Dos años creciendo juntas con amor, trabajo y esperanza, por Marianella Herrera Cuenca
Twitter: @mherreradef | Instagram: @nutricionencrisis
Quien escribe, desde que estudió el impacto de los primeros mil días de vida en el origen temprano de la salud y enfermedad, descubrió que la protección de ese periodo de la vida es un camino crucial para el desarrollo de los pueblos. No puede hablarse de desarrollo integral de un país, o de una sociedad, cuando sus ciudadanos no han desarrollado óptimamente su cerebro.
¿Cómo apostar al desarrollo tecnológico de un país cuando sabemos, hoy en día, que si no hay aporte de hierro suficiente durante los primeros dos años de vida, la disminución en las habilidades matemáticas será evidente? Sin matemáticas no hay cálculos y tampoco habrá tecnología. Esto, por solo mencionar una de las tantas consecuencias que se derivan de las deficiencias nutricionales en los periodos críticos del crecimiento.
Por esto, y por mucho más, el entusiasmo al ver que organizaciones como Proyecto Nodriza asumen el compromiso y liderazgo con mujeres embarazadas y sus bebés hasta el final de los dos años de vida (de los primeros mil días de vida), con resultados esperanzadores, al impedir el deterioro de los ya cientos de madres atendidas por la organización y sus pequeños.
Sin embargo, cuando hace dos años se planteó un nuevo reto al iniciar actividades en la zona rural de El Hatillo —una zona azotada por la inseguridad, transporte limitado, falta de combustible y las necesidades agobiantes de una comunidad rural que pedía a gritos ayuda—, las expectativas —al menos las mías— no eran muy elevadas, más aún cuando iniciaba una pandemia que amenazó las pocas actividades que podían realizarse. Sin embargo, un voluntariado hermoso de la misma comunidad, un área geográfica cuya belleza llena de plenitud a quien la contempla, ejerciendo los efectos de una meditación profunda e instantánea, y las ganas de continuar adelante de las madres, sus hijos, de la iglesia del sector y sus líderes y, por supuesto, el gran equipo Nodriza, siguieron avanzando en medio de las dificultades que el entorno aseguraba.
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Pero no hay nada más satisfactorio que vencer las adversidades. Al día de hoy, dos años más tarde y con objetivos claros, los logros abundan y llenan de orgullo a esta organización que dedica su esfuerzo a proteger los primeros mil días de vida de venezolanos en desventaja.
La unión de la comunidad, la coordinación de esfuerzos, el pequeño huerto, el comedor que funciona «llueva, truene o relampaguee», las voluntarias que han estudiado con el mayor de los esfuerzos, siendo ya adultas y han culminado sus estudios, la capacitación de las madres y voluntarias del centro y la detención del deterioro del estado nutricional de la mayoría de la población vulnerable de niños menores de dos años, confirman varias de las premisas que en política pública e implementación de programas se tienen.
En primer lugar, que la educación es el acompañante indispensable de cualquier implementación relativa a alimentación, nutrición y salud. No es lo mismo repartir alimentos a «diestra y siniestra» que explicar los beneficios de una alimentación saludable y cómo lograrla, aun con un bajo presupuesto. Segundo, capacitar para empoderar a las mujeres y brindar la oportunidad de definir, y en muchos casos redefinir, un proyecto de vida con mayor autonomía, libertad y agencia propia, lleva a que los esfuerzos lleguen a sus verdaderos frutos, al establecer las prioridades de las personas y el ubicar hacia donde deben estar enfocadas sus energías. Y, en tercer lugar, al entender que todo lo anterior repercute, no solo en un aumento del bienestar individual y la calidad de vida, sino en el bienestar común y el progreso de la comunidad que enaltece la vida con valores y principios que hace que valga la pena vivirla.
Recuperar el bienestar al inicio de la vida en medio de las condiciones adversas que le ha tocado a Nodriza ha refrescado el alma, no solo de la comunidad y el personal, sino de todos los que hemos conocido su trabajo e interactuado con las madres y voluntarios.
Se puede decir con toda humildad y asertividad que son dos años creciendo juntas con amor y esperanza, para las madres nodrizas de este centro maravilloso.
Marianella Herrera Cuenca es Médico, Profesora UCV-CENDES-F Bengoa
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