El agobio de los venezolanos, por Stalin González

Miedo: esa es la emoción que define el día a día de los venezolanos. Un miedo profundo causado por la situación económica del país. Los precios cambian de la noche a la mañana, el bolívar se devalúa sin freno y los salarios no alcanzan ni para cubrir lo básico. Se ha instalado una sensación de vacío, de que nada tiene valor, de que cualquier esfuerzo se desvanece frente a la inflación desbordada.
La economía venezolana vive en una espiral perversa, donde la inflación alimenta la incertidumbre, la incertidumbre multiplica los precios y la confianza desaparece. Es una bola de nieve que no se detiene, que rueda cuesta abajo y arrasa con todos nosotros a su paso.
Los venezolanos no solo pagamos el costo de los productos, pagamos el precio del estrés, de la angustia, de la desesperanza. La pérdida del poder adquisitivo ha venido acompañada de la interminable pérdida de calidad de vida, de salud, de estabilidad emocional.
Muchos trabajadores enfrentan jornadas extenuantes para percibir ingresos que se desvanecen en cuestión de días. La gente sobrevive con creatividad, trueques, remesas o trabajos informales, pero no vive. Y esa diferencia entre sobrevivir y vivir es lo que marca la profundidad del daño.
A pocos meses de culminar el año, la preocupación generalizada es inevitable: ¿qué tipo de Navidad tendremos bajo este escenario? ¿Cómo puede haber celebración en un país donde la mesa vacía y la nostalgia por los familiares ausentes se han vuelto símbolos recurrentes? Las familias están fragmentadas, muchos hijos se fueron, muchos abuelos quedaron solos. Lo que debería ser tiempo de esperanza y unión se convierte en un recordatorio de lo que la crisis nos ha arrebatado. En medio del silencio, el descontento crece, invisible pero constante, como una olla de presión que acumula años de frustración y agotamiento. Y el régimen lo sabe, pero no hace nada por enmendar el rumbo.
Por eso, el debate nacional debe centrarse en lo esencial: la recuperación económica y social de Venezuela. No hay discurso político ni eslogan que sustituya el valor de un salario digno. Necesitamos políticas que incentiven la producción nacional, que devuelvan confianza a los ciudadanos, que atraigan inversión y permitan generar empleo real.
El país requiere estabilidad fiscal y monetaria, un sistema cambiario transparente y una política salarial coherente. Urge detener la inflación mediante una gestión responsable del gasto público y el fortalecimiento de la producción interna. Sin industria, sin agricultura, sin confianza.
No se trata de simples medidas técnicas, hablamos de una visión de país. De entender que sin bienestar no hay tejido social, y que sin estabilidad económica no hay futuro. Los venezolanos merecemos un gobierno que escuche, que planifique, que corrija. Un liderazgo que reconozca la magnitud de la crisis y actúe con responsabilidad.
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La recuperación no será fácil ni rápida, pero es posible. Venezuela tiene los recursos, el talento y la voluntad de su gente. Lo que falta es la sensatez política para entender que el país no puede seguir caminando sobre la cuerda floja. La estabilidad no se decreta, se construye. Basta de vivir con miedo, basta de la incertidumbre, basta de sobrevivir en condiciones de miseria. Venezuela y los venezolanos merecemos una mejor vida.
Stalin González es político, abogado y dirigente nacional del partido Un Nuevo Tiempo
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