Dios es de celofán, por Carolina Espada
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Es como un envoplast, una película, una pakita, una membrana finísima que nos contiene. Es redondo. Redondazo. Transparente, pero opaco. Es una especie de planeta, de pecera blanda (a veces un tanto ovalada dependiendo de las catástrofes internas). Es un globo acuoso que nos contiene. Nosotros estamos adentro flotando, nadando, surfeando, evadiendo escollos, estrellándonos inevitablemente contra esos mismos escollos, sobreviviendo. Muriendo. No es un Dios bueno, justo, amable. Él tiene todo eso y, también, maldad, desigualdad, indolencia. Así viene el paquete, el combo divino. Cajita feliz. Cajita infeliz. Depende. Y así hay que asumirlo. Hay muerte y hay vida. Hay penas y hay dicha. Hay pececitos dorados amorosos y barracudas agresivos. Allí estamos contenidos. Tenemos que sortear los miuras ensangrentados; abrazarnos a una oveja. Así es la divinidad. Así es la vida. Es más grande que uno mismo, porque ese Dios nos contiene, evita que nos desparramemos y nos compensa. Contención. Nos contenemos a nosotros mismos y hay algo mayor que nos contiene a todos. No es la fuerza de gravedad. Dios no tiene gravedad. No hay un arriba ni un abajo. Hay un alrededor. Y nosotros estamos adentro con huracanes, atardeceres, terremotos, amaneceres. Hay batallas sangrientas y hay treguas nacaradas. Hay muchos odios y un sinfín de amores.
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No hay Padres Nuestros ni Aves Marías. Hay «Tiempo para todo»: Eclesiastés (3. del 1 al 8). Oremos:
1 Todo tiene su momento, y cada cosa tiene su tiempo bajo el cielo:
2 Su tiempo el nacer, y su tiempo el morir;
su tiempo el plantar, y su tiempo el arrancar lo plantado;
3 Su tiempo el matar, y su tiempo el sanar;
su tiempo el destruir y su tiempo el edificar.
4 Su tiempo el llorar y su tiempo el reír;
su tiempo el lamentarse y su tiempo el danzar.
5 Su tiempo el lanzar piedras, y su tiempo el recogerlas;
su tiempo el abrazarse, y su tiempo el separarse.
6 Su tiempo el buscar y su tiempo el perder;
su tiempo el guardar y su tiempo el botar;
7 Su tiempo el rasgar y su tiempo el coser;
su tiempo el callar y su tiempo el hablar.
8 Su tiempo el amar y su tiempo el odiar;
su tiempo la guerra y su tiempo la paz.
Palabra de Dios, que es elástico y delicado y nos envuelve, nos cubre, nos protege.
Hay hedores y perfumes; hay dolor y gozo; hay enemigos y amigos del alma; hay egoísmo y agradecimiento; hay desilusión y esperanza.
Ésa es la palabra de Dios. Alabado sea el Celofán Nuestro de Cada Día.
Seamos todos contenidos en su Nombre.
Carolina Espada es Escritora.
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