El asunto democrático como sospecha, Luis Ernesto Aparicio M.
Twitter: @aparicioluis
Hace algunos días, uno de los comisarios apoderados –a fuerza y trampa– del poder en Venezuela, anunciaba que había algo sospechoso en ciertas Organizaciones no Gubernamentales que hacen vida en este país. A decir verdad, el cuento o narrativa que ese individuo intenta posicionar, por intermedio de su muy escaso discurso y show panfletario, es que la existencia de ese tipo de organizaciones trabajando es muy peligroso para algo o alguien, sobre todo para ellos.
La historia de las ONG en Venezuela se encuentra llena de mucha labor en beneficio de la gente, sobre todo de aquella que ha vivido –y vive aun– fuera del alcance de las responsabilidades de este gobierno e incluso de los anteriores. Más allá de sus orígenes, por allá por los años del fin de la Segunda Guerra Mundial y el nacimiento de la Organizaciones de Naciones Unidas, estas estructuras son el instrumento con mayor garantía para que muchos de los recursos internacionales tengan el uso indicado. Incluso, si se trata de asuntos de organización y movilización.
Es muy amplia la cobertura de las organizaciones sin fines de lucro, como también se les conoce por su característica muy particular de no generar ingresos a través de sus actividades. Las más relevantes están a la vista y son aquellas dedicadas al medio ambiente, a la salud, al fortalecimiento de las estructuras de participación ciudadana, al desarrollo de las comunidades por intermedio de la capacitación y dos de las que más temor inspira a los gobiernos autoritarios: la defensa de los derechos humanos y la movilización y defensa comunitaria.
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Los dictadores y populistas, enemigos de la libertad humana por antonomasia, en las primeras de cambio suelen mirar a las organizaciones no gubernamentales como aquellas estructuras capaces de sustituirles, contabilizar y acusarles de sus tantas violaciones. Cuando las ONG trabajan para la promoción del cambio social o político –lo que es parte integral de la defensa de los derechos de la gente–, los autócratas se activan al estilo de Hugo Chávez en 2010 o Daniel Ortega en la actual Nicaragua –y ahora los bufones de turno– que no es más que ahogar sus fuentes de ingresos.
En 2010, el fallecido Hugo Chávez inició la cacería en contra de las ONG venezolanas, cuando estás comenzaban a denunciar y contabilizar las numerosas violaciones de los derechos fundamentales de los venezolanos, incluyendo el derecho a la propiedad privada. En ese momento, el padre de la dictadura lanzaba una ley –muy vaga– que llamó ley de defensa de la soberanía, con el intento de frenar la organización, capacitación y denuncias en cifras para hacerlas públicas.
Como en aquel entonces, en este momento, la idea principal sigue centrada en mantener los niveles de opacidad sobre las estadísticas que desde el gobierno se ofrecen y de esa manera evitar que los ciudadanos puedan organizarse y sobre todo descubrir las mentiras que, tanto Nicolás Maduro, como el resto de sus secuaces pregonan e intentan vender.
Abrir el conocimiento, que la gente sepa cómo organizarse, cómo construir su futuro o que algún gobernante local –afecto a ellos o no– conozca cómo manejar una gestión que sea de beneficio para los habitantes de su región o comunidad, es un riesgo por el que no quiere, bajo ningún concepto, transitar el gobierno de los autócratas. La ignorancia es la mejor arma para ellos, de allí el enfoque amenazante que le imprime ese presentador de espectáculo de pacotilla.
La experiencia, al menos en Venezuela, con el trabajo de las ONG, como lo señalábamos, es muy enriquecedora. Son muchas las comunidades que han visto resuelto su problema de servicios básicos, gracias a la intervención de las organizaciones no gubernamentales. Ellas, sin duda alguna, han cambiado la vida a cientos, que, a cientos, a miles de venezolanos que no conocen a los gobiernos más allá de las campañas electorales.
No obstante, y esto es otra información más para los secuaces de la banda que ostenta el poder en Venezuela, para que las ONG continúen ejerciendo la conocida influencia sobre los asuntos mundiales, y en nuestro caso: locales, ellas necesitan de recursos económicos y también materiales. Y justamente, gobiernos antidemocráticos como el que ellos representan no son capaces, ni tendrán la voluntad, de aportar, pues deben acudir a los que se encuentran disponibles en el exterior.
La existencia y el trabajo que realizan las ONG, forman parte de todo lo relacionado con la democracia. Desde ellas, también se edifica y consolida los principales valores que la conforman. A razón: la libertad, la justicia y la equidad, forman parte de los objetivos que se intenta alcanzar desde estas organizaciones. Sin embargo, para los autócratas de Venezuela y el mundo, que ellas sobrevivan en medio de la persecución y la asfixia financiera, más que un logro, es una sospecha más sobre ella.
Luis Ernesto Aparicio M. es periodista, exjefe de Prensa de la MUD
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