¿Educando al Presidente?, por Felix Arellano
La compleja e interesante dinámica de los sistemas democráticos está generado importantes desafíos a varios gobernantes, poniendo a prueba: tanto su capacidad para conducirse en el marco del juego, como su talante democrático. Sobrevivir políticamente, cuando el poder legislativo no resulta favorable o controlable por el Presidente, es un gran reto y, si logra superarse exitosamente la experiencia constituye un gran aprendizaje para el gobernante, la sociedad y el sistema en su conjunto. En este contexto, el caso venezolano se presenta como un gran fracaso, pero ahora nos encontramos con nuevas experiencias en Estados Unidos y en Brasil.
El caso más reciente tiene que ver con los resultados de las elecciones de medio término en los Estados Unidos, para renovar un buen número de miembros del Congreso y varias gobernaciones, efectuadas el pasado martes 06 de noviembre, cuyos resultados generan una provocación para el Presidente Donald Trump. Su partido ha perdido el control del Congreso, que mantenía desde que él asumió la presidencia, pero conserva la mayoría en el Senado y eso resulta positivo para el carácter del Presidente, ya que prácticamente elimina el fantasma del juicio político (impechment) que lo atormenta. Si la Cámara de Representantes llegara a aprobar un juicio, debe desarrollarse en el Senado, en manos de los Republicanos y lo reprobarían. Controlar el Senado es una tranquilidad para el ego presidencial.
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Ahora bien, haber perdido la Cámara de Representantes obliga al Presidente a dialogar, negociar y cooperar con el partido demócrata, lo que no constituye una de sus fortalezas. Hasta el presente, con el control total de Congreso, el Presidente ha desarrollado una estrategia de ataque, descalificación y exclusión de sus adversarios, propia de personalidades autoritarias. Con los resultados de las elecciones, los demócratas controlan en gran medida la labor del Presidente, pues su Cámara es originaria para la mayoría de las políticas públicas que él aspira desarrollar, entre otras, infraestructura, inmigración, salud, educación, etc.
El Presidente Trump requerirá de operadores políticos que manejen el diálogo, la negociación y la cooperación para lograr el apoyo del partido demócrata en sus grandes proyectos políticos, con miras a su posible reelección para un segundo mandato.
Dada su personalidad avasalladora, concentradora e impredecible él mismo se debería transformar en el gran operador político para el diálogo, la negociación y la cooperación; obviamente, no le debe resultar fácil, pues finalizadas las elecciones atacó a Jim Acosta periodista de CNN.
El nuevo escenario político en los Estados Unidos enfrenta al Presidente Trump con una excelente oportunidad, que lo podría fortalecer políticamente y humanizar; pues debería aprender a reconocer el contrario, el otro y los más débiles; esencia del funcionamiento democrático. ¿Lo logrará? Debemos darle el beneficio de la duda, ya que ha demostrado ser hábil, pero no es fácil, dura tarea para su cerebro y su personalidad.
También pudiera estar pensando mantener una estrategia destructiva, y tiene varios ejemplos, uno algo lejano en el tiempo, al Presidente Fujimori cerrando, con el apoyo de la fuerza armadas, el Congreso peruano; otro, más reciente, el caso bolivariano que ha utilizado al Tribunal Supremo en la progresiva destrucción de la Asamblea Nacional. En este contexto, cabe recordar el interés del Presidente Trump por designar una mayoría de magistrados conservadores favorables en la Corte Suprema. Este comentario ha podido resultar duro, pero no olvidemos que un tiempo atrás eso resultaba impensable en la Venezuela democrática y hoy nos encontramos con la Asamblea Nacional paralizada por un gobernante autoritario, que aspira perpetuarse en el poder. Confiemos que las instituciones norteamericanas puedan ser más sólidas.
En el caso de Brasil se presenta una situación semejante, el Presidente electo Jair Bolsonaro, tampoco controla el nuevo Congreso y naturalmente requerirá de diálogo, negociación y cooperación para lograr respaldo para sus ambiciosos proyectos de transformación del país
Lamentablemente, el caso venezolano, no obstante su colosal fracaso, puede resultar atractivo para las mentes autoritarias, pues con baja intensidad de fuerza se puede destruir progresivamente la institucionalidad democrática y controlar el poder, promoviendo un falso discurso que hace creer que los débiles tienen el poder; en realidad, el pueblo (o su farsa de proletariado) se mantiene en la miseria, con hambre, sin salud, seguridad, educación, huyendo en busca de oportunidades; y la camarilla en el poder con todos los privilegios e impunidad.