Disparos y Disparates, por Teodoro Petkoff
Gobierno y oposición deben decirle al país, con sus actos, si lo de la Mesa de Negociación es en serio o si no es más que una simulación, mientras cada parte trata de buscar desesperadamente el lucky punch que saque del juego al contrario. Porque negociar en serio es poco compatible con un continuo escalamiento (por cierto, más en las palabras que en los hechos) del conflicto. Para que en la Mesa se pueda avanzar es conveniente que las partes desescalen el conflicto o, por lo menos, no le suban el volumen cada día. Es bien difícil llegar a un acuerdo si en el entorno de la Mesa (donde la relación entre los interlocutores es bastante civilizada), lo que está teniendo lugar es un torneo de injurias y de «iniciativas» que continuamente están doblando la apuesta y creando supuestas situaciones «sin retorno».
Este intercambio de disparates debería cesar. Contra la «desobediencia tributaria», intervención de la banca. Contra ésta, no pagar electricidad y agua. Chávez retorna a sus irritantes cadenas, con amenazas de todo tipo, entre ellas la de revocar la concesión a los canales de televisión. Y así sucesivamente, en una justa más bien palabrera y de «quítame la pajita del hombro», que poco o nada se concreta en los hechos (porque ninguno de los bandos tiene medios para materializar sus disposiciones), pero que está dejando sin oxígeno a la búsqueda de soluciones acordadas y está creando una atmósfera, cada vez más espesa, de irremediable fracaso de las negociaciones. Las posturas moderadas están literalmente acorraladas por el talibanismo. Es la hora de los «duros».
Contra esto insurge hoy Claudio Fermín en declaraciones para TalCual (página 4), en un llamado a la cordura y a derrotar el «radicalismo». Dice Claudio, como conclusión de sus importantes consideraciones: «Es hora de dejar de hablar para las gradas, es hora de buscar un acuerdo y todos los acuerdos tienen un costo. El costo es el disgusto de los más radicales, ese es el costo histórico de los acuerdos. O nosotros nos dejamos liderar por los fanáticos de ambos lados o buscamos un acuerdo y necesariamente tendrán que ser sacrificados históricamente aquellos que apostaban al exterminio del contrario».
En este sentido parece imperativo que los sectores moderados (en este caso de la oposición, que es un asunto que nos interesa particularmente a los adversarios del gobierno) articulen su acción para crear una suerte de masa crítica que permita rescatar la condición dirigente de la Coordinadora, hoy transformada en una mera «franquicia» en cuyo nombre actúan algunos cenáculos donde se toman las verdaderas decisiones, impuestas luego, inapelablemente, a través de los mismos medios de comunicación que contribuyen a diseñarlas. Conversando con importantes dirigentes del sector industrial pudimos enterarnos de que disposiciones como las de no pagar impuestos o no pagar electricidad y agua, las había conocido este sector (que aporta el 12% del PIB y que junto con el petrolero es el que se ha echado en los hombros el paro) oyendo a Carlos Ortega por televisión. ¿Quién decidió esto? ¿En qué sede dirigente se dispuso esto? No es un asunto baladí. Este país se ha venido jugando su destino y millones de personas tienen el derecho de saber quién y cómo está manipulando su suerte. Porque esos millones son los mismos que el 12 de abril vieron cómo su esfuerzo, su lucha y su disposición al sacrificio habían sido confiscados por un cenáculo golpista que en 24 horas cometió una suma tal de errores que trajo otra vez a Hugo Chávez al poder.