El 5 de noviembre y Venezuela, por Luis Ernesto Aparicio M.
Cuando estamos a las puertas de una de las elecciones más importantes para los Estados Unidos, los emigrantes, especialmente los venezolanos, han pasado a ser un punto clave en las campañas de los candidatos. Sin embargo, no solo los políticos hablan de ellos; los venezolanos emigrados también se ven envueltos en discusiones sobre el futuro de su país, especialmente en las mesas y entre amigos.
Aunque el tema migratorio suele dominar la conversación, sorprendentemente, la crisis política y social que vive Venezuela —y su posible resolución— también ocupa un lugar destacado en estos intercambios. El interés de los venezolanos emigrados en el desenlace de las elecciones de EE.UU. va más allá de su estatus migratorio; está vinculado a la esperanza de que un cambio en Washington pueda propiciar un giro en la situación venezolana.
Tanto Donald Trump como Kamala Harris han abordado la cuestión venezolana desde ángulos diferentes, pero ambos han manipulado el tema para atraer votantes. Trump, por un lado, ha utilizado la crisis de Venezuela para construir un relato populista, acusando a los emigrantes venezolanos de ser responsables de los delitos que se cometen en Estados Unidos.
Esta narrativa ha calado en ciertos sectores de la población, pero, paradójicamente, Trump también ha buscado el apoyo de grupos de venezolanos en EE. UU. para impulsar su campaña, explotando el descontento con el régimen de Nicolás Maduro y por supuesto con más desinformación y discursos incoherentes, plagados de mentiras que suelen ser música para los oídos de muchos venezolanos
Kamala Harris, por su parte, ha mantenido una postura más diplomática. Afirmó que, bajo su mandato, Estados Unidos seguiría exigiendo respeto por la voluntad de los venezolanos, apoyando una transición hacia un sistema democrático. Esta declaración ha sido bien recibida por algunos sectores, pero también ha generado frustración entre quienes consideran que las palabras no son suficientes y que la crisis requiere de acciones más decididas.
La diáspora venezolana en Estados Unidos está profundamente dividida sobre cuál es la mejor estrategia para enfrentar la crisis en su país. Para muchos, la retórica diplomática y la cautela de Harris no parecen ofrecer soluciones inmediatas. Por otro lado, algunos añoran las amenazas más explícitas de Trump, quien durante su presidencia afirmó que «todas las opciones están sobre la mesa» cuando se trataba de Venezuela, incluyendo el uso de la fuerza.
En los encuentros entre venezolanos emigrados, estos temas surgen con frecuencia, reflejando la desesperación de una comunidad que busca soluciones tangibles. No obstante, hay que estar claros que, aunque EE.UU. puede jugar un papel importante, las elecciones estadounidenses no traerán por sí solas la solución mágica que muchos esperan.
Es importante destacar que, aunque la crisis venezolana ha estado presente en el debate electoral en Estados Unidos, no es la primera prioridad para ninguno de los candidatos. Las preocupaciones internas de Estados Unidos —desde la economía hasta la seguridad— siempre prevalecen en las agendas electorales. Sin embargo, el resultado del 5 de noviembre sí podría influir en la política hacia Venezuela en los próximos años.
La victoria de Harris probablemente implique una continuación de las sanciones y una búsqueda de una solución negociada, mientras que un segundo mandato de Trump podría traer un retorno a la amenaza –solo eso– de acciones más agresivas, aunque su historial de promesas incumplidas sugiere que no se debe esperar demasiado, más aún cuando se ha referido a Maduro como “hombre fuerte”.
Es crucial que los venezolanos, tanto dentro como fuera del país, comprendan que la crisis que atraviesa la nación no se resolverá mediante amenazas ni manipulaciones populistas. Los liderazgos autoritarios, como el de Nicolás Maduro, se sostienen a través de mentiras y la manipulación de la verdad, y las soluciones reales deben construirse sobre la base de la razón, la cooperación internacional y una estrategia política sólida.
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La retórica basada en el uso de la fuerza o en la criminalización de los emigrantes, como ha hecho Trump, no solo es contraproducente, sino que distorsiona el verdadero problema.
La crisis venezolana requiere soluciones diplomáticas, no milagros políticos, y el resultado de las elecciones en Estados Unidos debe ser visto como un paso más, no como el desenlace definitivo.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de prensa de la MUD
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