Disculpas, por Paulina Gamus
Twitter: @Paugamus
Hay diferentes tipos de disculpas: sinceras, hipócritas, protocolares (que suelen ser hipócritas), obligadas, tardías. Lo más importante es si quien ha sido ofendido, agraviado, vilipendiado, humillado o herido las acepta. Por alguna razón que desconozco los temas que elijo para esta columna muchas veces me llevan a una película cuyo argumento guarda relación con los mismos.
En este caso se trata de la película «El Insulto» , del director libanés Ziad Doueiri, que en 2017 estuvo nominada al Oscar como mejor película en habla extranjera. Los protagonistas son Tony Hanna, un libanés cristiano que vive en Beirut y sufre el trauma de la masacre de Darmour, en la que centenares de cristianos fueron asesinados por la O.L.P. (Organización para la Liberación de Palestina) en 1976 cuando Tony era un niño. El otro es Yasser Salameth, un refugiado palestino que trabaja para la municipalidad como maestro de obras. Mientras Yasser labora con su cuadrilla en la calle donde vive Tony, éste al regar las plantas de su jardinera, arroja agua sobre Yasser. No solo no hay disculpas por parte de Tony sino que en medio de la disputa con el obrero palestino Tony, el cristiano, le dice: «Ojalá Ariel Sharon hubiera acabado con todos los palestinos».
Yasser no soporta el agravio, van a juicio, el incidente se transforma en un manjar para la demagogia de distintos bandos en disputa, se desatan odios y violencia. Muchos tratan de sacarle provecho político al problema que se transforma en un drama nacional y aviva la xenofobia anti palestina. Y al fin lo único que quería el palestino Yasser era que el cristiano Tony se disculpara. La película está disponible en Youtube doblada por españoles.
Hay disculpas tardías, incluso las que se ofrecen por crímenes cometidos siglos atrás por antepasados remotos de actuales gobernantes. En tales casos las disculpas son también formas de arrepentimiento y quizá de limpiar conciencias e imagen.
Tal es el caso de la llamada Ley del Retorno de los Sefardíes promulgada por el Rey Felipe VI de España en 2015 con vigencia hasta 2020. Este fue el Preámbulo de la Ley: «Se denomina sefardíes a los judíos que vivieron en la Península Ibérica y, en particular, a sus descendientes, aquéllos que tras los Edictos de 1492 que compelían a la conversión forzosa o a la expulsión tomaron esta drástica vía. Tal denominación procede de la voz «Sefarad», palabra con la que se conoce a España en lengua hebrea, tanto clásica como contemporánea. En verdad, la presencia judía en tierras ibéricas era firme y milenaria, palpable aún hoy en vestigios de verbo y de piedra. Sin embargo, y por imperativo de la historia, los judíos volvieron a emprender los caminos de la diáspora, agregándose o fundando comunidades nuevas sobre todo en el norte de África, en los Balcanes y en el Imperio Otomano….»
Más recientemente, desde el 27 de octubre de este año 2022, España ha decidido disculparse con los descendientes de exiliados víctimas de la dictadura franquista y, como reparación les otorgará por ley la nacionalidad española: «En definitiva, la presente Ley quiere contribuir a cerrar heridas todavía abiertas en los españoles y a dar satisfacción a los ciudadanos que sufrieron, directamente o en la persona de sus familiares, las consecuencias de la tragedia de la Guerra Civil o de la represión de la Dictadura…. No es tarea del legislador implantar una determinada memoria colectiva. Pero sí es deber del legislador, y cometido de la ley, reparar a las víctimas, consagrar y proteger, con el máximo vigor normativo, el derecho a la memoria personal y familiar como expresión de plena ciudadanía democrática, fomentar los valores constitucionales y promover el conocimiento y la reflexión sobre nuestro pasado, para evitar que se repitan.
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Las disculpas protocolares , como ya dijimos, suelen ser hipócritas. Por ejemplo la del embajador de Colombia en Venezuela, Armando Benedetti, quien llamó pendejo a Juan Guaidó. Eso no significa que haya dejado de creer que Guaidó es un pendejo, significa que el presidente Petro, que ha demostrado hasta ahora ser más equilibrado y sensato de lo que muchos creían, lo obligó a regresar a sus sentidos y a conocer el comportamiento de un diplomático.
¿Pero qué decir de quiénes no solo no se disculpan sino que después de que insultan, ofenden y despotrican contra alguien, lo saludan y lo tratan como si fuera su nuevo mejor amigo? Tal es el caso de Nicolás Maduro quien hace tres años tildó públicamente al presidente francés Emmanuel Macron de «pelele de Trump y sicario de la oligarquía financiera contratado para destruir a Francia». En la reciente Cumbre mundial del Clima, celebrada en Egipto, Maduro fue al encuentro de Macron. ¿Acaso le dijo perdone usted me equivoqué, fue sin querer, no era mi intención ofenderlo, me disculpo? Nada de eso, un jefe que se precie de serlo no se disculpa. Simplemente se hace el loco, le pregunta a Macron como está, en un francés machucado, y lo invita a venir a Venezuela. ¡Chapeau!