El 25 de mayo, el país habló, por Gonzalo González

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Ese día el país habló con claridad. Ratificó que está a favor del cambio político, reivindica la victoria del 28 de julio, rechaza la continuidad del régimen, no acepta el paso de página, ni cree factible ni provechosa la falsa normalidad que se pretende, desde la dictadura, instalar y vender.
Lo hizo mediante el único acto posible y a la mano para ser contundente y eludir la represión; en medio de un comprensible reflujo de masas: su ausencia de los centros de votación.
En un contexto político signado por la amenaza, la coacción, la intimidación, la represión, la perversión y el secuestro del voto como expresión cabal de la voluntad ciudadana, la clausura –en progreso– de los espacios residuales de libertad y pluralismo; no era posible otro acto eficaz para evidenciar el rechazo al régimen.
La ausencia ciudadana de los centros de votación no es consecuencia de una vocación abstencionista. Lo es desde la convicción de que el voto y la gestión de todo lo que lo hace posible está dirigida por el poder para perpetuarse y maquillar su gobernanza dictatorial.
Y porque no se reconoce ni se siente representada por las alternativas no chavistas que se presentaron al proceso. Incluidos quienes protagonizaron un deslinde en el seno de la alianza que ganó las presidenciales pasadas.
Una análisis reduccionista y simplista de algunos e interesado de otros, afirma que el régimen fue el ganador de las elecciones.
Obtener más posiciones de poder (cosa no desdeñable) no es necesariamente un avance si no abona al objetivo estratégico planteado o a la superación de carencias importantes. El régimen se propuso con estas elecciones ganar legitimidad, reforzar la narrativa del pase de página y del supuesto clima de normalidad existente en el país de cara a la comunidad internacional y para convencer a la sociedad de que no hay nada más, a la vista, que el statu quo impuesto.
El chavismo amaneció el 26 de mayo sin un gramo más de legitimidad, sin aumentar sus apoyos nacionales e internacionales; dependiendo aún más de la razón de la fuerza. ¿Por qué Maduro, el propio 25 en la tarde, decidió posponer la reforma constitucional para el 2026?
Al régimen tampoco le funciono propiciar y facilitar un deslinde en el seno de la alianza que apoyó a Edmundo González en el sentido de dar la sensación de mostrar respeto al pluralismo y dividir de manera significativa el voto de la oposición democrática. La facilitación estuvo rodeada de un conjunto de acciones y medidas discrecionales, opacas, ilegales y casuísticas que perjudicaron desde el propio primer inning a los deslindadores. Por otro lado, quienes la protagonizaron solo pudieron morder el 3,5% del caudal de votos logrados por la candidatura de Edmundo González.
Es evidente que el liderazgo del tándem María Corina Machado-Edmundo González resultó reforzado porque interpretó y representó con su llamado a boicotear los comicios el sentimiento de la ciudadanía y asumió que ese era el posicionamiento adecuado y posible para ratificar el rechazo nacional al régimen.
Hay quienes se preguntan cómo es posible que dirigentes políticos cultos y curtidos se embarcaran en una operación destinada al fracaso desde sus inicios por su falta de sintonía con la mayoría social partidaria del cambio. Era evidente, que no existían las condiciones objetivas y subjetivas para una asistencia masiva a los centros de votación. Intuyo que las explicaciones a tal posicionamiento trascienden los argumentos contenidos en el discurso de quienes convocaban a votar. Utilizo el plural porque puede haber otras, entre ellas, la referente a supuestas operaciones discretas de parte del régimen para intimidar y amenazar a dirigentes democráticos.
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Lo ocurrido el 25 mayo debe ser asumido y metabolizado con la sobriedad pertinente, no debe exagerase ni disminuir su significación e impacto. Fue un necesario acto de dignidad nacional contra el régimen, que tiene y tendrá consecuencias.
Gonzalo González es politólogo. Fue diputado al Congreso Nacional.
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