¿Destruyendo el multilateralismo?, por Félix Arellano
Teniendo en cuenta la complejidad de las relaciones internacionales, por su heterogeneidad debido a la diversidad de actores y temas que participan; el dinamismo, el cambio es lo permanente y su naturaleza descentralizada, la ausencia de una autoridad mundial; la construcción de espacios de convivencia depende de la capacidad de los actores, particularmente de los gobiernos, para negociar y definir reglas y condiciones que deben ser respetadas, sin la presencia de un fiscal que supervise o sancione los incumplimientos.
La descentralización y la ausencia de autoridad legítima con capacidad del uso de fuerza, con excepciones de las limitadas atribuciones que al respecto cuenta el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, hace de la negociación y la voluntad de cumplimiento elementos fundamentales del orden internacional y, debemos reconocer que se han realizado avances importantes, entre los que destacan los regímenes internacionales de los derechos humanos, del comercio y la integración con el epicentro en la Organización Mundial del Comercio (OMC), del medio ambiente, de la salud con epicentro en la Organización Mundial de la Salud (OMS), del uso de la energía atómica (OIEA), de los refugiados (Acnur) y migraciones (OIM) y muchos más temas.
Frente a tal institucionalidad los gobiernos populistas autoritarios tienden a promover un falso discurso manipulador y un rechazo, especialmente si pueden representar límites o controles a sus arbitrariedades. Para tales gobiernos el multilateralismo debe ejercer un papel limitado, complaciente y totalmente controlado por los gobiernos; empero, las organizaciones van logrando autonomías funcionales, capacidad de evaluación y de crítica frente al comportamiento de los gobiernos, lo que resulta inaceptable para los autoritarios que se atrincheran en una visión anacrónica de la soberanía absoluta y pretenden mantenerla por encima de nuevos y fundamentales compromisos; en especial, la defensa de los derechos humanos y la institucionalidad democrática; rechazando la visión flexible de la soberanía que se corresponde con un mundo de interdependencias complejas.
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En estos momentos estamos enfrentando fuertes presiones contra diversas instituciones multilaterales, promovidas fundamentalmente por gobiernos de orientación autoritaria. Por su relevancia en el contexto internacional tendríamos que mencionar en primer lugar la agresiva actitud del Presidente Donald Trump contra varias instituciones multilaterales cabe destacar, su rechazo tanto al acuerdo de Paris sobre el cambio climático, como al acuerdo de libre comercio Transpacífico (TPP); pero también su retiro de la Unesco y sus constantes ataques a diversos acuerdos multilaterales como el Tratado de Libre Comercio con México y Canadá (TLC), la OTAN y contra la integración europea.
En esta misma línea y con un mayor nivel de agresividad y falta de transparencia, debemos destacar al gobierno ruso del Presidente Vladimir Putin, que con mecanismos novedosos, como los ataques cibernéticos que se han resumido en la llamada conexión rusa, está atacando la integración europea para debilitar su capacidad de acción en el contexto internacional; estimulando conflictos y divisiones, como es el caso del apoyo al separatismo catalán y a las tendencias xenofóbicas, ultranacionalista en Europa; destaca también el apoyo a los movimientos populistas autoritarios en nuestra región.
Un lugar privilegiado en la presión contra el multilateralismo lo ocupa el proceso bolivariano venezolano, que desde sus primeros años inició una campaña de manipulación y trasformación del contexto internacional, a los fines de construir un entorno favorable y complaciente, lo que ha significado ataques agresivos contra instituciones multilaterales hemisféricas y regionales. La primera embestida se orientó a las organizaciones regionales: el retiro de la Comunidad Andina, el debilitamiento de la Aladi y el SELA y la promoción de nuevas instituciones fundamentalmente ideológicas: ALBA, Unasur, Celac.
Un capítulo especial corresponde a la Organización de Estados Americanos (OEA), pues varios gobiernos autoritarios de la región, liderizados por el proceso bolivariano, se han planteado su eliminación, en particular sus importantes avances en materia de derechos humanos y defensa de la democracia. No podemos desconocer la capacidad de acción de tales gobiernos, que bajo la egida de la chequera petrolera y, en particular con petrocaribe, llegaron casi a paralizar la organización.
Pero los tiempos han cambiado, la chequera se ha empobrecido, el proyecto resultó una farsa y un fracaso y ahora nos encontramos con una OEA fortalecida que gracias, entre otros, a su activo y creativo Secretario General Luis Almagro, constituye uno de los epicentros de la dinámica hemisférica. Paradójicamente también estamos observando que el retiro de los Estados Unidos de varias organizaciones no ha significado su desaparición y que los proyectos ideológicos de los gobiernos autoritarios de la región se están desvaneciendo.
Nos corresponde a los defensores de los derechos humanos y la democracia mantener nuestra capacidad creativa para fortalecer el multilateralismo, como camino cierto para la construcción de la paz y la convivencia