Discriminación, paralelismos y riesgos de la flexibilización, por Luis Manuel Esculpi
En más de 40 ciudades de los Estados Unidos se intensificaron las protestas el pasado fin de semana, muchas de ellas no exentas de la realización de actos vandálicos. Se expandieron durante varios días a raíz de la muerte de George Floyd un hombre negro asesinado por un policía en Indianápolis. Las manifestaciones contra el racismo continuaron pese al toque de queda existente.
La prensa reseñó que el Presidente Donald Trump se refugió en un búnker en la misma Casa Blanca. En paralelo las redes sociales afines al oficialismo y VTV dedicaron importantes espacios a reseñar esas protestas y a censurar el racismo y la represión, ignorando totalmente lo que sucede acá en Venezuela con las manifestaciones populares ocasionada por el hambre y la gravísima crisis de los servicios públicos.
Mientras los manifestantes norteamericanos pueden hacer sentir su protesta en las proximidades de la Casa Blanca, en nuestro país están prácticamente prohibidas las movilizaciones en el municipio Libertador de la capital y resulta realmente imposible hacerlo en las proximidades del Palacio de Miraflores. Con tal disociación valdría recordar el adagio «ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga que está en el propio».
El régimen de Maduro también ha ignorado las denuncias, que han trascendido hasta las organizaciones internacionales de Derechos humanos, de la cantidad de crímenes cometidos por los organismos policiales en las barriadas populares.
La discriminación se ha hecho rutina, desde que se impuso el denominado carnet de la Patria, se han venido otorgando beneficios económicos exclusivamente a los poseedores de esa identificación, en los recientes anuncios de precios desproporcionados y diferenciales de la gasolina, para acceder al combustible que no tiene fijado el precio a nivel del precio internacional, se ha establecido como requisito el tener el referido carnet, operando como un nuevo elemento discriminador cuando el documento que nos iguala como ciudadanos es únicamente la cédula de identidad.
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El otro anuncio importante de estos días, fue el de las medidas adoptadas para flexibilizar la cuarentena, proceso que con sus variantes ha venido adelantándose en otros países, principalmente en aquellos lugares donde la pandemia ha llegado a su punto máximo, en cuanto al nivel de contagios y de fallecidos, aunque en algunos han aparecido nuevos brotes, tal es el caso de ciertas zonas de España y de Corea.
Nuestra situación es sumamente distinta, hemos observado con preocupación como en la segunda quincena del mes pasado, ascendió de manera significativa el número de contagiados, si bien aún ese aumento no ha sido exponencial como el experimentado en Europa, Estados Unidos y ahora en esta parte del continente, especialmente en países vecinos, hay que tomar muy en cuenta que instituciones como la Academia de Ciencias y algunos médicos especialistas, pronostican una situación sumamente comprometida para este y el próximo mes, situación que por supuesto no deseamos, en virtud del estado crítico de la atención hospitalaria y de los servicios de salud en Venezuela.
El régimen optó por una fórmula semejante a la diseñada por un grupo de científicos del instituto Weizmann de Israel, basado en un modelo matemático según el cual se trabaja cuatro días y se guarda cuarentena durante diez días.
La variable adoptada –que no sería aplicable en los municipios fronterizos– en nuestro caso, es en los días laborables que serían cinco, en lugar de cuatro, manteniendo igual el de diez en cuarentena.
Por las razones antes expuestas los riesgos de la flexibilización, es que ella se va a iniciar no en el momento de contención de la propagación del virus, ni de «aplanamiento de la curva», sino en la etapa en la cual comienza el aumento de los contagios, aún si no se cumplen los pronósticos señalados, el peligro continúa presente, de manera que está planteado el riguroso cumplimiento de las medidas preventivas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud, el obligatorio uso del tapabocas, el lavado de las manos y el distanciamiento social, son exigencias que deben ser cumplidas en su totalidad y no con la flexibilidad y tolerancia, mostradas en algunas zonas de mucha concentración, como ha ocurrido hasta ahora.
No habiendo desaparecidos los riesgos del covid-19, el estricto cumplimiento de esas normas pueden ser un factor clave en la disminución de los peligros del presente.