Dos realidades y múltiples víctimas, por Luis Francisco Cabezas
Twitter: @luisfcocabezas
Esta semana fuimos testigos de dos hechos que nos muestran dos realidades que deben llamarnos a reflexión. Me refiero, primero, a la absolución por una jueza del implicado en el asesinato televisado más visto en el pasado reciente en Venezuela: les hablo del asesinato de David Vallenilla; luego, al episodio de discriminación contra una pareja de hombres que quisieron bailar en un lugar nocturno y fueron conminados a abandonar el lugar de muy mala manera.
La jueza que absolvió al implicado en el caso Vallenilla alegó que “no hay pruebas que demuestren la culpabilidad del acusado”. Argumento fútil, pues prácticamente todo el país vio y sintió en el medio de su pecho el impacto de las balas que recibió David Vallenilla aquel fatídico día. Esta decisión no solo es una afrenta a la vida misma; también envía un peligroso, claro y potente mensaje a los cuerpos policiales y militares: repartiremos impunidad siempre que sus acciones sean para defender a quienes detentamos el poder.
Ese vil asesinato no tiene atenuantes: disparo a quemarropa, uso de arma ilegal para control de manifestaciones, disparo no disuasivo. Como agravante, todos pudimos ver el ensañamiento de quien disparó a una persona herida y caída, que denota la clara intención de causar el mayor daño posible. En fin, una muestra absoluta y televisada del uso desproporcionado de la fuerza letal.
La abominable absolución del acusado se produce justamente en medio de la tercera ronda de deliberaciones que se desarrollan en Ciudad de México entre representantes del gobierno y representantes de la oposición, donde justamente se estaría abordando el tema del sistema de justicia en Venezuela. Vaya manera de dejar en evidencia cómo la justicia en Venezuela es simplemente el mecanismo a través del cual se anulan adversarios políticos y se reparte impunidad a los afectos al grupo en el poder.
En otra de nuestras realidades paralelas, asistimos a un episodio de discriminación por razones de orientación sexual que generó posiciones encontradas, al menos en las redes sociales. Resulta curioso que, como sociedad, no podamos cerrar filas en torno a la defensa de un derecho vulnerado. De inmediato afloran los prejuicios y los dogmas religiosos, e invisibilizamos a la persona, depositaria final de los derechos. Frente a este episodio hubo desde argumentaciones de un increíble talante antiderechos, hasta otras que buscaban minimizar el hecho, alegando que hay cosas más importantes por las cuales protestar.
Lo que ocurrió esta semana denota, por una parte, la incapacidad de nuestro sistema de justicia de impartirla de manera imparcial y, con ello, elevar los costos a quienes violan derechos.
Sabemos bien de la existencia de tribus judiciales y que no hay decisión que no cuente con la venia del aparato político. Por ello, la decisión en el caso Vallenilla pudiera ser parte una puesta en escena del tipo ‘orden y contra orden’, con lo que, una vez más, se pone de relieve la ausencia de una justicia imparcial. Por la otra, revela nuestra incapacidad como sociedad de sentir empatía por los derechos de otros, ya que, de inmediato, afloran las posiciones respaldadas en prejuicios, y olvidamos que estamos hablando de personas.
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De allí la importancia de que los movimientos sociales, cualquiera que sea su naturaleza, hagan un ejercicio de introspección y se pregunten qué hace falta para sumar personas que, sin ser militantes de la causa, sean capaces de decir “eso no está bien y es intolerable”.
En este sentido, es importante que los movimientos sociales, lejos de confrontar, tengan un enfoque más táctico, menos reactivo, incluso pedagógico, que les permita cada vez más mostrarse como actores racionales que tienen una concepción diferente del mundo y que están dispuestos a compartirla con quienes incluso la adversan más por desconocimiento y prejuicios rebatibles que por convicción.
Luis Francisco Cabezas G. es Politólogo. Máster en Acción Política, especialista en Programas Sociales. Director general y miembro fundador de Convite A.C
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