El Agachado, prócer de la Federación, por Rafael Antonio Sanabria Martínez
Toca a nosotros reivindicar a aquellos que abrazaron la causa de la libertad. Como José de Jesús González El Agachado quien luchó contra las élites políticas dado el malestar que expresaban los desposeídos, quienes aún aguardaban las mejoras ofrecidas en la independencia. Este poco conocido General de la Federación se unió a las consignas de ¡Respeto a los Campesinos! y ¡Muerte a los blancos! Influenciado por una causa justa y ética: Tierra y hombres libres. El Agachado era integrante de ese grupo social maltratado e insatisfecho.
En el libro Nº 1 de bautismos, folio Nº 179 del registro eclesiástico de la parroquia Nuestra Señora del Buen Consejo (Aragua), se registró el bautismo de José Jesús González, nacido en El Consejo el 19 de marzo de 1820, hijo de María Josefa, esclava de Juana de Dios Cornejo y de Carmen Cornejo. Fue bautizado por el sacerdote Juan Félix de Castro, sacerdote de la causa patriota, el 23 de marzo de 1820. Siendo su madrina Isidora Cornejo. Estas Cornejo habían arrendado la hacienda de Don Antonio González con todas sus pertenencias y esclavos.
José de Jesús González nace en tiempos de la guerra de independencia. Muchas haciendas fueron saqueadas, desde su alumbramiento llevaba impreso el sello del malestar y creció con la semilla de luchas libertarias para que su pueblo no fuese más oprimido por la oligarquía de la época. Cuando en 1846 Antonio Leocadio Guzmán llega a El Consejo, el recibimiento fue apoteósico en El Buen Consejo del Mamón, la población se concentró con banderas y consignas, había música desde un confín a otro de la aldea. Guzmán alimentaba la esperanza en esclavos, peones y campesinos. En esa multitud estaba José de Jesús González un joven levantisco de unos 26 años, indomable y descontento por el maltrato que recibían las clases desposeídas. Compra las ideas liberales y se entrega al trajinar duro por la libertad.
Jefe guerrillero, sirvió con Ezequiel Zamora y Francisco Rancel como teniente. Su remoquete de El Agachado fue por recomendar a sus tropas que marcharan sigilosamente “agachaditos, agachaditos”. Vuelve a tomar armas a raíz de la revolución de marzo de 1858. Junto con los generales Zoilo Medrano y Donato Rodríguez Silva.
Lucha con las guerrillas federalistas en Carabobo y Guárico. En un mismo año participó en los combates de Las Mulas, 14 de abril, La Ceiba, 6 de julio, y La Lajita, 20 del mismo mes, contra los comandantes Narciso Callano, Eugenio Sandoval y Pedro Estanislao Ramos.
En 1859 fue herido mortalmente cerca de Tiznado, Guárico, por las fuerzas del general Calos Zerpa, fue rematado a sablazos mientras seguía peleando, falleciendo el 19 de febrero. Pero antes se llevó por delante a tiros al oficial enemigo Carlos Zerpa. El cadáver, atado con bejucos de pies y manos, fue llevado al cementerio de San Francisco de Tiznado, hoy bajo las tranquilas aguas de la represa de Tiznado, donde su compañero de lucha Zoilo Medrano colocó sobre su tumba una cruz.
El general Ezequiel Zamora, en el expediente que le abrió la oligarquía villacurana, al ser capturado en la sierra del sur de Platillón, refiere que sirvió a sus órdenes desde 1846. Se le consideraba un guerrillero habilidísimo, astuto y conocedor de la sierra.
El General Joaquín Crespo el 8 de marzo de 1897 solicitó del senado un acuerdo para trasladar al Panteón Nacional, los restos de los generales federalista, compañeros suyos, Donato Rodríguez Silva, Zoilo Medrano y José de Jesús González El Agachado. Expedido el acuerdo el 10 de marzo, los restos se depositaron en el Panteón señalándose con tres columnas de mármol.
Pretende este trabajo de investigación llegar a la materia prima del país: los jóvenes, para que sigan desde su trinchera en la democratización de la conciencia histórica venezolana.
Qué este prócer de la Federación no siga sumergido en el silencio. Qué en las escuelas, liceos y universidades se discuta, se investigue a mayor profundidad. Qué los consejeños, revenguistas avancen confiados porque tenemos sangre de guerreros patriotas y civiles que nos llenan de orgullo por su valentía en defender la libertad.
Solicito a las autoridades municipales con humildad, a través de este trabajo, que se le dé sitial especial a este prócer del que se cumplen 200 años de su natalicio, bien sea con la creación de una plaza epónima, una orden que honre a los consejeños, una calle que lleve su nombre, una efigie a la entrada de la población que honre la memoria de quien luchó hasta la muerte por las clases desposeídas.