Dopaje financiero, la nueva lucha de las instituciones del fútbol, por Gustavo Franco
El fútbol ha innovado en los últimos años en lo que respecta a la competición desleal. Es lo que se denomina como “dopaje financiero”. Año tras año han desembarcado en diferentes ligas europeas propietarios extranjeros que han hecho de equipos, en otra época modestos, competidores de élite. Uno de los primeros ejemplos fue el Chelsea, de Roman Abramovich.
El equipo del oeste de Londres no era uno de los grandes de Inglaterra, pero tras la adquisición por parte del ruso del equipo “blue” en el año 2003, el Chelsea empezó a traer a grandes figuras del fútbol mundial, empezando con el entrenador José Mourinho, recién campeón de la Champions League con el Porto.
Pasaron los años y en el 2008 fue comprado el Manchester City por un miembro de la realeza de los Emiratos Árabes Unidos y que tiene un patrimonio de 22 mil millones de dólares. El jeque emiratí ha operado el club de Manchester con cuantiosas pérdidas.
En 2011 el fondo soberano de Catar, a través de su filial Qatar Sports Investment, compró el Paris Saint-Germain. A finales de ese mismo año, el magnate ruso Dimitryi Rybolovlev se con el club de la liga francesa AS Mónaco. Así, se ha dibujado un nuevo panorama en el fútbol mundial que no está basado en la historia deportiva sino en el potencial financiero que tiene cada equipo.
Esto ha derivado en disputas legales, ya que entró en vigencia en la temporada 2011-2012 una normativa conocida como Fairplay financiero (justo después de que se confirmara la compra del PSG y que se empezaran a fraguar los fichajes de este equipo). La normativa dice que se debe operar bajo un modelo de negocio sustentable.
Lea también: José Peseiro y el cambio de rumbo de la selección de La Vinotinto, por Gustavo Franco
Gasta lo que ingresas y no más. Es esa nueva normativa la que le ha impuesto al Manchester City una sanción de dos años sin participación en competiciones europeas y el pago de una multa de 30 millones de euros. El equipo ya ha confirmado que apelará esta sanción ante el Tribunal de Arbitraje Deportivo y la batalla legal promete ser larga.
En el fondo del asunto está la cuestión del que debería ser el objetivo la regulación financiera dentro del fútbol: asegurarse de que los equipos estén saneados económicamente o asegurarse de que exista la competencia leal, incluso en el ámbito financiero.
Una de las grandes defensas que esgrimen aquellos que están en contra de la regulación financiera es que se está protegiendo el estatus qúo dentro del fútbol. Es decir, que ganen siempre los mismos equipos. Por otro lado, cuando familias reales o personajes de la política de un país adquieren un equipo de fútbol, se corre el riesgo de que el dueño de un equipo de fútbol sea el Estado al que pertenece la persona que ha liderado la adquisición.
Ese es el caso del París Saint-Germain (fondo soberano de Catar) y del Manchester City (realeza de los Emiratos Árabes Unidos). Una cosa es tener mucho dinero, pero otra muy distinta es tener dinero ilimitado. En la UEFA y la FIFA deben hacerse la pregunta de cómo quieran que sea el panorama competitivo de las ligas de cada país y de los torneos continentales. Esta batalla contra el dopaje financiero probablemente es una batalla perdida, una vez que han entrado los enormes recursos de algunos magnates al deporte. Y mientras suceden estas disputas legales, el fondo soberano de Arabia Saudí está en charlas para comprar el equipo del Newcastle United. Esto significa que el poder de los equipos para dar pelea legal a las sanciones de la UEFA y la FIFA aumentan considerablemente.
El problema con la actual legislación es que pone en mano de los equipos reportar sus ingresos. En caso del Manchester City y el PSG, a través de empresas de sus dueños se pueden inflar los ingresos por patrocinios. Entonces, cuando la UEFA acusa a los equipos de incumplir el Fairplay Financiero, también los está acusando de cometer fraude. Aunque la ley es simple en su espíritu, sí que da mucho juego para que los equipos se la salten.
Un modelo de regulación financiera es el de topes salariales que se ven en ligas deportivas como la NBA. El problema es que se trata de un solo campeonato que regula el deporte en Estados Unidos. En Europa, hay muchas ligas que deben comprometerse a respetar estos topes salariales. Si una liga decide implementar esto, entonces estaría otorgando una ventaja competitiva a las ligas de otros países.
En este momento, los organismos que rigen el deporte tienen que elegir qué batallas quieren luchar, cómo quieren que sea el panorama del fútbol en el futuro, qué objetivo tienen (competitividad o sanidad financiera) y, sobre todo, cómo llegar a esos objetivos teniendo en cuenta el poder de litigio que tienen buena cantidad de los nuevos ricos del fútbol.
Seguramente, la vía para que las regulaciones sean exitosas sea una mezcla de los objetivos anteriormente mencionados (sanidad financiera — competencia leal financiera) y los enfoques de esas regulaciones (límites de gasto — operaciones ecónomicamente sostenibles).