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Donald Trump y el bipartidismo, por Wilfredo Velásquez R.



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Twitter suspende la cuenta de Donald Trump
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Opinión TalCual | noviembre 16, 2020

Twitter: @wilvelasquez


La irrupción de Donald Trump en la política norteamericana recrudeció la pasión mundial por las teorías conspirativas.

Su llegada al poder contra todo pronóstico no solo significó la derrota de los demócratas representados por Barack Obama y la pareja Clinton, los grandes derrotados fueron los medios de comunicación, los dueños de las redes y las grandes encuestadoras.

En las elecciones 2020, quizás no derrotó a los actores políticos, ni a Joe Bidem, ni a Kamala Harris y los Clinton y Obama se hicieron con el trofeo gubernamental, pero nuevamente dejó en evidencia a los medios, a las redes sociales y a las encuestadoras.

Gracias a la gran difusión de las teorías conspirativas, hasta el más desprevenido ciudadano medianamente informado, sabe que por sobre los partidos políticos y sus dirigentes, existe un estado profundo que representa los grandes capitales mundiales con carácter supranacional y que son quienes terminan decidiendo que partido, cual candidato y que políticas deben imponer y ejecutar los principales gobiernos del mundo para favorecer sus inversiones en detrimento de la humanidad y del medio ambiente.

Es común que los políticos de los países desarrollados comprometan sus carreras con los operadores ocultos del supra gobierno mundial que actualmente denominan el estado profundo, igualmente pasa con el sector militar y la industria armamentista.

El caso de Donald Trump es atípico, por eso es considerado un outsider de la política, su vida siempre estuvo vinculada al mundo empresarial sin relaciones conocidas con la industria de la guerra, seguramente como empresario financió a demócratas y a republicanos, como suelen hacer los grandes capitales.

Si algo define a Trump es su condición de hombre de negocios por encima de su rol político y en esta área fueron sus principales logros como presidente. Su actividad estuvo básicamente orientada al fortalecimiento económico de su país.

El mundo pareciera sorprendido porque Estados Unidos pasó cuatro años sin iniciar nuevos conflictos armados en el mundo y que su gobierno avanzara significativamente en la búsqueda de acuerdos de paz. Un cuatrienio de paz es mucho para quienes tienen en la guerra su principal área de negocios. No podían permitirse otros cuatro años más. Trump en el gobierno significaba para la industria bélica norteamericana, un receso industrial y comercial muy largo, estos cuatro años sin nuevas guerras ha facilitado el avance ruso en el equipamiento mundial de las dictaduras emergentes, el fortalecimiento de los proyectos nucleares de Irán y Corea del Norte y que el músculo económico de esa alianza representado por China ocupe industrial y comercialmente buena parte del mundo occidental.

No es que Trump no ame la guerra, nunca bajó la confrontación con los enemigos del mundo occidental, inició la guerra comercial con China y sancionó a todos los países que amenazaron la economía norteamericana. Trump hizo la guerra a su modo, comercialmente atacó a los chinos que se convirtieron en la fábrica del mundo, pero también atacó a las multinacionales norteamericanas, tratando de obligarlas a que retornaran sus plantas industriales e invirtieran en territorio norteamericano y trató de obligarlas mediante la aplicación de aranceles a crear empleo en Estados Unidos.

*Lea también: Los medios y las elecciones de EEUU, por Gregorio Salazar

Igualmente atacó económica y financieramente a las dictaduras comunistas de Latinoamérica, cuando todo el mundo hablaba de invasiones o intervenciones militares, Trump optó por buscar el apoyo internacional a los pueblos sumidos en situaciones de emergencias humanitarias y por la aplicación de severas sanciones a esos regímenes y a sus representantes, como mecanismo para el restablecimiento de la democracia. Para Trump la intervención militar en Latinoamérica nunca fue una verdadera opción.

Evidentemente Donald Trump se convirtió en el enemigo número uno del supraestado que controla las corporaciones internacionales, la banca y los grandes capitales, las grandes industrias, entre ellas la militar, los laboratorios, los medios y las redes de comunicación social, quienes, en definitiva, son los que deciden el orden que debe regir el mundo.

Estos capitales por su misma naturaleza no podían permitir otro periodo de gobierno donde ellos no tuvieran el control.

Es difícil asumir la defensa de Trump, no es lo que pretendo ni tampoco hacer un análisis de la política norteamericana, pero sí quiero señalar que a Donald Trump lo atacaron tanto que terminaron convirtiéndolo en el más peligroso enemigo del bipartidismo en que se basa el sistema democrático estadounidense. Trump, después de confirmada su derrota, queda con un capital político que relativamente supera a demócratas y republicanos, sus ambiciones políticas hubieran concluido con otro periodo en la Casa Blanca, pero ahora, herido en su enorme ego, con un descomunal apoyo popular y con recursos puede crear la organización política que dé al traste con el bipartidismo.

Tres opciones tiene Donald Trump al abandonar la Casa Blanca, la primera retomar la dirección de sus negocios, que independientemente de lo que hayan hecho en el pasado, hoy pareciera que supo mantenerlos alejado de las contrataciones oficiales, al menos no permitió que quienes los manejan firmaran nuevos convenios internacionales y hasta tuvo el cuidada de contratar un asesor de ética para vigilar el desempeño de sus operaciones.

Si habla con la verdad sería el primer político en perder dinero mientras administraba un país, la segunda opción es que se dedique al medio televisivo y veamos una cadena Trump compitiendo agresivamente con los medios que tanto lo atacan, la tercera opción es que empiece desde ya a luchar por la nominación republicana a la candidatura o que prefiera crear el tercer partido de la democracia norteamericana, que represente y defienda lo que realmente piensa Donald Trump: Nacionalismo, protestantismo, anti-islamismo, anti-globalismo y el pragmatismo económico.

Wilfredo Velásquez es poeta.

 

TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo

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