«Diario:debí venir ayer» y la belleza de los objetos domésticos, por Valentina Rodríguez

X: @valenntinus
“La belleza es aún más
difícil de explicar que la felicidad”.
Simone de Beauvoir.
En varias oportunidades he sido cautivada por pequeñas escenas que descubro en los objetos y espacios de mi casa: las grietas en las baldosas setenteras de los baños; la calidez que adquieren los sofás de la sala con la luz que entra por el balcón entre 7:00 y 8:00 a.m., los meses de diciembre a marzo; las gotas de agua que se forman en las jarras de vidrio y el movimiento de los grumos de café mientras van camino al drenaje del fregaplatos, son algunos ejemplos. Cuándo comencé a fijarme en estos momentos, muchos de ellos quise capturarlos, inmortalizarlos tomándoles fotos –poco logradas–.
Escenas similares a estas registra el fotógrafo venezolano Gabriel Gómez (Caracas, 1993). Varias de ellas forman parte de su más reciente exhibición en la Cabinet Gallery de Caracas, titulada: «Diario: debí venir ayer». La muestra está conformada por más de una decena de instantáneas de mediano y gran formato, a color y en blanco y negro; retratos, primeros planos, bodegones: exploraciones del «detalle y del silencio».
«Mi exploración tiene que ver con descubrir un gusto por lo inesperado, lo espontáneo, el color, la iluminación, la composición y el movimiento», explica el creador, merecedor del premio Fresh Eyes a la Mejor Serie Conceptual que otorga la Gup Magazine de Holanda, en 2023.
En «Diario: debí venir ayer» Gómez conjuga retratos de modelos con objetos de su entorno doméstico, «fotografiados desde la puesta en escena; cruza y permea diferentes tópicos con objetos en su cotidianidad (…) Subjetividades fragmentadas, fluctuantes o discontinuas para vivir la experiencia de ver una muestra de fotografía en donde la sala estalla en múltiples perspectivas y compartir la mirada escópica del artista», señala la curadora Sagrario Berti en el texto de sala.
Una de las piezas que más me gustó fue la instantánea de una servilleta de papel sobre la que posan una cucharilla y un envase plástico con restos de un postre. Hasta la visita a la muestra no me había fijado en la belleza de una toalla de papel absorbente –la propuesta va de otra cosa, pero me quedé en esto. El detalle de la porosidad del material, la secuencia de rombos –que recuerdan el interior de los panales de abejas– y las líneas que dibujan el mapa de su uso, son fascinantes.
Luego de visitar la exposición de Gabriel Gómez recordé que la belleza está en todas partes –menos en el plástico y en las Cross–, que la belleza de los objetos –o momentos– cotidianos es la que tenemos más a la mano y es en la que menos nos fijamos –sobre esto ha escrito Soetsu Yanagi, entre otros– y que para gozar de ella solo hay que mirar con atención, curiosidad y sosiego.
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Valentina Rodríguez es licenciada en comunicación social y magíster en arte contemporáneo.
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