El 28 Venezuela recuperará su libertad, por Freddy Núñez

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En 1929 resultó electo Herbert Hoover, presidente de los Estados Unidos de América. A finales de ese mismo año tendría lugar el «Crash», la Gran Depresión, un hecho de enorme relevancia y trascendencia en el siglo XX, que aún es objeto de polémica acerca de sus verdaderas causas. Sobre lo que no hay discusión alguna es sobre las consecuencias del mismo dentro del país, y de alguna manera, en el mundo entero.
Una de ellas fue el elevado nivel de desempleo que se produjo y que alcanzaba para 1931 a 13 millones de trabajadores, casi un 25% de la población laboral. Las escenas en las calles de todos los elementos que acompañan la pobreza eran comunes en las principales capitales.
Aunque los Estados Unidos y la Unión Soviética –ya constituida en una comunidad de repúblicas desde 1922– no tenían relaciones diplomáticas, los soviéticos instalaron en Nueva York una oficina comercial llamada Amtorg dedicada a divulgar –básicamente a través de periódicos y libros– las maravillas que estaban ocurriendo en «la tierra prometida».
De hecho la traducción al inglés de, El Manual de la Nueva Rusia: Historia del Plan Quinquenal, se convirtió en un betseller. Era la invitación de Stalin a todos los que quisieran ser parte del paraíso en la tierra. En 1931, Amtorg recibió más de cien mil solicitudes de estadounidenses empeñados en emigrar, gente de absolutamente todas las profesiones y oficios, pujaban por conseguir el ticket hacia la felicidad. Hacia el mundo donde serían libre e iguales.
Desde siempre al parecer, las dictaduras han sido más efectivas en difundir sus «bondades», que los modelos democráticos. Baste decir que de quienes se fueron a partir del año 31 hasta quizá el 35, fueron contados los que, luego de enfrentar la realidad lograron salvar sus vidas.
Se conocen los detalles de familias enteras que terminaron en los famosos GULAG, «centros de reeducación», verdaderos modelos de tortura y tormento.
Thomas Sgovio llegó a Moscú en 1935 acompañando de su madre y hermana. Su padre que había viajado en el año 33, les informó las bondades que allí se ofrecían, tenía 19 años. Logró salir en 1960, después de 25 años, gran parte de ellos luchando por sobrevivir en Kolimá uno de los campos ubicados en el círculo polar ártico, condenado por «albergar la intención de traicionar a la patria».
Para Sgovio, de acuerdo a opiniones sobre el libro que escribió al volver a Estados Unidos, Dear America, la necesidad de ser libre constituyó la poderosa razón que le impidió claudicar. Enfrentó el infierno que padeció y la obtuvo.
La historia está llena de ejemplos valiosos sobre la lucha de la especie humana por vivir en libertad, sobre su vital importancia a través de los siglos en los procesos más diversos de creación. Y eso en el caso venezolano ha quedado claro a lo largo de nuestra historia, incluidos estos aberrantes últimos 25 años donde jamás se dejó de luchar por conquistarla.
Gracias a todos los venezolanos que nunca claudicaron, que no se vendieron, podremos cambiar el destino del país y ser libres. Gracias, Edmundo González Urrutia, gracias al liderazgo opositor, y gracias a ti, María Corina Machado, por haber puesto de pie al país y guiarlo hacia la libertad este 28 de julio.
Que nunca más “el poder inhumano de la mentira” se imponga en Venezuela.
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