Dictador con pies quebrados, por Gregorio Salazar
Autor: Gregorio Salazar | @goyosalazar
El hombre está en campaña y a todo vapor. Nunca ha dejado de estarlo desde la tristemente célebre noche en que Chávez agónico dio a conocer su decisión “plena como la luna llena” (ya sabemos de qué) de ungirlo como su sucesor “para continuar dirigiendo los destinos de la patria”.
En construirle un liderazgo y la imagen de que es poseedor de todas las capacidades, virtudes, atributos y merecimientos para someter por siempre a Venezuela, quienes manejan a su antojo a la república han invertido infructuosamente una suma de dinero fantástica, milmillonaria, incalculable.
Mañana, tarde y noche la mofletuda estampa y los decires del señor presidente, que estuvo a punto de perder las elecciones del 2013 cuando la base electoral que le dejó Chávez se le fue por un sumidero, bombardean sin clemencia a la población venezolana.
Irrumpe antes del desayuno, el almuerzo y la cena en las cadenas televisadas, nos acecha a cada paso desde los postes donde hoy cuelgan sus afiches, se obliga a los niños a recitarle y son muchas las víctimas de las propias barrabasadas del héroe que rinden su tributo de lágrimas y mocos por el inmenso corazón de Nicolás. Un gran corazón que, bono a bono, se desborda en generosidad cada vez más inútil y empobrecedora.
De cara a las elecciones presidenciales, una de sus ventajas es haber hilado las campañas de la constituyente, la elección de gobernadores y de alcaldes en una fórmula continua en la que él es la figura protagónica, como gran dispensador de chambas, empleos, grados militares, becas, misiones y los infaltables bonos: el de los Reyes Magos, es de Las Negritas en carnavales, el del Nazareno de San Pablo en Semana Santa. La gran misión raspado de olla nacional.
Coyunturas que no se doblan a fuerza de dádivas, tienen que hacerlo por el garrote: las presiones, el despido, el traslado arbitrario, el acoso en el sitio del trabajo, como pidió hacerlo hace poco el descocado presidente de Pdvsa. Tras las victorias electorales de las que tanto se ufana el chavismo hay la mayor antología de ventajismos, abusos e ilegalidades electorales que la historia conoce.
Cada día un acto de campaña es la estrategia escogida, mientras la oposición permanece enredada en sus divisiones y el laberinto de condiciones adversas que diseña el mismo comando del candidato oficialista.
Sin embargo, tras cada acto público aflora la realidad que lo condena: un país reducido a una legión de menesterosos que la revolución quiere convertir, paradójicamente, en base de apoyo electoral inextinguible mientras los mata de hambre.
Dice la crónica periodística que el jueves en la plaza Bolívar, “personas hambrientas, niños, mujeres embarazadas, abuelos que hacían cola para que les dieran una arepa luego del acto presidencial en la céntrica plaza caraqueña comenzaron a reclamar porque personal ministerial se llevaba en bolsas negras lo que ellos presumían era alimentos”. Cuando vieron frustradas sus esperanzas de conseguir un bocado, intentaron asaltar el camión donde se llevaban los restos de los mendrugos.
Tras 19 años de destrucción de Venezuela, Maduro está en franca minoría y él y su entorno lo saben perfectamente. Por eso burlan una y otra vez las exigencias que se hacen en la mesa de diálogo por parte de la oposición para lograr unas condiciones electorales medianamente decentes.
Si las vías que deben conducir a unas elecciones limpias, transparentes, fueran una red de tuberías, en estas han instalado llaves de paso cerradas y otras por cerrarse. Pero el descontento popular es un torrente potencialmente capaz de reventar la perversa estructura hidráulica con la que la dictadura está segura de burlar la voluntad mayoritaria de los venezolanos de salir de esta desgracia.
La oposición es mucho más que los partidos políticos, pero ellos siguen siendo la principal plataforma para organizar la lucha electoral con candidato partidista o el outsider cuya palabra sigue en suspenso. La dictadura no se salvará de una derrota si las fuerzas opositoras son capaces de actuar con la claridad, desprendimiento y la enérgica decisión que demanda el momento histórico.
Deja un comentario