¿Y dónde está la oposición?, por: Armando J. Pernía
Autor: Armando J. Pernía | @ajpernia
En Maracaibo, por solo citar un ejemplo, no es que se va la luz de manera regular, sino que la luz llega eventualmente en algunos momentos del día. En Chacao, antes un municipio de lujo en Caracas, no es que el agua se va o la quitan, sino que llega como una concesión graciosa -y no es ironía- cuando y como a Hidrocapital le parece.
En Guanare, la capital de Portuguesa, se vive la tragedia del agua y la electricidad de forma simultánea, además de que la escasez de alimentos es especialmente aguda. Si hablamos de las penurias cotidianas que pasan los apureños, margariteños, cumaneses, larenses, barineses, tachirenses, guayaneses, merideños y todos los venezolanos que no viven en la capital o no tienen un enchufe para pegarse, tendríamos para escribir un artículo más largo que las viejas telenovelas. Y, ojo, no es que en Caracas no se pase trabajo, pero el gobierno se cuida más.
La pregunta concreta aquí es: ¿Y dónde está la oposición? Un estudio avalado por la Universidad de Harvard, y realizado por los economistas Miguel Ángel Santos y Douglas Barrios, advierte que la destrucción económica en Venezuela puede ser la más grave ocurrida en el mundo durante los últimos 50 años, salvo los casos extremos de Libia y Sudán.
Repito la pregunta: ¿Y dónde está la oposición? En medio de esta debacle, con una hiperinflación irracional en un mundo donde la inflación ya no es un problema -léase: el resto del planeta tiene una inflación promedio por debajo de 5% anual, según el Banco Mundial-, la oposición venezolana está engarzada en un debate teórico sobre el curso de acción para salir del gobierno.
La cosa es a lo Shakespeare: votar o no votar; he allí la cuestión. Si la dirigencia opositora pusiera un poco más de atención a lo que la gente piensa y no tanto a las encuestas, cuyos resultados están muy influidos por las corrientes que determina eso que llamamos Opinión Pública, que es pública, pero no necesariamente representativa, quizás estuviera debatiendo otra cosa: ¿cómo construir una mayoría social poderosa alrededor de un proyecto de cambio realista, sensato, cohesivo, potencialmente exitoso y, sobre todo, socialmente inclusivo?
La verdad es que hay mucha gente trabajando en eso, porque entiende que las condiciones sociales para un cambio son ideales. Hoy es posible que una buena parte de los venezolanos entienda y asimile mejor conceptos como productividad, eficiencia, competencia, transparencia, responsabilidad, democracia, respeto, justicia, legalidad, mérito, orden y, muy importante, institucionalidad, entre otros. Sin embargo, parece que los partidos andan en otra cosa.
Con una mayoría social consciente y activada, la oposición tendría una herramienta muy poderosa para imponer, por ejemplo, un proceso electoral justo, equitativo, imparcial y transparente. Hoy, sencillamente no puede.
Pero, también, con una mayoría social consciente y activada, la oposición tendría la fuerza necesaria para organizar y canalizar la protesta ciudadana, elevar su efectividad y presionar la caída del gobierno chavista; pero hoy, sencillamente, tampoco puede. ¿Y qué puede hacer la oposición, entonces?
Lo primero es reunificarse, en el entendido de que la magnitud y profundidad de la crisis disuelven cualquier interés en diatribas doctrinarias o en concursos de popularidad personal. Los dirigentes deben entender que lo primero y prioritario es enfrentar al enemigo común, causante del desastre nacional, y no actuar como si estuvieran metidos en un saco de gatos.
Lo siguiente es construir esa mayoría social con un proyecto -ya hay trabajo avanzado, por cierto- que debe nutrirse de las opiniones más diversas y comprometer a sectores organizados en la lucha cotidiana por un cambio. Se dice fácil, pero no lo es. Repito, hay gente trabajando, organizándose, moviéndose por el país y lo que deberían hacer los partidos es sumarse, aportar su experiencia y capacidades, en función de crear el clima necesario para ampliar los espacios de acción política. Por cierto, esa reunificación tiene que ser tan amplia como sea necesario. El frente político no debe representar solo a las elites y a los “puros”, sino que debe ser expresión de un conjunto social diverso, con chavistas descontentos incluidos.
Estoy consciente de que esto puede sonar a puro gamelote, pero la dispersión y la desmovilización de la sociedad ante su realidad habla de la necesidad de organización, porque sin política no habrá acción exitosa posible.
¿Y qué pasa con las elecciones del próximo 20 de mayo? En mi opinión, quienes llaman a la abstención repiten una historia conocida. La abstención “deslegitimará” al gobierno de Maduro, advierten. ¿Y a quién le importa eso? ¿Es que acaso Maduro y su pandilla dejarán el gobierno porque son ilegítimos? Esta vez, la comunidad internacional actuará contra la usurpación -dicen- y hará inviable la permanencia del chavismo en el poder. ¿Seguro? ¿Es eso factible? ¿Y cómo será eso? ¿Qué costos sociales tendremos que pagar? ¿Cómo se vinculará la “acción” de la comunidad internacional con la movilización interna? ¿Es que acaso creemos en una intervención “humanitaria” modelo Afganistán o Siria? ¿O es que el chavismo, sobre todo el armado, dejará entrar tranquilamente a elementos extranjeros que vienen a ayudarnos?
Personalmente, he decidido votar contra el gobierno, otra vez. De la misma manera, también he decidido que saldré a la calle, otra vez, cuando me convoquen a la protesta. Por supuesto, sé que el gobierno ha montado su dispositivo para robarse las elecciones, si las pierde, o fabricarse una “victoria” a la medida, si la abstención lo ayuda a ganarlas; así que no votaré de forma inconsciente. Votaré porque no me convencen los “cantos de sirena” de quienes hablan de escenarios milagrosos post electorales, especialmente aquellos que confían en esa elusiva “institucionalidad” militar. Votaré porque, a fin de cuentas, es la ratificación de mi oposición a este régimen y, además, porque creo que es una forma viable de protesta. Mi abstención no cambiará sensiblemente las cosas. Quizás -solo quizás-, mi voto sirva para mantener la lucha y abrir un nuevo cauce a la movilización. Todo es posible y nada puede ser descartado.