El agotamiento de los liderazgos y la nueva unidad nacional, por Wilfredo Velásquez
Twitter: @wilvelasquez
En medio de la dualidad crónica que sufrimos los venezolanos, los dos gobiernos que desgobiernan el país celebraron separada y casi simultáneamente sus Navidades electorales.
El régimen acompañado de sus colaboradores extragobierno, organizó su carnaval electoral, eligieron de mutuo acuerdo los payasos de la comparsa para dirigir el CNE, organizaron la caravana de la mesita y las comparsas masista y la de los periféricos que quisieron diferenciarse del polo patriótico en infantil gesto de rebeldía —parecido al del niño que amenaza a los padres con irse de casa y que no se atreve a avanzar más allá de la primera esquina— para regresar meloso a los brazos de sus progenitores.
Por otro lado, el interino intentó montar un acto de carácter refrendario que avalara su intención de extender el interinato y después de las fuertes críticas que recibió, terminó cediéndolo a la sociedad civil, a cambio de sacrificar la pregunta refrendaria; sin embargo, pretende capitalizar los resultados de la consulta popular para persistir en su inestable continuidad interina.
En cuanto a la carnestolenda feria electoral —donde pareciera que ni los candidatos acudieron a votar— fue un acto que, según el decir de la primerísima, fue tan rápido y eficaz que ni siquiera se pudieron ver los raudos y veloces votantes que, como una exhalación revolucionaria, llenaron las urnas con papeletas a favor del régimen.
Los “resultados” favorecieron de tal manera y tan ampliamente a los candidatos oficiales que el régimen se permitió la generosidad de recomponer las listas para consolar a algunos aliados, que ni siquiera prevalidos del fraude pudieron obtener la votación requerida.
La Consulta Popular revestida de una obstinada legalidad y transparencia logró resultados parecidos a los de julio de 2017, aunque llama la atención la distribución de los votantes, donde se observa el alto porcentaje de participación electrónica en el exterior debido a que resulta más fácil disponer de un dispositivo electrónico y de los servicios de internet en el resto del mundo que en el país.
Todo tiempo llega. En el caso de la farsa electoral montada por el régimen, esta resulta un paso más en el plan montado por los estrategas externos del chavismo con el propósito de recuperar la Asamblea Nacional, debilitar a la oposición y acabar con el interinato.
Se adjudicaron los resultados que quisieron y ahora pueden desechar la ANC y centrar sus esfuerzos en la AN, para avanzar en la construcción del socialismo, cuyo próximo nivel es la instauración de la sociedad comunal, con esto quiero señalar que el régimen avanza firme en su propósito, mientras que la improvisada Consulta Popular pese a sus excelentes resultados como indicador del nivel de rechazo de la dictadura y de la disposición democrática de los venezolanos, no es más que un recurso desesperado de una oposición que lucía y luce desorientada, dividida y enfrentada por las ambiciones de sus integrantes.
En tal sentido se presentan varios bandos opositores, cuyas estrategias dependen más de los esfuerzos de sus líderes por diferenciarse de los otros que de las intenciones de liberar al país de la opresión.
Prueba de ello es que, independientemente de las posturas individuales, perfectamente pudieron convocar y participar de la consulta del 12D sin que esto afectara “las sabias y acertadas propuestas estratégicas” de María Corina Machado, de Capriles o de Antonio Ledezma.
Creo que los operadores visibles de la consulta, que ahora hablan a nombre de la sociedad civil, deben centrar su esfuerzo en hacer valer internacionalmente el clamor expresado por un país secuestrado, pero creo también que deben hacer esfuerzos por construir la nueva unidad nacional que sustente el pedido de ayuda que motivó dicha consulta.
Es necesario reconocer el agotamiento de los liderazgos que, marcados por sus ambiciones presidenciales y el inmediatismo, terminaron contribuyendo al mantenimiento del régimen.
