El bastón y la zanahoria, por Aglaya Kinzbruner

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Uno de los piratas más malvados o casi de la historia, Henry Morgan (Gales RU 1635 – Jamaica 1688), saqueó, invadió, quemó, destruyó y demás actividades terribles y tristemente lucrativas también, muchos países del Caribe como Venezuela, Cuba, Santo Domingo, Colombia y Panamá que fue totalmente destruida y tuvo que ser construida otra vez. Mató, torturó, robó, eso sí dándole su parte a la Corona Inglesa y al gobernador de turno de la guarida de donde salía para hacer sus incursiones. La Tortuga (Haití) era un hervidero de piratas pero su principal guarida era Port Royal en Jamaica que antes de ser inglesa era española. En aquel tiempo, su tiempo en verdad, Venezuela no era todavía un país soberano sino una colonia española.
Esa era la razón principal de la anuencia de la Corona inglesa a sus correrías. Y lo premiaron nombrándolo Caballero para que pudiese poner el añorado Sir ante su nombre. Sir Henry Morgan, así como suena. Esa era evidentemente la zanahoria. A pesar de la dieta de zanahoria, murió de cirrosis hepática. ¡Tantas juergas con sus compinches!
Pero como hay leyes del karma que nunca caducan aunque se salten una generación o varias, los espíritus de la justicia eterna le mandaron a la Corona primero a Camilla que se inventó el gran amor de su vida, sacó del juego a la Princesa Diana, la princesa del pueblo, todo para llegar a ser reina y luego a Meghan Markle que no inventó mucho por falta de imaginación. Tan es así que, según Neil Sean, conocido comentarista real británico, ella tiene una frase que siempre repite cuando quiere conquistar un galán como hizo, por ejemplo con Trevor Engelson, su primer marido. Abría bien los ojos, ponía carita de yonofuí y decía: «Eres el centro de mi universo. Sin ti no puedo siquiera respirar». Trevor cayó como una pera madura, solo para ser desechado cuando ya no le sirvió.
El anillo de bodas se lo devolvió por correo. Menos mal que el US Postal Service es excelente ¿Usó las mismas palabras con Harry? Por supuesto, con cara de angelito y todo. Cuando le pidieron que trabajara en viajes y otros deberes de representación real, planeó aceleradamente su salida, acusó a la Corona de haberla tratado con frialdad, racismo y haber insinuado que fuese mentirosa. ¡Horror! Era importante entonces huir de ese frío, inhóspito y denigrante ambiente para ir a llorar en el amplio regazo de Oprah Winfrey y contarle sus penas, sobre todo cómo fue inducida a tener fantasías suicidas. ¡Ella que siempre tuvo mucha salud mental, ni hablar de misericordia, amor y compasión con los demás!
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Con el karma no se juega. Tanto ¡t’a barato, dame dos! Tanto pensar que si uno cierra los ojos las cosas malas no van a suceder. Pensar que un goteadito de autoritarismo no es gran cosa. No sea que nos pase lo de la tortuga y Aquiles. La paradoja de Zenón es válida. ¡Siempre gana la tortuga! Las antiguas virtudes no son una moda, la templanza, el valor, la paciencia, son válidas también. Es por eso que el poema de John Donne es tan hermoso hoy como lo fue en su tiempo.
Ninguna persona es una isla; la muerte de cualquiera me afecta
Porque me encuentro unido a toda la humanidad;
Por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas;
Doblan por ti.
Aglaya Kinzbruner es narradora y cronista venezolana.
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