¿Dónde comienza el bullying?, por Rafael Antonio Sanabria Martínez

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En estos últimos tiempos el bullying o acoso escolar se ha convertido en noticia a lo largo y ancho de la geografía nacional, en los medios radiales e impresos ocupa espacio importante, ya que afecta la sana convivencia en los ambientes escolares. Son muchos los especialistas que han salido de su zona de confort para difundir el mensaje, proporcionar orientaciones y alternativas para abordar la problemática.
Pareciera que las instituciones escolares son el epicentro de tal panorama, ciertamente allí pasan unas cuantas horas los jóvenes en interrelación con los otros, pero no necesariamente su origen se encuentra allí, su incidencia va más allá del contexto escolar, hay que hacer una revisión exhaustiva en la estructura familiar, porque todo lo que llega al aula de clase proviene de un hogar.
Debemos entender que la educación y los valores se forjan en casa, no en la escuela, por lo tanto ese flagelo llamado bullying viene de adentro, se cultiva desde el hogar a veces un tanto irresponsable, porque creyendo que etiquetando, apodando y sobrenombrando a los integrantes de la prole imaginamos que estamos haciendo una gracia y realmente lo que gestamos es un individuo frustrado e inseguro que luego va a la escuela y aplica como mecanismo de defensa el bullying.
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Entonces caben las preguntas de ¿quién siembra este valor en los niños? ¿Cuál es la primera escuela del niño? ¿Quiénes son sus primeros maestros? ¿Dónde el niño adquiere los valores? Las respuestas de estas interrogantes podrían darnos una visión general de la raíz del problema.
Nada se logra con llenar las paredes de carteles, dictar miles de charlas, hacer obras de teatro y pare de contar, si no se enfoca a la familia como la primera promotora de valores.
El acoso comienza en el hogar. No como erróneamente se ha dicho que es en la escuela, la escuela como siempre es la que fortalece todo. Pero el hogar es quien enseña.
Desde el primer momento que el hogar se empieza a llamar al niño «pichoncito», «ratoncito», «lorito», «periquito», «taponcito», «negrito», «chivito», tal vez lo hacen por cariño y afecto, pero desde allí en adelante aparece el bullying a carcomer la identidad del individuo y pasa factura cuando llega al ámbito escolar. Reitero de nuevo no es la escuela, es la familia la corresponsable de ese acoso que se fortalece en las instituciones escolares.
Debemos entender que los acosados en el hogar son los más crueles acosadores en el escenario escolar y no es tal vez por maldad, es porque es su mecanismo de defensa que han aprendido previamente en el hogar.
Mientras la familia sea miope y sorda, estaremos en presencia de un acelerado bullying en el contexto escolar. Es tarea de la prole revisar el caso del bullying, porque desde mi punto de vista es la promotora del mismo.
La burla no es un estado de nacimiento, es una situación que se va cultivando poco a poco en la personalidad del individuo, muchas de estas personas son de espíritu vacío, pues han crecido en un desierto de odios, envidias y rencores.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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