Dos hermanos, muchos hermanos, por Aglaya Kinzbruner
Twitter: @kinzbruner
¿Qué hacer cuando unos personajes andan en busca de autor? Luigi Pirandello, premio Nobel de literatura 1934, se vio en este apremio y le dedicó a dichos personajes una obra de teatro. Eso quizás se llame inspiración. Pero ¿qué puede hacer un cronista cuando unos jóvenes, le piden a gritos que cuente sus historias porque ellos ya no pueden? A veces lo que queda es esperar que el destino ponga sus historias en su camino.
Sus nombres se encuentran inscritos en el cuadro de honor de los caídos en la invasión de Normandía, en el memorial de Bayeux. Formaban parte de la primera oleada que llegó, porque ellos expresamente lo habían pedido así, en una especie de pelotón suicida de unos ochenta del cual sólo se salvaron 27 y que fueron los que más tarde contaron toda la historia. Más tarde es mucho más tarde porque estas misiones eran secreto de estado en Inglaterra donde ellos recibieron su formación. Uno de los primeros libros escritos sobre esta aventura lo escribió y publicó en el 1987 Ian Dear y se llamó Ten Commando 1942-1945.
Y ahora vamos a empezar desde el comienzo. Nos encontramos en Alemania al final de la década de los ’30. La Kristallnacht (la noche de los cristales rotos) tuvo lugar del 9 al 10 de noviembre de 1938. Esa noche fueron destruidas miles de tiendas y comercios en manos de judíos. Debió ser realmente espantoso sobre todo si se piensa que fue realmente una puesta en escena. ¿Por qué? Porque se quería llegar a los grandes capitales. El antisemitismo fue la excusa para adueñarse de las industrias, las fábricas, los bancos, pertenecientes a judíos que, ¡valga la paradoja! ya se habían asimilado.
Sin embargo, había que hacer la comedia que todo seguía un curso legal, porque los nazi no podían quedar como ladrones. Toda expropiación o venta forzada debía tener una explicación, una justificación. Ellos necesitaban mucho dinero para su maquinaria bélica. Pero ladrones nunca. Y el invento de la raza aria venía como anillo al dedo.
El padre de nuestros hermanos, eran ocho en total, tenía junto con otros familiares, una fábrica de celuloide, un banco y otras muchas propiedades. Dinero en aquella época no faltaba. Los hermanos juntaron un poco y decidieron irse a Inglaterra. Primero el hermano mayor y luego el más pequeño. Carthago esse delendam, decían los antiguos romanos en tiempos de la República, Cartago debe ser destruida. Había que parar a Hitler como fuese.
Se habían enterado que Churchill, el valiente primer ministro inglés, el mismo de sangre, sudor y lágrimas, necesitaba más hombres, posiblemente voluntarios y que hablasen el alemán como nativos. Nuestros hermanos encajaban perfectamente en ese perfil. Nada más llegados, pidieron ser entrenados para ir al frente. Fueron años duros de formación. Su escuadrón se llamó Nº 3 Troop of 10 (Inter–Allied) Commando. Sus nombres fueron cambiados a sólidos nombres británicos, e incluido en su nueva identidad había ¡hasta un carnet de la Church of England! Fueron destinados, entre otras labores, a actividades de inteligencia.
Según Peter Marstens, autor del libro Striking Back, y compañero sobreviviente de esta tropa, debido a razones de secreto militar, nunca se les dio la admiración, el respeto y la contundencia que se merecían. Leah Garrett, profesora y escritora norteamericana publicó un libro en 2021 llamado X Troop y manifestó que a veces se encontró con dificultades insalvables y no pudo obtener todos los archivos que solicitó. Quedan todavía muchos secretos dentro de la Operación Overlord, el desembarco aliado en Normandía.
Aquí en Venezuela, muchos jóvenes han muerto en los últimos años en pos de un ideal. Ahí donde están se han hermanado con los otros jóvenes a quienes muy tarde se les dio un puesto en la historia. Pero ellos también tienen una historia que contar.
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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