El barbarazo: Chávez se quiere comer las reservas, por Teodoro Petkoff
La última ocurrencia del Presidente no puede ser calificada sino de disparate. O como acto extremo de irresponsabilidad —a menos que lo haya sido de mayúscula ignorancia. Eso de pedir al Banco Central de Venezuela (BCV) que le entregue “un millardito” de dólares de las reservas internacionales para unos supuestos planes agropecuarios, coloca a Chávez a la altura de Abdalá Bucaram. Pero no nos engañemos, se trata de un acto calculado.
Contando con el escaso conocimiento del ciudadano común en torno a los intríngulis financieros, Chávez quiere cazar una pelea en la cual nuevamente se presenta como el defensor de los humildes, enfrentando a unos “banqueros insensibles”, que le niegan la plata al “pueblo”. Pura falacia electorera. Es necesario desmontar ese acto supremo de demagogia, porque más de un incauto puede creer que Chávez tiene razón, “porque si los dólares son de la nación, ¿por qué no los va a poder utilizar el gobierno?”.
Por mandato constitucional, el BCV tiene entre sus atribuciones la de “administrar las reservas internacionales”. El patrimonio del BCV, del cual forman parte aquellas reservas, está separado del de la República. Por lo tanto no puede el gobierno apropiarse de ninguna porción de los activos del BCV. Cuando el gobierno requiere dólares del BCV está obligado a pagarlos en bolívares, es decir, a comprarlos.
Pero el BCV no puede, de acuerdo al artículo 320 de la Constitución, “convalidar o financiar políticas fiscales deficitarias”. En otras palabras, el BCV no puede prestar plata al gobierno. La Ley del BCV también se lo prohíbe. En el artículo 26, numeral 1, se desarrolla la norma constitucional antes citada y en el 2 se prohíbe al BCV otorgar créditos directos al gobierno. Para colmo, lo que Chávez quiere es que el BCV le entregue dólares sin que medie su pago en bolívares, o sea, que le dé un crédito en dólares. Eso es imposible y podría imaginarse el caos que causaría en la economía en su conjunto y en particular en la política cambiaria y en los tenedores de deuda pública venezolana, la percepción de que el gobierno, sobre todo uno manirroto y despilfarrador como este, puede meterle mano a las reservas internacionales.
La tasa de cambio, con todo y controles, se va al carajo en un dos por tres y el riesgo-país también.
Por otra parte, el Banco Central “no estará subordinado a directivas del Poder Ejecutivo” (artículo 320 de la Bicha), de modo que mal puede Chávez dictarle normas acerca de cómo manejar su política. El BCV (artículo 318 de la Bicha) es “persona jurídica de derecho público con autonomía para la formulación y el ejercicio de las políticas de su competencia”, entre las cuales está, ya se dijo, la de “administrar las reservas internacionales”, protegiéndolas de la voracidad fiscal de los gobiernos.
Ahora bien, estamos hablando de la Constitución de 1999 y de la Ley del Banco Central de Venezuela aprobada por el chavismo en la Asamblea Nacional. Es decir de “su” Constitución y de “su” ley. El punto crucial, sin embargo, no es que el “pobre Presidente” quiere un dinero para favorecer al campo y enfrenta a unos banqueros de corazón peludo que se lo niegan, sino que un gobierno que ha tenido –y despilfarrado– los más altos ingresos petroleros de la historia, que ha endeudado bárbaramente al país para también despilfarrar esa plata, se encuentra ahora con un hueco enorme en el presupuesto, no le alcanzan los recursos, y pretende saquear hasta las alcancías de los niños para financiar sus planes delirantes.
Ese es el punto.