Dos Mujeres, Dos Discursos…, por Alejandro Oropeza G.
“Somos una democracia.
No vivimos de imposiciones, sino de conocimientos
compartidos y participación”.
Ángela Merkel: Discurso a la Nación, 18 de marzo 2020.
El mundo entero, al menos el democrático, aplaudió y compartió como propio el discurso de la Canciller de la República Federal de Alemania del 18 de marzo de este año, por medio del cual participaba a sus conciudadanos y conciudadanas, las medidas adoptadas por la administración federal y las descentralizadas respecto del impacto del covid-19. Y, efectivamente, sería prudente identificar puntos determinantes de la alocución, más allá de la emergencia que justifica la inusual “cadena” de la Canciller a la nación: la epidemia del “corona virus”.
Lo primero que llama la atención es el eje de la intervención, que es informar y reafirmar el carácter democrático de las acciones tomadas y de las que podrían ser asumidas en el corto plazo; justificadas, además, por un responsable compromiso de salvaguarda de la salud y el bienestar de la población toda. Define, insistentemente la Canciller, el carácter “abierto” de la democracia y, que esa característica reclama dos aspectos: transparencia y explicación de las decisiones políticas. En este sentido informa, que en necesario fundamentar y comunicar los procederes inherentes y resultantes de las medidas que se toman y tomarán.
Exige, como representante de un poder público, reconocer la existencia de un desafío histórico que depende sustantivamente, de una “actuación solidaria mancomunada” y que, el fin último es, en primer lugar: proteger a TODOS los miembros de la comunidad; y, en segundo lugar, limitar los negativos impactos económicos, sociales y culturales de la pandemia.
Sobre esos fundamentos se definen los objetivos: desacelerar la propagación del virus y, atender a los afectados.
En concordancia a lo expuesto, define a Alemania como una comunidad en la que cada vida y cada persona cuenta. Lo que deslinda una responsabilidad gubernamental amplia, que abarca a la sociedad toda, independientemente de aspectos singulares que pudieren diferenciar a sus miembros.
Así más adelante, llama poderosamente la atención que no se presenta la capacidad operativa del gobierno de modo soberbio y absolutamente imbatible; si bien se afirma (lo que de suyo no es ninguna falacia), que tiene Alemania un “excelente sistema de salud”; no es menos cierto que, el mismo podría verse superado y ser negativamente impactado por la expansión de la epidemia. Todo traduce una gran responsabilidad ante la población y la asunción consiente de las limitaciones que se podrían enfrentar.
Aspectos del discurso giran insistentemente alrededor de la sensatez; el aseguramiento y garantía del abastecimiento general; el mantenimiento de la actividad económica en la medida de lo posible; y, reducir el riesgo y los peligros para todos.
No escapa la insistencia de informar lo duro y extraordinario de las medidas; pero, todo ello lo asume la Canciller reconociendo que todo impacta un aspecto clave y determinante a lo largo del discurso: la idea de democracia de la sociedad. Se reconoce una condición imprescindible de la misma, la cual es: que las restricciones que se impongan a una población tienen justificación, en atención a una “absoluta necesidad” y, que, en un sistema político de este tipo, democrático, jamás tales restricciones pueden ser impuestas a la ligera y sólo pueden ser ejecutadas de manera temporal.
Los actores que se reconocen impactados por las medidas, no son considerados aisladamente y, menos aún, tenidos como ajenos a la nación. Todo lo contrario, son calificados como indispensables y se requiere, por tanto, utilizar las vías necesarias para ayudarlos, en medio de la crisis. Tales fundamentales actores son: no solo los trabajadores sino y, al mismo nivel, las empresas.
Alude Merkel, “a nuestras empresas y trabajadores”, y que conste que no se está refiriendo a empresas del Estado Alemán. Finalmente, arguye la Canciller que la población puede confiar en sus gobiernos: el federal y el de los estados federados; llama a la solidaridad sin amenazas, afirmando que ningún ciudadano, hombre o mujer es prescindible y convoca al esfuerzo de todos.
Hacia el final del discurso regresa, una vez más, a la idea que sustenta toda la alocución, insistiendo que Alemania es una democracia y que, como tal, no es posible vivir de imposiciones, sino de conocimientos, pero, estos deben ser compartidos y producto de la participación.
A los días dos de escuchar y leer concienzudamente la intervención de la Canciller Merkel, tuvo lugar en la Organización de Estados Americanos, la Asamblea convocada con ocasión de la elección del Secretario General de dicha organización, en la cual dos candidaturas habían sido presentadas a consideración de los representantes de los estados miembros; resultando reelecto el señor Luis Almagro, por 23 votos; mientras la señora María Fernanda Espinoza, de Ecuador, obtenía 10 votos.
