guatemala, y Haití). En Haití la cobertura de población vacunada es apenas 2%. Los refuerzos de vacunación solo superan a 80 dosis por cada 100 habitantes en Chile, Uruguay, y Perú.
Vistas estas diferencias entre los sistemas de salud, el análisis de los casos actuales de covid-19 permite distinguir los siguientes rasgos. En primer lugar, la tasa más alta de mortalidad diaria por Covid-19 a la fecha en la región corresponde a Perú (1,61 muertes por millón de habitantes). Esta tasa es el doble de la que se registra en España (uno de los países con mayor cobertura de vacunaciones de la Unión Europea), y se ha triplicado en la última semana. De acuerdo con esta tasa, el número de muertes diarias en Perú por Covid-19 oscila entre 40 y 60.
El segundo aspecto es la alta confiabilidad que tiene la tasa de mortalidad diaria en Chile (0,76 muertes/millón de habitantes), debido fundamentalmente a la sistemática práctica de diagnóstico y a la alta cobertura de vacunaciones contra Covid-19. Esta confiabilidad no está presente en otros países, sea porque el diagnóstico no es tan riguroso o porque la cobertura de vacunaciones no es tan alta.
En el balance de la pandemia en la región, es ya evidente que los mecanismos de seguimiento se han reducido progresivamente. En consecuencia, a medida que pase el tiempo, aumentará la incertidumbre sobre la evolución de los casos y muertes por Covid-19. Solo aquellos países que mantengan el seguimiento del diagnóstico y la alta cobertura de vacunaciones podrán reducir esta incertidumbre. Y estos países, lamentablemente, son una minoría.
Para la mayoría de los países no será posible reducir la incertidumbre, si no incorporan cambios sustantivos en estas prácticas. De tal manera que, a las desigualdades preexistentes en los sistemas de salud, habrá que agregar las producidas por el impacto de la pandemia. Sin embargo, tal como han demostrado los países exitosos en el control de la pandemia, estas desigualdades son completamente evitables. Estas desigualdades son, en el fondo, el resultado de notables deficiencias para diseñar e implementar políticas públicas. Eliminar esas desigualdades, ergo, también será posible solo con mejores políticas públicas.
Marino J. González es PhD en Políticas Públicas, profesor en la USB. Miembro Correspondiente Nacional de la Academia Nacional de Medicina. Miembro de la Academia de Ciencias de América Latina (ACAL).
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