Diálogo sobre economía: otra vez, la misma trampa, por Armando J. Pernía
Después de 20 años, el chavismo ha instalado ciertos rituales. Uno es la convocatoria a alguna «mesa de diálogo» cada vez que gana una elección en medio de la sospecha generalizada de que el proceso no fue justo ni limpio.
Maduro lo ha hecho otra vez y ahora convoca a economistas, empresarios y otros sectores para que le hagan propuestas para rescatar la economía. Si se mira bien su discurso en la sede del Consejo Nacional Electoral, durante su proclamación como mandatario hasta 2025, no hay que hacerse demasiadas ilusiones, pues demostró cuánto le importan las opiniones de los intelectuales.
Seguramente, algunos ingenuos acudirán con la idea de contribuir. Dirán que es una oportunidad para que Maduro «escuche una perspectiva diferente», pero lo que veremos será el mismo espectáculo de economistas, sociólogos y demás profesionales, junto con dirigentes de comunas y consejos de trabajadores, añorantes de la utopía marxista, con planteamientos como estatizar la banca, terminar de monopolizar la «distribución» de la renta petrolera -léase, perseguir y castigar la circulación de divisas-, establecer modelos productivos que olvidan conceptos tan básicos como economía de escala, eficiencia, productividad, renta, etcétera.
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Escucharemos los mismos llamados a «superar la lógica del capitalismo» –los camaradas chinos se morirán de la risa–, a producir por amor y sin estímulos esenciales como la propiedad privada y el lucro legítimo. Seguramente alguien hablará de las tesis «neo marxistas» sobre el uso de la tecnología como instrumento de equidad social y, por supuesto, no faltará el que insista en expandir el uso de las criptomonedas para salir de la «dictadura» del dólar; por supuesto, sin tomar en cuenta los riesgos.
Dialogar sobre propuestas económicas con la administración Maduro carece de sentido, porque la estrategia económica no tiene que ver con una razón técnica, sino que está guiada por la necesidad de conservar el poder. Por eso existen los controles de cambio y precios; por eso se controla la circulación de bienes con guías y permisos; por eso se controla al máximo la capacidad de funcionamiento de la banca (el camarada Lenin decía que sin control de la banca, no había socialismo); por eso se estatizan las operaciones de comercio exterior; por eso la actividad económica privada se persigue y orilla a su mínima expresión.
¿Alguien puede esperar que Maduro haga una reforma económica que implique ceder espacios de poder a sectores sociales y económicos que potencialmente lo adversan? Por eso los empresarios que aparecían en esas reuniones de «economía socio-productiva» atentaban contra su propia esencia, y quedaban reducidos a meros especuladores que, a cambio de salvar sus negocios –quizás, por algún tiempo–contribuían con la destrucción de cualquier posibilidad de crecimiento económico real.
Habrá que volver a recordar al camarada Vladimir Illich Uliánov (Lenin) cuando con desprecio escribió aquello de que los empresarios son capaces de vender las sogas con las que serán ahorcados. Pero, ahí estará, seguro, algún conspicuo representante de ese empresariado sin empresas, pero con agallas, dispuesto a cohonestar esta nueva pantomima.
Lo grave, lo que corresponde resaltar, es que Maduro convoca un diálogo sobre economía sin dar una señal real de cambio. Para comenzar, no hay un solo movimiento en su gabinete que apunte a un cambio de tendencia; no hay un solo indicio de que el mandatario se esté rodeando de un equipo de asesores distinto; no existe en los espacios institucionales intermedios acercamiento alguno con sectores técnicos y académicos que evidencie la voluntad siquiera de escuchar esa «perspectiva distinta»
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Sí, puede ser que algún funcionario, sobre todo militar –y es un dato llamativo– deslice alguna crítica, abogue temeroso por la flexibilización de algún dogma, pero después jugará «cuadro cerrado» con la estrategia económica del «proceso».
El nuevo diálogo es una nueva trampa. Maduro busca oxígeno, necesita dar la imagen de que su gobierno es reconocido socialmente más allá del chavismo y su periferia social.
La definición de locura de Albert Einstein viene al pelo: «locura es hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados diferentes».