El ave fénix del vinilo extiende sus alas en Caracas
El vinilo resurge también en Venezuela a partir del trabajo de coleccionistas y entusiastas que han mantenido vivo el intercambio de ejemplares, a pesar de la casi desaparición de tiendas musicales en el país. En Caracas, un nuevo espacio cultural abre sus puertas con el foco puesto en la venta e investigación de discos de pasta
Fotos: cortesía de El Marchante
Entre los cambios más notorios del mundo del disco contemporáneo está el resurgir del vinilo como formato deseado. Hace dos décadas parecía impensable que los discos de pasta volvieran a tener protagonismo. Eran tiempos del dominio absoluto del disco compacto, con su sonido digital imbatible, de reediciones, de quemaítos. Y también de desechar aquellos sobres de cartón con el gran círculo negro que muchas veces no había ni dónde escuchar en las casas.
Entonces los coleccionistas se mantuvieron allí, atesorando sus joyas, ampliando catálogos, recopilando lo que otros incluso desechaban. La Internet hizo de la música un producto de descargas primero y de streaming después, intangible, comprimido. Mientras tanto, una especie corría con cada vez mayor fuerza: el sonido más fiel de una grabación está en los discos de vinilo.
Aunque es una afirmación debatible, y que hay quienes se han encargado de disputarla abiertamente, aquella noción se sumó a otros factores como la existencia de colecciones, artistas y grabaciones «perdidas» que nunca llegaron a las plataformas digitales, y el kitsch por manipular objetos de culto.
Ya hace una década las ventas globales de discos de pasta crecía aceleradamente, mientras la de los CDs se estancaba. Una tendencia que fue notada por el mercado pero también por las disqueras y artistas. Así, comenzamos a ver publicaciones de álbumes nuevos de artistas contemporáneos en el formato de las 33 rpm. En 2020, y por primera vez en 34 años, las ventas de vinilos superó a la de discos compactos en Estados Unidos.
En mercados donde habían sobrevivido tiendas de nicho, los comercios más grandes volvieron a ampliar su oferta de discos de pasta hasta convertirse en principal atractivo. Y hasta la televisión norteamericana hizo el cambiazo cuando los presentadores, como de late night shows, por ejemplo, dejaron de mostrar CDs para enseñar cartulinas con portadas de las publicaciones digitales y ahora sacan su tremenda carátula cuadrada de 32 centímetros de ancho con un vinilo adentro.
En Venezuela la situación siempre es distinta. Primero, por ser un país donde el mercado musical prácticamente dejó de existir -entre muchas otras cosas por las consecuencias del control de cambio y la crisis económica acumulada-; y segundo porque el poder adquisitivo aún es precario para dedicarlo al entretenimiento, ni hablar del coleccionismo.
Pero sí se ha comenzado a ver un mercado de música de segunda mano donde los longplay son protagonistas. Ferias de venta e intercambio de ejemplares (como las que aún se realizan en el Eje del Buen Vivir en la plaza de los museos o en la Librería Alejandría del Paseo Las Mercedes), entusiastas del formato como Dealer, DJs que muestran sus colecciones privilegiadas, álbumes dejados en herencias por muerte o migración de sus propietarios, coleccionistas que llevan décadas sumando títulos más para la colección que para el comercio como Vicente Corostola (que también vende, con un catálogo de unos 3.500 actualmente en Mercado Libre que no deja de subir), y técnicos que sacan provecho de ser los últimos mohicanos que saben reparar agujas, platos y demás equipos analógicos. A ello se les suman aquellos que se acercan a ese mundo por anotarse en una moda, por «modernos», por lo cool del asunto.
En Caracas un nuevo espacio cultural ha abierto sus puertas como pináculo de esta movida. El Marchante es un proyecto creado por Osmar Romero, residenciado en California, y Manuel Díaz desde la capital venezolana. Comenzaron hace seis años haciendo comercio virtual y desde entonces han evolucionado hasta inaugurar un espacio físico en San Bernardino (frente al Hospital de Clínicas Caracas) lleno de ejemplares, de música «física», reunidos durante estos años.
«Uno de los mejores puentes para reencontrarnos con nuestra identidad, tanto las personas que están en Venezuela como las que no, es la música. El disco de vinilo en este sentido nos permite ver el país que somos y que se mantiene latente dentro de cada uno de nosotros», dice Osmar Romero en nota de prensa enviada a medios
Entrar en El Marchante es tener la oportunidad de ver publicaciones recientes, como de Taylor Swift, Olivia Rodrigo o Rosalía, pero especialmente de material de archivo: discos de distintas décadas, orígenes, idiomas, géneros, artistas. Un espacio con miles de ejemplares de todo tipo dispuestos para ser descubiertos, tanto por el catálogo que tienen como por la sección de Diggin’, donde rebuscar es la clave.
Además, es posible hallar material que refleja la cultura pop venezolana y latinoamericana y también aprovechar los platos dispuestos para ir escuchando lo que aparece entre las estanterías.
La inauguración ocurrida el sábado 16 de julio de 2022 se completó con un conversatorio sobre investigación musical y una fiesta que puso a mover a los cuerpos presentes a ritmo de géneros cambiantes, globales, pero especialmente muy caribeños salidos justamente de las mesas donde daban vuelta los «acetatos» de otra época, con piezas que ningún Shazzam podría descubrir.
La tienda abre de jueves a sábado y se recomienda agendar citas. Allí nos volveremos a ver, porque el disco es cultura.