Dioses ludópatas, por Marcial Fonseca
Twitter: @marcialfonseca
Las verdades que encierra la Biblia son mucho más de lo que el ser humano ha logrado desentrañar; o quizás sería mejor decir, sabemos lo que ciertas entidades quieren que sepamos.
En el primer libro se habla de la cronología de la creación de la vida por Elohim, al cual más tarde llamarían Dios, Alá, Él ES, Yo Soy Quien Soy[1], Jehová; hasta Señor; aunque esta última fue reservada posteriormente a otro dios, hijo de un dios; que luego fue finamente hilado hasta llegar a la Trinidad.
Ya en este primer libro ocurrió un cambio fundamental. Elohim se traduce como los dioses; y es que las tareas para crear vida es un esfuerzo de varios dioses; y es tan complicado, que el ser humano, en los últimos instantes de su vida, comparado con los 14 mil millones que tienen los dioses practicando en la tierra, apenas ha logrado descubrir cómo funciona el mundo, y ni siquiera se le ha ocurrido adentrarse en el origen de la vida.
Los primeros intentos de los dioses se limitaron a vida vegetal sencilla. Luego, ellos decidieron introducir vida animal; con propiedades del paraíso: vida eterna, ausencia de enfermedades; por ello, las creaciones debían vivir en la mediocridad inherente a una vida donde no puede pasar nada que dañe la existencia. Si, empero, había una muerte virtual: lo fastidioso de lo eterno hacía que los seres entraran en un estado letárgico que hacía que ellos lucieran como muertos no putrefactos.
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Describamos este mundo. Los dioses habían querido que la muerte tenía que estar ausente en todas sus formas; y como la más común de ella era la muerte fortuita, la vida estaba basada en que los accidentes no existían; y esto se lograba porque todo los vivientes flotaban, no se posaban en la superficie del planeta; los animales, para dormir se ubicaban debajo de cualquier saliente; por supuesto, todas las secreciones externas vegetales y animales también flotaban.
Los dioses, luego de millones de años, y de una atmosfera compacta de vida y de material de desecho, decidieron tener un mundo más limpio.
Una deidad dijo que tenía la solución, introducir completamente el espacio-tiempo, con lo cual daría luz a la atracción real entre las masas y por ello a la gravedad; con varias consecuencias, desaparecería la suciedad en el aire, que ya era consustancial con los seres que vivían en la tierra, o mejor dicho en el aire; la gravedad daría paso a cambios en la orografía, y esto traería como consecuencia la introducción de la muerte; o habría que vivir, si se permitía la inmortalidad, con una población de lisiados[2]. Al principio, no aceptaron la muerte; aunque rápidamente se arrepintieron y la introdujeron. Los dioses se dieron cuenta de que convendría introducir vida animal más compleja y con libre albedrio.
Y así fue, y es lo que nos cuenta Génesis. La muerte llegó en todas sus formas; surgió la pareja presa-depredador, y con la llegada del ser humano, la relación presa-depredador perdió su sentido biológico; y de los avatares de la existencia nació la necesidad de creer en vida después de la muerte.
Todo lo anterior quedó oculto al singularizar a Elohim, y de hecho mucho de lo contado arriba fue suprimido por los septuagintos cuando agruparon las historias que conocemos como la Biblia. Les pareció que varios dioses lucían muy juguetones, y débiles, como haciendo experimentos con nosotros. Este ocultamiento de la pluralidad teocrática dio sus frutos; de ello salieron las tres religiones monoteístas más importantes de la humanidad; judaísmo, cristianismo e islamismo.
Así, milenios atrás vivían varios pueblos en lo que es hoy día el Cercano Oriente. Ellos sabían que había varios dioses. Su líder, Moisés, consideró que su liderazgo perdía coherencia con una multitud de deidades y dio con la idea un Dios único, poderoso y sangriento, con lo que dio paso a la concepción monoteísta y nació el judaísmo; para la muerte, contrapusieron la llegada de un Mesías. Como en una profecía autocumplida, un hombre de Galilea se proclamó el Elegido. Su labor fue tan extraordinaria que sus seguidores conquistaron el Imperio Romano en apenas tres siglos. Nació el cristianismo; su esperanza, la parusía; esto es, el Mesías regresará.
Los vecinos de los judíos, los árabes, seguían sin sentar cabeza, y en el siglo VII surgió un líder, Mahoma, que vio que el triunfo de sus enemigos se debía al monoteísmo, lo introdujo en su pueblo y brotó el islam. Su esperanza, un paraíso celestial, con huríes incluidas, para quienes lucharan y murieran por su creencia.
[1] Fonseca, M. (2010). Los mandamientos de Moisés (2da). Amazon
[2] Es sabido que en un famoso museo londinense hay unas tablillas que no fueron aceptadas como parte integrante de la Biblia. Se cree que JLB tuvo acceso a ese material y la descripción de un pueblo lleno de lisiados por ausencia de la muerte fue la inspiración para su relato Los inmortales.
Marcial Fonseca es ingeniero y escritor.
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