Dudas, por Gisela Ortega
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Toda verdad, todo conocimiento, implica un periodo de deliberación, de vacilación, de duda: no se concibe llegar a una certeza sino a través de una incertidumbre. Esta fluctuación del juicio que es la duda, elemento creador, estrato profundo y sustancial del hombre ha sido, con el correr de los tiempos, evasión para los clásicos, caída o pecado en el Medioevo, puente para el racionalismo, posada para los escépticos, angustia para el existencialismo.
Sócrates afirmaba que la duda era expresión de la verdad. No podíamos dudar si no existiera una verdad que se sustrae a la duda. La verdad, por lo tanto, no puede ser conocida en sí misma.
Aristóteles, dijo: «La duda es el principio de la sabiduría, ya que nos lleva a cuestionarnos y encontrar verdades más profundas».
Toda la obra de Platón se dirige al valor supremo de la verdad. La duda ya no encuentra espacio como estímulo liberador de las jaulas de un conocimiento controlado por ideas indiscutibles por ser absolutas.
La duda es la vacilación o indecisión que se tiene entre dos o más juicios o decisiones. Es también la incertidumbre que se experimenta antes determinados hechos y noticias. La palabra como tal deriva del verbo dudar, que a su vez procede del latín dubitare, que significa «vacilar entre dos cosas».
De la incertidumbre provienen estados de ánimo, como la indecisión, la irresolución, la perplejidad, el titubeo y la vacilación, que en la práctica son términos equivalentes en los que la duda engendra, y con esta toda clase de falta de seguridad, tanto intelectual como en el orden práctico. El filósofo y lexicógrafo español Roque Barcia Martí (1823-1885), en su obra Sinónimos castellanos, al considerar el sentido de estos términos, dice: «La duda toca al entendimiento, la irresolución a la voluntad».
En la filosofía, la duda es la incertidumbre ante la verdad o falsedad de un enunciado, obliga a preguntarnos que nos hace equivocarnos para volver a reflexionar o cuestionar nuestra propia existencia.
Si antes, la duda era el mal relativo y pequeño, la laguna, hoy, cuando todo se cuestiona porque no hay un mundo solidificado de creencias que nos sostenga, nos lleve y nos oriente, nos anegamos en un mar de dudas en el cual caemos hasta sentirnos náufragos, en medio del cual braceamos para obtener certezas, del cual intentamos emerger con ideas claras y distintas.
Entretanto…dudamos.
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Dudan algunos acerca de la conveniencia de la prisa, acostumbrados como estamos al no hacer; acerca del quehacer y del qué hacer; acerca del mucho querer hacer; acerca de que sea posible lograr hacer; acerca de que lo que se haga corresponda a lo que se anuncia; se duda acerca de hacia dónde vamos; acerca de hasta donde llegaremos; se duda de quienes siempre dicen que sí, por vocación de estar a bien; de quienes callan un no, por temor de caer en mal; de quienes dicen a todo que no, como sistema para entorpecer; se duda acerca de la sinceridad de las actitudes, los gestos y las sonrisas; se duda de quienes pretenden maniobrar y de quienes se dejan maniobrar; de quienes se dicen honestos, endeudaron y adeudan; se duda de quienes, creyéndose poseedores de la virtud, pisotean valores; se duda tanto de los dirigentes políticos, como de los de la oposición; se duda de la competencia y de la preparación de quienes opinan a favor o en contra de las medidas del gobierno; se duda de quienes se dedican sistemáticamente y deliberadamente a propagar especies para intranquilizar a la opinión pública; se duda de estas especies cuando son producto de la frustración y el despecho.
Se duda de quienes ponen en duda. Se dudará, incluso, de quienes dudamos.
En esta época de fake news o bulos es importante destacar que ninguna noticia es totalmente falsa, ya que para parecer o tener apariencia de verdadera tendrá que tener algún o algunos elementos ciertos o verídicos. Esto supondría para el periodista que no sería válida la contraposición verdad/mentira sino cuáles elementos son ciertos y cuáles no, o si la noticia fuera enteramente falsa a quién beneficiaría. De tal manera que, en principio, ninguna noticia puede ser descartada porque al darse a conocer una información, sea verdadera o falsa, esta tiene un valor per se. Así que siempre, en caso de no ser posible su verificación, por ejemplo, en caso de inmediatez, habrá que reportarla o difundirla con duda a los fines de evitar las injurias o las difamaciones.
La duda ofende, es una frase hecha que, en ocasiones, queda muy bien para exponer que nos autoproclamamos intachables en nuestro proceder o incondicionales ante alguien.
La expresión, dar a alguien el beneficio de la duda supone que las acciones de esa persona son sinceras y bien intencionadas hasta que se demuestre lo contrario, en vez de llegar a una conclusión negativa de inmediato.
La duda razonable: este concepto se refiere a la facultad que tiene un juez de declarar que no existen suficientes pruebas o evidencias claras de la existencia de un delito o la participación de una persona en un determinado hecho.
La duda condujo al filósofo francés René Descartes (1596-1650) a poner de relieve el gran poder de la razón, pues es esta la que para él y los racionalistas en general nos permite distinguir lo verdadero de lo falso y orientarnos en la vida, y es también la única generadora de todo conocimiento verdadero. Para investigar la verdad es preciso dudar, en cuanto sea posible, de todas las cosas. Cuanto mayor sea la duda y la incertidumbre, más seguros estaremos de qué dudamos y de qué pensamos. La razón y el juicio es la única cosa que nos hace hombres y nos distingue de los animales.
Por eso, cuando la duda que nos rodea y que nos sustenta, cuando nos debatimos en secreto con nuestras íntimas dudas, ante lo indudable de esas dudas, nos queda el consuelo de una certeza, al menos: la de que somos, al dudar, y por dudar seres pensantes.
Gisela Ortega es periodista.
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