Dietas, cultura, salud y feliz navidad 2024, por Marianella Herrera Cuenca
2424X: @mherreradef
Recordaba yo, por estas fechas que hace unos años atrás en una fiesta decembrina en Caracas, una señora me pregunto qué opinaba yo de la dieta keto y yo le respondí: cuando es necesaria es una maravilla, (ejemplo en pacientes con epilepsia) pero hacerla por adelgazar un par de kilos no, porque te vas a consumir los músculos sin ninguna necesidad. La señora, se molestó mucho y me dijo palabras más, palabras menos que me quedara ayudando a mis comunidades en Caracas, que yo de eso si sabía.
Me dio mucha gracia la «pataleta» de la señora, sin embargo, le agradezco el haberme puesto a reflexionar sobre varias cosas. La primera, en una fiesta no hables de política, sexo, religión ….. o tendencia nutricional, porque a mí me criaron así y aquí estoy, o eso lo hago yo siempre y me siento cheverísimo. La segunda, darnos cuenta, de lo individual y que no necesariamente lo que es bueno para mi es bueno y resulta para el otro.
Desde aquel episodio, he visto verdaderos altercados entre gente (en muchas partes del mundo, particularmente en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica, defendiendo su patrón de alimentación). El vegano no quiere ni escuchar sobre otra manera de alimentarse, el carnívoro tampoco, el pesquetariano igual, cayendo entonces en una polarización que recuerda a la política.
Y si de suplementos nutricionales se trata, todo el mundo consume magnesio porque el doctor de Instagram lo recomienda, hay que dejar de consumir leche porque es dañina y te da «alergia», y me permito corregir, las alergias a la leche no son frecuentes, lo que sí es más frecuente es la intolerancia a la lactosa y quien la tiene debe buscar una alternativa, pero la leche es un alimento estratégico en políticas públicas y cuéntenme sus opiniones sobre un programa tan exitoso como lo fue el vaso de leche escolar, por el cual ahora, Venezuela anhela y suspira que regrese.
Tengo ya más de 30 años en el mundo de la nutrición, y recuerdo perfectamente el día en que lo decidí, en el consultorio del ambulatorio Dr. Alfredo Borjas del Barrio La Vega en Caracas. Tenía a mi cargo, como médico rural, unas comunidades donde la mayoría de los padecimientos estaban asociados a la nutrición inadecuada y recién graduada de la escuela de medicina Luis Razetti de la UCV, con todos mis conocimientos disponibles para ayudar a la gente me encontraba con un obstáculo importante: la manera de comer.
Intenté, dar mis primeros talleres sobre nutrición en aquel momento, pero me encontraba con el obstáculo de lo económico, la gente no podía acceder a comidas más nutritivas y saludables, por fortuna existía el PAMI con su leche para las embarazadas que aun cuando imperfecto, cumplía su misión.
30 años más tarde, el entendimiento de los determinantes sociales de la salud y nutrición, los avances en el conocimiento de la importancia de la conducta alimentaria, de la influencia de la epigenética (cambios temporales en el ADN) a consecuencia de la alimentación inadecuada en periodos críticos del crecimiento y desarrollo, y muy importante las bases de la cultura alimentaria y la despensa originaria que nos da la identidad nacional y hasta regional, deben considerarse para elaborar un plan de alimentación, individual o colectivo, cosa que no va a ocurrir dentro del cálido ambiente de una fiesta decembrina con gaitas de Guaco, cantando «pastelero» como sound track.
Al escribir estas líneas estamos ya en vísperas de la celebración navideña y como venezolana recuerdo los esfuerzos que hacía en alguna situación por indicarles a mis pacientes (en aquel momento hacia yo práctica de nutrición clínica) una manera de sobrevivir a las navidades venezolanas, con los excesos que en aquellos momentos podíamos permitirnos: cambiar la papa de la ensalada de gallina por chayota (menos calórica) en lugar de mayonesa solamente, mézclala con yogur para también bajar las calorías y añadir otros nutrientes (ojo esto es válido nutricionalmente hablando y particularmente si una persona lo requiere, como lo requerían allá y entonces).
Pero les cuento, no es fácil cambiar la cultura alimentaria, porque la cultura de alimentarse como uno lo hace, responde a siglos de poner en los fogones lo que hay disponible en la despensa local, responde a entender que la hallaca (para el caso de la hallaca) se convirtió en gran medida en una comida festiva desde la incorporación de la mujer al mercado de trabajo venezolano y además queda entendido que la mejor hallaca la hace mi mamá.
Las hallacas nos dan la sensación de país y de identidad donde quiera que estemos, son una referencia de las navidades venezolanas que huelen no a pino o a canela, las navidades venezolanas huelen a hoja de plátano y a familia en torno a la mesa preparando hallacas que por cierto, tiene un impacto positivo en la salud al armonizar el ambiente familiar, fomentar la socialización y disminuir el stress que es un componente fundamental del bienestar.
Una hallaca pequeña tiene unas 700 calorías aproximadamente (no hay nada más difícil que calcular estas calorías) y es fuente de proteínas de origen animal, hierro y otros nutrientes, así que tampoco es tan «mala» y comerlas en moderación durante la temporada decembrina puede ser un puente entre lo social, nutricional-antropológico y nostálgico-cultural para los que pasamos navidades fuera de Venezuela con añoranza.
Finalmente les comparto este hallazgo del Estudio Latinoamericano de Nutrición y Salud (Elans) del cual formo parte desde hace 10 años: en el último artículo sobre consumo de grasas en los países Elans (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú y Venezuela) se reportó, que dicho consumo se encuentra dentro de las recomendaciones nutricionales y lo que hay que mejorar es el consumo de las grasas monoinsaturadas, disminuir el consumo de grasas saturadas y mantener el consumo de las grasas poliinsaturadas.
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Y si el objetivo es aumentar el consumo de las monoinsaturadas, no es precisamente pidiéndole a la población que aumente la ingesta de aceite de oliva tan costoso en Venezuela y Latinoamérica, a la vez que no es representativo de nuestra cultura. En cambio, promover más el consumo de aguacate e insistir para que la gente con esas preciosas matas de esa «joya» en su casa lo utilicen en las maravillosas recetas locales, seria espectacular.
En fin, que las dietas, la cultura y la salud están interconectadas, ¡ahora y siempre y aun en las fiestas! Felices fiestas a todos, aquí, allá, y donde quiera que te encuentres haciendo tus hallacas, en modo familiar. ¡Salud, por un 2025 con hallacas para todos!
Marianella Herrera Cuenca es MD PhD en Nutrición. Integrante de la Fundación Bengoa para la Alimentación y Nutrición y del Observatorio Venezolano de la Salud.
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