El béisbol menor está revirtiendo su esencia, por Rafael A. Sanabria M.
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El béisbol es deporte practicado en muchas partes del mundo, que no distingue edad, color, nivel económico, religión o nacionalidad, lo practica todo quien lo desee. En parte porque no requiere costosas canchas para practicarlo, una calle o terreno baldío es suficiente para comenzar con su pasión.
Desde fines del siglo XIX en muchos pueblos de Venezuela se difundió su práctica entre los jóvenes, contribuyendo a fortalecer el trabajo en equipo, los valores, la disciplina, la habilidad física y mental, las estrategias, la pasión por la victoria, la competitividad sana y sobre todo como vía directa para formar un ciudadano íntegro.
En las últimas décadas esta conceptualización ha dado un giro de ciento ochenta grados. Para los gestores del deporte y los jugadores ya no importa constituirse en familia, arraigarse de buenos principios, enaltecer con la palestra noble la disciplina. Ahora, con el mercantilismo del deporte, hay un desmesurado afán por sobresalir a través de los antivalores y conseguir un par de dólares.
Lo sorprendente es que los jóvenes no están viviendo coherentemente cada etapa de desarrollo. Son tantos los entrenadores que han olvidado que el niño tiene un proceso evolutivo, el cual debe cumplir para su vital progreso. Como dice un refrán “del apuro lo que queda es el cansancio”.
La responsabilidad es de los padres y representantes, de los jugadores y de los gestores quienes paulatinamente han sembrado la semilla mercantilista por aquello de “si tú llegas nos beneficiamos todos”. No se preguntan qué clase de ciudadano están construyendo.
El béisbol está llamado a formar un individuo integral, no un hombre codicioso sin más valores que los monetarios. La única codicia que debemos sembrar en el niño es el estudio, el trabajo y los principios, tres premisas que lo harán un hombre exitoso en cualquier aspecto. Si bien hay que entender que no todos los jóvenes van a alcanzar su ingreso a la pelota rentada, pero lo que si puede hacer el béisbol es construir en ellos una mezquita de valores.
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Es claro que la situación país ha hecho que la práctica del deporte haya desmejorado por los altos costos que implica comprar uniformes, pelotas y demás enseres, aunado a esto que se debe cancelar al entrenador, los árbitros y anotador que actúan en los encuentros escenificados. Pero se hace urgente una seria revisión de la operatividad de la práctica beisbolística. Los jóvenes huyen de nuestras ligas para las llamadas academias, las cuales son sumas de progreso, pero que deben estar en sintonía con las autoridades del deporte, pues de lo contrario el acto de hacer béisbol desaparecerá con el tiempo.
Es triste ver como las ansias de riqueza rápida ha desvirtuado los objetivos del béisbol. Lo peor es que han surgido personajes que no cuentan con técnicas, estrategias, habilidades, por ende no poseen ningún tipo de conocimiento, simplemente son unos disfraces que actúan como scouts para conseguir la mesada del día, preñando de falsas ilusiones a centenares de jóvenes y sus padres. Las autoridades del deporte deben convenir con las academias ciertos criterios y perfiles para que en mancomunidad se siga gestando el béisbol como cultura criolla.
Es inaceptable que nuestros muchachos muchas veces no concluyan ni el bachillerato por perseguir el sueño de la pelota profesional y abundan los casos en que no logran nada y se quedan sin béisbol y sin formación académica. Sin duda que la habilidad física debe ir a la par con el desarrollo intelectual.
En la misma línea de ideas nos encontramos con padres humildes que no pueden pagar la mensualidad de la escuela, pero hacen de tripas corazón por conseguir los dólares para que le vean el muchacho en la academia, simplemente minados de esperanzas, pero no se minan de interés por hacer que sus hijos alcancen algún grado. Siempre buscando el atajo más fácil.
El llamado es a la Federación de Béisbol de Venezuela, y a las asociaciones de béisbol de los estados para meterle la lupa a esta situación que está mutilando el verdadero sentido de una práctica centenaria en nuestro país. Basta con darle un vistazo a las ligas de los pueblos y apreciar la disminución de las escuelas y de atletas. Hay lugares otrora florecientes en la formación deportiva, donde la liga sobrevive con dos escuelas y hasta incompletas.
Venezuela tiene talento deportivo, especialmente en las barriadas humildes, donde el joven por carencia de recursos económicos no puede alcanzar el sueño de recorrer las cuatro esquinas. Atención autoridades deportivas, en las zonas muy humildes de los pueblos de Venezuela existe una potencia deportiva, pero necesita de una mano amiga para su desarrollo.
Promoviendo el béisbol para todos también contribuimos con el país.
Rafael Antonio Sanabria Martínez es profesor. Cronista de El Consejo (Aragua).
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