Días de abril, por Luis Manuel Esculpi
A pesar del tiempo transcurrido y de toda la tinta vertida. Los testimonios fílmicos y los documentales realizados. Las innumerables declaraciones de protagonistas y allegados. No ha sido posible todavía armar el complicado rompecabezas. La historia todavía no se ha escrito. Permanecen muchos recovecos incógnitos.
Es comprensible la prudencia en el relato de los hechos, no así para los principales protagonistas, quienes permanecen desde hace años en el exterior. Sus razones tendrán y se respetan.
Durante todos esos días se intensificaron los rumores, el malestar crecía, el domingo 7 son despedidos siete de los gerentes de Pdvsa. Citando a cada uno por su nombre con un pito, en cadena de radio y televisión. La CTV convoca un paro para el día 10 inicialmente de 24 horas, luego extendido hasta 48.
Se convoca la marcha para el jueves 11 desde Parque Cristal hasta Chuao. Ese día muy temprano se efectúa una reunión de la Coordinadora Democrática, para ultimar detalles de la marcha, asisto en compañía de Pompeyo Márquez; oficialmente no se plantea la idea de llegar a Miraflores.
Al salir de la reunión convenimos en que Pompeyo se dirigiera hasta el local donde funcionábamos en Chuao y yo me encontraría con el resto de los compañeros frente al Parque del Este desde donde partiría la marcha. Después de su arranque y apenas recorridas unas pocas cuadras, se comienza a correr la voz de ir a Miraflores.
La asistencia es multitudinaria, luego se registró como una de las más grandes realizadas para la fecha. Desde todas las calles transversales se incorporaba mucha gente.
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Al llegar a Chuao, nos dirigimos a la sede donde ya se encontraba Pompeyo, acompañado de Víctor Hugo D’Paola y Adelso González Urdaneta, nos vamos incorporando al resto y hacemos una reunión rápida donde informo lo de la idea que circula de marchar a Miraflores. Vicente Bello quien se está incorporando a la conversación señala que desde la tarima se está convocando para el Palacio y considera inevitable que esa sea la ruta a seguir.
Víctor Hugo acota que vio por TV a Juan Barreto convocando a Miraflores y considera muy perjudicial y peligroso, un enfrentamiento que podría producirse allí.
Finalizamos la reunión y decidimos reincorporarnos a la marcha, acordando que al finalizar nos encontraremos nuevamente en el mismo lugar. Pompeyo y Adelso nos esperarán mientras el resto nos dirigimos a participar. Cuando estoy saliendo del local, me llama Pompeyo diciéndome: «Cuídate mucho y trasmite lo mismo a los otros compañeros».
Al reincorporarnos lo hacemos cuando la vanguardia de la marcha se ha adelantado mucho, observamos el entusiasmo de la gente durante el recorrido, hasta llegar a la Plaza O’Leary. El aire ya está impregnado del olor a gas lacrimógeno y se oyen disparos, los manifestantes corren en distintas direcciones.
Me refugio en los pilares de concreto en uno de los bloques del silencio, para intentar divisar lo que sucede. Al rato y en medio de la confusión, pasa un motorizado amigo que viene de la avenida Baralt, me dice: «no tiene sentido continuar hay muchos heridos y varios muertos»…» Yo mismo los vi, montante y te llevo a donde vayas».
De nuevo en Chuao, donde continuamos observando durante toda la tarde los acontecimientos por televisión, entre ellos los pronunciamientos de Generales y Almirantes de los cuatro componentes, nos embarga una preocupación porque del equipo dirigente hasta las seis de la tarde, no se habían reportado Vicente Bello y José Gómez Febres. A la media hora llega Vicente y nos relata que permaneció atrapado en los alrededores de El Calvario, allí durante un momento vio a Gómez y luego se le perdió. A las 7:30 se incorpora Gómez Febres y nos cuenta todas las peripecias que tuvo que hacer para salir de parque, sin pasar por las escalinatas.
Consideramos inconveniente permanecer en el mismo sitio –motorizados del gobierno habían estado dando vuelta por las cercanías– entre las opciones de irnos juntos a otro lugar o separarnos, escogimos la segunda, seguir en contacto por teléfono y encontramos de nuevo al día siguiente temprano.
El día 12 acordamos no asistir a Miraflores y reunidos observamos la autojuramentación y el contenido del decreto Carmona, todos, quizás solo hubo una reserva, lo condenamos. Recuerdo que Pompeyo afirmó tajantemente: «Desde hoy, estoy nuevamente en la oposición».
Intercambiamos ideas acerca de la posibilidad de subsanar la grave situación generada por el referido decreto, nos comunicamos con Teodoro quien ya andaba haciendo gestiones en ese sentido, en compañía, entre otros, de Alfredo Padilla y León Arismendi. Tales gestiones resultaron infructuosas. El resto es historia.