Maestros venezolanos disfrutan enseñar, pero huyen decepcionados
Bajos sueldos, falta de condiciones y beneficios, y mejores oportunidades en otras áreas e incluso en otros países, son algunas de las razones por la que los profesores consultados por TalCual no están en las aulas del país
Carla Zambrano Caballero
Nidia Chacón impartió clases durante 25 años en Educación media general en el estado Táchira. Hoy tiene un empleo en una heladería en la población de Táriba donde hace de todo: limpia, atiende y prepara la crema para los helados. «Fui muy feliz dando clases, pero al final de los años uno se fue decepcionando. Pero cumplí con esa misión, cumplí con formar muchos profesionales», dice con nostalgia al recordar sus años de docencia, pero aclara que ya no le gustaría volver.
En la heladería trabaja cinco días a la semana y cuenta con un horario flexible. La profesora disfrutaba ejercer su profesión y enseñar a sus alumnos, pero destaca que su trabajo actual es «mejor que el Ministerio de Educación mil veces». Además, menciona que durante sus últimos años como docente se desencantó por la falta de beneficios para los educadores.
El pasado 8 de octubre, el ministro de Educación, Hector Rodríguez, anunció varios cambios en el sector educativo con el propósito de atender las fallas reportadas en escuelas y liceos. Entre las acciones anunciadas por el funcionario estuvo la invitación a los docentes jubilados a incorporarse a las aulas sin perder su condición y sus beneficios.
La medida se toma ante el déficit de docentes en áreas esenciales, como matemática, física y química. Déficit que reconoce Rodríguez y que, de acuerdo a la Federación Venezolana de Maestros (FVM) se ubica entre 50% y 60%.
La FVM afirma que hay más de 3 millones de niños fuera del sistema educativo y que a esto se le suma la falta de docentes. Esta ausencia se debe a la falta de aumento salarial, el no tener seguridad social y la crisis alimentaria, entre otros problemas, que generan «un malestar general de todos los trabajadores educativos».
Jubilados o no, muchos profesores han decidido dejar de trabajar en su área. Vigilantes, vendedores, secretarias, emprendedores, cualquier otro trabajo representa una mejora de su salario en comparación con el ejercicio de la docencia.
De acuerdo con el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM), el salario promedio de un docente es de Bs 798 (20 dólares al 21 de octubre) y según los cálculos de la organización, necesitan cerca de 28.6 salarios promedio para cubrir el costo de la canasta alimentaria familiar.
*Lea también: Maestros jubilados dejan «en visto» a Héctor Rodríguez: exigen aumento y seguridad social
La influencia de la diáspora
Entre los ocho millones de migrantes hay muchos profesores y maestros que salieron del país en busca de una mejor calidad de vida. Hoy, estos docentes hacen falta en las aulas.
Anthony Ramírez es del Táchira, tiene 33 años y daba clases de matemática y física. Migró a Argentina en 2018 impulsado por el bajo salario y la falta de estabilidad económica que tenía en el país. Un año antes de irse, había dejado de dar clases y estaba realizando otros trabajos que le permitían tener un mayor sueldo y una mejor calidad de vida, para él y sus papás.
Actualmente, vive en Palermo. Ha tenido muchos y variados trabajos. En este momento, tras mucho esfuerzo, se desempeña como asesor de Mercado Pago. Aunque comenta que no ha sido sencillo, después de seis años en Buenos Aires, ha conseguido la estabilidad que quería y ha visto una mejora en su vida, además, desde allí ayuda a su familia.
No ha vuelto a dar clases, aunque lo ha pensado un par de veces. Si pudiera, seguiría enseñando, pues es algo que disfruta hacer y es su profesión, pero para dar clases en Argentina, tendría que estudiar un par de años y no puede permitírselo.
Apenas pudo ejercer su carrera durante 7 años, antes de verse forzado a renunciar y buscar otras fuentes de ingreso. Aun así, afirma que, de regresar al país, volvería a ejercer.
Nathaly Moreno, de 34 años, es profesora de educación media general, capacitada para dar materias como Educación familiar y ciudadana, Artística, Filosofía e Instrucción premilitar. Trabajó durante 10 años como profesora y hoy vive en Estados Unidos. Allí trabaja como asistente de manager en una compañía de casas vacacionales.
En aquel entonces, cuando trabajaba como docente, tenía otros dos trabajos para poder vivir «medianamente cómodos»: uno como asesora en dificultades del aprendizaje en la Castellana Country Club y otro como profesora en el Instituto Universitario de la Frontera (Iufront).
Para ella, un maestro tiene que «educar para la vida, ir más allá» y de esta manera ayudar a reconstruir un país que «vuelva a soñar y tener fe en que la educación es el futuro de un país. No como ahora que lamentablemente las aulas están vacías».
Otro factor que obligó a Nathaly a migrar desde el Táchira a Estados Unidos fue la inseguridad y las amenazas. Su esposo trabajaba para un ente del Estado y sus superiores lo amenazaban constantemente: no podían opinar contra el gobierno, eran obligados a acudir a marchas y actividades políticas bajo amenaza de despido si no asistían.
¿Volver a las aulas?
Estén dentro o fuera del país, jubilados o no, los profesores consultados por TalCual comentan que, aunque están orgullosos de su trabajo como educadores, no volverían a las aulas en las condiciones actuales.
*Lea también: Año escolar 2024-2025 empieza con 925 días sin aumento salarial para maestros
Amelis Núñez trabajó en preescolares y escuelas por más de 20 años. Se graduó en el Instituto Pedagógico de Miranda «José Manuel Siso Martínez» como profesora especialista de educación preescolar y tiene un posgrado en Planificación y evaluación de la educación.
Nuñez no lo pensó dos veces antes de jubilarse con 78% de las prestaciones porque los costos del transporte -el traslado desde su casa en los Valles del Tuy a Caracas-, los problemas de salud que le ocasionaba madrugar todos los días y el salario tan bajo le hacían imposible continuar trabajando.
«Si pagaba pasaje, no comía, no pagaba servicios ni nada más», comenta la docente al hablar del sueldo.
Para Núñez, los motivos por los que no volvería a las aulas públicas son la constante violación de derechos, el sistema que «nos arrebató tantos beneficios» y «el enfrentar cada día los atropellos de gente sin preparación». Además, mantiene que esa situación afecta emocionalmente a los docentes de vocación.
En otras circunstancias, Amelis aclara que no le importaría regresar, pero «¿quién va a regresar a un sistema que no te brinda un salario digno, donde no tienes ningún tipo de beneficio?», se pregunta.
En medio de la necesidad y con más de 925 días sin aumento salarial, los docentes exigen mejoras, beneficios y condiciones adecuadas para volver a las aulas, mientras buscan otras fuentes de ingreso para poder vivir.