¿Dónde está la pelota?, por Simón García
Twitter: @garciasim
La destitución del CNE exige una respuesta precisa que comunique confianza y determinación. Es la oportunidad de hacer un out. No el momento de dejar caer la bola por encandilamiento o poner el guante al revés.
La jugada, que endurece la negociación, formaba parte de ella y por tanto era conocida por todas las plataformas de oposición. El gobierno, dejó ver el abuso de saltarse la duración del mandato para extinguir el acuerdo del 2021 y abrir un acuerdo con actores y términos distintos. Las postulaciones nos indicarán quienes quedarán en las bases.
Lo primero es evitar el desconcierto de los ciudadanos y la circulación del rumor sobre la invencibilidad del poder. En el fondo el oficialismo apela a esta trácala porque teme una derrota si respeta las reglas. Sabe que parta prolongarse en el poder tiene que rebanar a la oposición en tantas rodajas como sea posible y contener la participación electoral alrededor del 40%. Aún así, sobrado de poder y ventajismo, lo atemoriza que un agravamiento en la crisis de existencia de la población haga estallar una desesperación colectiva que los derrote con un vendaval de votos.
Lo que la oposición tiene bajo control es su propia estrategia. Según el Manual del buen sentido político para recuperar la ofensiva hay que alcanzar la mayor unidad posible, ofrecer una transición que aumente los incentivos para el electorado que está fuera de la política y tejer una alianza nacional para vivir mejor que incluya a expresiones de las fuerzas actualmente dominantes.
Parece estar claro para todas las fuerzas de cambio, incluidos factores del área de apoyo al chavismo que miran hacia la necesidad de reformar sus esquemas, que el mantenimiento del proyecto revolucionario autoritario es incompatible con la transición que el país requiere. El riesgo es que la radicalidad elemental del discurso y los gestos extremistas de una oposición que quiere cabezas fritas en aceite coloque la confrontación electoral en el terreno comprobadamente ventajoso para Maduro.
La pregunta es, ¿podemos esperar de los actuales precandidatos presidenciales un mensaje de cambio con estabilidad y de apertura para reconstruir bienestar en convivencia? ¿Podrán los partidos formular una nueva concepción de la oposición sobre si misma, sobre la modalidad del cambio y el tipo de país posible?
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El tema es verificar quienes están haciendo esfuerzos por construir esa plataforma alternativa al régimen autocrático y a la oposición caníbal que hemos sido. Su diferencia específica es compartir una política de transición y respaldar a quien encarne un programa mínimo común para crear condiciones macroeconómicas que rescaten el salario, la economía de mercado y la capacidad del Estado para satisfacer necesidades básicas a toda la población. Sea quien sea.
Si hay sectores de la oposición enceguecidos por encuestas donde María Corina puntea las preferencias es porque seguimos en el marco conceptual que nos impide avanzar. Aún si su candidatura contiene un mensaje inadecuado para superar las dos fronteras que hay que cruzar para ganar y gobernar, es evidente que ella genera esperanzas en el cerrado auditorio opositor y fortalece la disposición a votar. Hay otros que pueden superarla en esos y otros aspectos, ¿pero, están dispuestos a hacerlo?
Si los dirigentes fallan, una rebelión de los electores tipo Barinas puede ser el cisne negro. Pero no hay que depender ilusoriamente de ella. Hay que decidirse a hacer lo que es necesario para merecer una victoria.
En tiempos de incertidumbre, no hay que quitarle la vista a la bola.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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