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Bien, se había manifestado y ejercido un acto democrático en el cual, todos los países, representados por los excelentísimos señores embajadores y embajadoras, habían participado en una votación secreta y apegada a los procedimientos estipulados por la normativa de la Organización.
En este contexto y una vez contados públicamente la expresión de los representantes, uno a uno y, proclamada la reelección del señor Almagro, debo decir que, por más del doble de votos depositados; la excelentísima representante de México, la señora embajadora Luz Elena Baños, solicita la palabra para comunicar a la Asamblea reunida, su opinión respecto del resultado de la elección democrática del Secretario de la OEA.
Lo fundamental que llama la atención de la intervención de la señora Baños, es el alejamiento supino de una consideración mínima de lo que es y significa un acto democrático.
Y, más allá de reclamar y, paralelamente, justificar su apoyo a la candidatura de la señora Espinoza, manifiesta la necesidad de alcanzar la igualdad de género, ausente en la Organización. Lo cual luce como paradójico, siendo ella misma la representante de un importante Estado del Continente como lo es México; igualmente, la excelentísima embajadora de Argentina la señora Scarnati, que intervino posteriormente a la señora Baños, es una dama; así como, por ejemplo, la honorable embajadora de Grenada, la señora Smith fue miembro de la comisión escrutadora de los votos.
Pero, más allá de eso, la señora Baños reclama y exige, a nombre de los pueblos, una OEA que vele por la igualdad jurídica de los estados miembros. Y, con todo respeto, personalmente como ciudadano de un país ahogado por el autoritarismo, la corrupción, la irresponsabilidad, el narcotráfico y la ineficiencia absoluta, me inclino por organismos internacionales que velen primordialmente, por el respeto de los derechos humanos de esos pueblos, muchos oprimidos y sepultados por la represión de estados con gobiernos dictatoriales que, precisamente, se amparan en esa supuesta igualdad y el los tan cacareados principios de no injerencia y no intervención; para violentar la libertad, la democracia y el Estado de Derecho; mientras se cumplen la formalidades en foros, cuyos representantes miran para otro lado, eludiendo la responsabilidad para consigo mismos y para con las poblaciones perseguidas, pobres y enterradas en la pobreza del Continente; poblaciones que, paradójicamente, languidecen en esos estados que mayormente, reclaman lo absoluto de aquellos principios de no injerencia, no intervención y soberanía absoluta nacional, para humillar y perseguir y hambrear a sus poblaciones.
Aduce, la honorable representante de la querida nación mexicana, que ese día, 20 de marzo de 2020, no hubo transparencia en el acto. Sólo invito a ver la jornada de votación y el conteo de las libres y secretas manifestaciones de la voluntad de cada uno de los representantes de los estados miembros. ¿Qué no fue transparente? ¿No fue la asamblea un acto democrático continental, abierto y público? Afirma la señora Baños que la elección del señor Almagro es “patética”, por lo que se hace dueña de una ilimitada verdad determinante y; entonces, descalifica y llama patéticos a 23 representantes de estados soberanos miembros de la organización.
¿No es esto injerencia? Bien, entonces ¿sólo 10 no son patéticos señora Baños, porque votaron como, al parecer, votó usted? Finalmente, asegura la honorable representante mexicana, que este día es lamentable y que no hay nada que celebrar. Y, quizás al final, concuerde con la excelentísima embajadora de México; en efecto, ciertamente: no hay nada que celebrar y fue un día lamentable.
A la distancia, tenemos ante nosotros dos discursos de dos notables mujeres de nuestro mundo. Uno cargado de símbolos y actitudes coherentes y acordes con los principios democráticos que, deberían guiar la conducción de los pueblos decididos libremente, por la escogencia del sistema político democrático.
Otro, renegando del acto demócrata que le fue adverso, atacando a los pares que no estuvieron de acuerdo con su posición y planteamientos; llamándolos “patéticos”; desconociendo el principio abierto e igualitario de una decisión que se ciñó al ordenamiento que, para estos casos, instituye la OEA.
Sí, ratifico, creo que hubo cosas lamentables este día, pero no precisamente la reelección del señor Almagro, la cual aplaudo y saludo como demócrata convencido. Quizás lamento, se me ocurre, el golpe dado al micrófono para atestiguar públicamente, ante el resto de la Asamblea, la soberbia de la honorable señora.
¿Si pudiese usted escoger entre los discursos de estas dos destacadas mujeres, con cual se quedaría?
Miami, FL.