El aterrador silencio sobre los trastornos mentales en Venezuela, por Beltrán Vallejo
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Con estas escasas líneas quiero darles voz a los que menos tienen voz en este país. Con eso me refiero a las personas que sufren algún tipo de trastorno mental o patología mental en esta sociedad inhumana, y que es una población que transita el infierno bien oscuro de sus padecimientos.
Este tipo de personas sufridas, que no encuentran calidad de vida en esta sociedad que los ha olvidado y los ningunea, ahora con el covid-19. Sus lamentables realidades han caído por un precipicio sin fondo. Pido para esos venezolanos, de la manera más desgarradora, clemencia.
Si los que dicen tener o aparentar cierta normalidad en su funcionamiento psicológico o mental están sufriendo baches, crisis nerviosas, depresivas y trastornos de diversas índoles, ¿entonces, qué será de esos que llevan a cuestas diversas psicopatologías? La mayoría de los venezolanos están en estos momentos rondando el infierno de la inestabilidad mental, psicológica y emocional por la angustia, la ansiedad y la depresión ante este presente en ascua y ante el futuro incierto.
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Los enfermos mentales, en su grandísima mayoría, deambulan en el escombro del sistema de salud pública, donde de 48 hospitales psiquiátricos que hay en el país solo medio funcionan dos, y los demás 45 están entre arruinados y definitivamente cerrados. Van para casi 20 años que no se ha escuchado a algún ministro de Salud hablar de este tipo de enfermos y la estrategia para atenderlos. ¿Qué cifras oficiales hay sobre estos pacientes? Por supuesto que como lo demás del régimen, la opacidad, la oscuridad, el silencio y la nada impera sobre esos números para indudablemente no evidenciar un fracaso monumental.
En lo que concierne a la escasez y precio de los medicamentos, la tortura es como la que aplicaban los inquisidores a los que denominaban brujas o brujos en la Edad Media, pues el costo de ellos no es apta para el 98 % de los venezolanos. Hasta para los que tienen algún ingreso en dólares las medicinas antipsicóticas y ansiolíticas son inalcanzables.
La gran mayoría de estos pacientes están abandonados en los hospitales psiquiátricos que quedan, otros están en sus hogares con sus familiares arrinconados por las limitaciones y hacen lo que pueden para atenderlos sin ninguna esperanza, y otros son los que vemos deambulando por las calles en su mundo de estrellas aplastadas y hablando con la nada. Se trata de una gran cantidad de seres humanos a la deriva en este país de tantas calamidades.
Yo estoy en primera línea de combate con un familiar y también arrinconado por mis limitaciones, y por eso hablo con la contundencia de mi realidad que es la realidad de muchos, muchísimos. Por eso hago este llamado de auxilio para todos estos hermanos de la vida que llevan la cruz de una mente alterada y disociada en su funcionamiento, y que están en el contexto más desfavorable que se pueda imaginar con una crisis económica y social colosal, con un confinamiento insano por el coronavirus y con unos organismos de salud en escombros y copados de indolencia, ineficacia y corrupción. En el país de Maduro no hay planes, programas, proyectos y recursos para estos hombres y mujeres que padecen alguna enfermedad mental.
Sociedad civil y comunidad internacional, puntualicen también este aspecto del drama del venezolano. Vengan por estos enfermos que recorren desamparados su laberinto. Vengan para mostrar, aunque sea alguna luz al final del túnel. Ellos son venezolanos que también merecen el foco de atención internacional porque aquí para ellos hay mucha oscuridad
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