Día tras día…, por Marisa Iturriza
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Como preámbulo del lunes de confinación, el domingo en la tarde se prolongó el apagón hasta bien avanzada la noche y, cuando ya estábamos resignándonos a la oscuridad total, de repente llegó la luz. Al refrigerador le afectan los apagones, hace un ruido feísimo cuando ocurren y otro cuando vuelve la electricidad, pero nos contentamos porque todavía más o menos funciona
En cuanto al televisor, si en la pantalla dice no signal, no insistas. Afortunadamente, no pasó eso tras el apagón, pero: ¡horror! de repente, entre cierto adormecimiento, en la pantalla apareció ese individuo muy serio, madero en mano con lo que en la prehistoria sería un garrote y tras una perorata atemorizante ¡zás!, lo blandió contra una cabeza, pero en un gesto tan bien escenificado que solo vimos el efecto después, momentáneamente la cabeza sangrante en el blanco mantel del banquete tras el batazo que le propinó… ¿Quién?… Robert De Niro y no otro, en su papel de Al Capone.
Eso del garrote de veras da miedo, pero solo se da de lo que se tiene bastante.
Por ejemplo, mi amiga Juli reparte alegría porque ella tiene alegría en abundancia. La verdad es que la TV está medio fastidiosa. Persecuciones y carreras de autos que chocan, vuelan, estallan y se incendian, poco amor, sexo explícito, concursos repetidos, noticias maquilladas, violencia con sangre a granel, tiroteos peliculeros en contraste con los de verdad que ocurren aquí, los que logramos saber a pesar de limitada información local.
Y si es el radio lo que provoca es apagarlo por la escasa programación interesante a pesar de unas buenas excepciones y por tanta repetición de que te laves las manos con jabón (bien caro) a cada rato (como si el agua no escaseara) para que no te dé coronavirus, que este es el mejor país del mundo ¿Aún? o que si, por casualidad, algo te interese te lo interrumpan con otra cadena.
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Como encadenarse todavía no es estrictamente obligatorio, para variar pueden intentarse algunos intercambios a pesar de la pandemia, por ejemplo, con las matas, pero hasta ahora no me han respondido, a lo mejor porque no me pongo el tapabocas cuando les hablo. Contra otra indiferencia que no he podido es la de la bien atendida parejita que adoptamos, quizás sean sordomudas o que, sencillamente, los morrocoyes no hablan.
En fin, como cada día parece empeñado en ser peor que el anterior, procuremos disfrutar el de hoy tanto como se pueda, y aspiremos hacer que los próximos sean por lo menos buenos.
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