Deuda maldita, por Beltrán Vallejo
En medio de la desesperación de un país con escasez de gasolina, dentro de la ironía de tener las mayores reservas petroleras del mundo, los venezolanos escuchamos o leemos algunas noticias esclarecedoras, aunque no nos damos cuenta de eso, quizás por estar lelos del hambre o aturdidos de penurias en alguna cola de banco o de gasolinera, y ni la clase política opositora captura esos mensajes para arreciar el debate de manera más medular.
Al respecto, en días pasados Simón Zerpa, actual Ministro de Finanzas, informaba desde “la amada Rusia” que para el mes de septiembre Maduro le abonaría a las arcas de ese país unos 200 millones de dólares de una fulana deuda correspondiente a un crédito concedido de 4.000 millones de dólares a finales del año 2.011; es decir, un crédito solicitado por el difunto Hugo Chávez, un endeudamiento generado precisamente cuando el país gozaba de cuantiosos ingresos petroleros.
Lea también: La apuesta por Guaidó, por Simón García
Por supuesto que esta información “oficial” tiene que abrir las alarmas de una discusión fundamental para la nación. ¿Cómo se entiende este pago hoy? ¿Se trata de compromisos que tienen que ver con alimentos, medicinas, repuestos para vehículos? ¿Tiene algo que ver con más recursos para completar el pan del venezolano, o para dotar los hospitales, o para salvar a niños que esperan intervención quirúrgica, o para atender la infraestructura del país?
Ese señor no nos endeudó para apalancar la economía, ni para fortalecer el sistema de salud, ni para invertir en Ciencia ni en Tecnología (…) se endeudó para comprar misiles y otro tipo de armamentos y así inflar en dólares las intermediaciones y las coimas de militares y burócratas de Venezuela y Rusia
No, y malditas veces no. Ese señor no nos endeudó para apalancar la economía, ni para fortalecer el sistema de salud, ni para invertir en Ciencia ni en Tecnología; no nos endeudó para invertir en las universidades o para modernizar la producción agrícola; se endeudó para comprar misiles y otro tipo de armamentos y así inflar en dólares las intermediaciones y las coimas de militares y burócratas de Venezuela y Rusia; se endeudó para traer una plaga exógena al hemisferio latinoamericano, traer al oso ruso al Caribe, e igual que a mediados del siglo XX resucitar la guerra fría en su versión tropical, una situación que es el principal obstáculo para salir de esta pesadilla alojada en Miraflores. Esa deuda significa el fiel compromiso de alianza que mantiene la tiranía de Putin con Maduro, siendo el ruso un personaje que ha desempeñado en el mundo un papel marcado por el apoyo a la dictadura Siria, a sangre y fuego, además de la intervención soterrada en las elecciones de EU, además de invadir a Ucrania y un largo etcétera de vilezas, como la desestabilización de la unidad en Europa con el apoyo a las expresiones políticas más xenófobas y nacionalistas en varios países del viejo continente.
En ese lejano 2.011, el país estaba borracho de petrodólares, y el dios Chávez era como un rey Midas, que todo lo que tocaba lo convertía en oro. No hubo sobre él una visión estratégica que le revisara su endeudamiento internacional, que tantos problemas nos han traído a los venezolanos, a Latinoamérica, a Occidente. Esa gastadera armamentista la debimos enfrentar con reciedumbre en aquellos momentos, alertando al mundo. No recuerdo que en aquellos días se realizara alguna protesta al respecto, como hacen las sociedades vigilantes que no dejarían pasar esa infamia de hipotecar el país para comprar armas. Hoy vemos las consecuencias de nuestra conducta a lo “Shakira” en el pasado.
Esos 200 millones de dólares explican la presencia del contingente de militares rusos que llegaron el mes pasado para labores técnicas de mantenimiento de los equipos bélicos que se les compró a ellos. Esos 200 millones de dólares significan una deuda maldita que sólo genera colonización imperialista rusa, una tiranía de hambre y miseria.