El liderazgo representado por María Corina Machado apunta tercamente hacia su candidatura presidencial, en ese afán niega y descalifica todos los esfuerzos realizados por el resto de la oposición, su ejercicio de la política resta efectividad a los esfuerzos por salir del régimen, María Corina no suma, solo divide.
Henrique Capriles agotó sus oportunidades para dirigir el país e intenta reinventarse, con insólitas posiciones que por ambiguas crean dudas respecto a su posición ante el régimen, lo que le resta credibilidad para terminar debilitando la unidad y favoreciendo al chavismo.
Leopoldo López, a quien un amigo historiador llama el «prócer redivivo», se cree histórica y genéticamente predestinado para dirigir el país. Puede pasar desde una absurda gesta militar hasta a plantear la convivencia con el régimen si cree que eso ayuda a la realización de sus ambiciones. Por supuesto, estas acciones terminan siempre favoreciendo la permanencia del régimen.
Juan Guaidó, el estudiante que encontró su nicho de militancia en la organización que Leopoldo López creó llevándose un pedazo de Primero Justicia como producto de su rivalidad con Capriles, pasó de ser un joven rebelde a presidente interino, sin romper el cordón umbilical con Leopoldo, quien en su descaro lo ve y usa como un subordinado.
El joven presidente interino no parece dispuesto a alargarse los pantalones, su lealtad con el máximo dirigente de su partido termina siendo más importante que su compromiso con el país. Por eso lo hemos visto tomando decisiones que favorecen más las ambiciones de Leopoldo López que a la necesidad de salir del régimen. No debe extrañarnos si en esta relación de obediencia ciega, termina dejando que sea su jefe quien ejerza las funciones de canciller del gobierno interino y empiece a realizar los enroques a que nos tiene acostumbrado el gobierno de Miraflores.
El otro presidenciable, de ambiciones menos visible, quien por llanero y adeco resulta astuto y taimado, es Antonio Ledezma, quien, a la vieja usanza adeca, espera acechante la oportunidad que sus viejos dirigentes le escamotearon, primero Alfaro Ucero y después Ramos Allup.
De Ledezma conocemos su radical posición ante el régimen y su valentía para enfrentarlo, virtudes que desgraciadamente se ven disminuidas cuando tiene que tomar decisiones que apoyen las propuestas de sus rivales. Cuando se planteó el cese de la usurpación, como estrategia lo asumió resignado, pero efectivamente no aportó nada para impulsarla.
Usualmente tener objetivos comunes une y fortalece las organizaciones, sin embargo, en el caso que nos ocupa, perseguir todos el mismo propósito les hace olvidar el bien común, porque termina siendo más importante el objetivo personal de cada uno de estos dirigentes que el esfuerzo que se requiere para recuperar la democracia.
Para el ciudadano que sufre en carne propia la dictadura, pareciera que las ambiciones presidenciales son lo único que tienen en común los líderes políticos que han dirigido la oposición.
El valor y los riesgos que han corrido estos dirigentes por la libertad de Venezuela no son desestimables, deben apreciarse en su exacta magnitud, pero también es necesario resaltar que sus ambiciones terminan mediatizando dichos esfuerzos y agotando sus liderazgos para esta etapa de la confrontación con el régimen. No debe extrañarnos, si nos enteramos, de las negociaciones de algunos de ellos, en territorio colombiano, con los personeros del régimen.
En estos momentos y por largo tiempo la carrera presidencial tiene que posponerse, por eso el llamado a los representantes de la sociedad civil agrupados en el equipo de la consulta, para que aprovechen la oportunidad para intentar construir la nueva unidad nacional en torno a algunos liderazgos nacionales que no se vean tan contaminados de presidencialismo, como pudieran ser Juan Pablo Guanipa y Américo De Gracia, algunos comunicadores sociales conocedores del entramado militar y de clara vocación política, los partidos políticos de oposición que no hayan demostrado vínculos con el régimen, las universidades autónomas, los gremios, las ONG vinculadas al trabajo social y a la defensa de los derechos humanos, los estudiantes y, de manera preponderante, la sociedad civil.
Wilfredo Velásquez es poeta.
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