El billar de Petro, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
Ya sería ganancia que el sabor que haya dejado entre los venezolanos la Conferencia Internacional sobre el Proceso Político en Venezuela, realizada en Bogotá a mediados de esta semana, fuera agridulce y no enteramente amargo.
Lo primero significaría mantener viva la expectativa que alimente el empeño de arrancarle a la cúpula gobernante los necesarios espacios de garantías e ir hacia unas elecciones justas y transparentes, el escenario en el que desde hace tiempo el oficialismo es, por mucho, minoría.
Que molestó y hasta irritó en el campo opositor que Gustavo Petro, ese jugador ambicioso y tenaz al que no hay que subestimar ni satanizar, al inicio de la conferencia hiciera descansar por entero la responsabilidad de la diáspora y el hambre de los venezolanos en las sanciones, es verdad. Una falacia, una carantoña al régimen. Pero también tuvo un efecto atenuante que el primer planteamiento de la declaración final fuera «la necesidad de establecer un cronograma electoral». Objetivo mayúsculo.
¿Y qué implica dicho cronograma? La declaración lo dice con prístina claridad: permitir «la celebración de unas elecciones libres, transparentes y con plenas garantías para todos los actores venezolanos». Comenzando por poner fin a la incertidumbre que se abre en la ciudadanía cada vez que Maduro, erigido grotescamente en Poder Electoral, diga: «Las voy a adelantar». Y al otro día el número dos replique: «yo no sé si habrá». Punto final a esa tóxica conducta.
Pero, eso sí, un cronograma revelado con oportunidad, que abra el horizonte temporal para todos, sin espacio para manejos ventajistas —no el acordeón que estiraba y encogía la finada— que sea a la vez el marco de las garantías consagradas dentro de él.
Fue una extremosa sutileza, un andar sobre puntillas, un cuido demasiado exagerado señalar apenas que «se mencionó la importancia de tener en cuenta las recomendaciones de la Misión de Observación Electoral de 2021». Se pudo haber dicho «se coincidió», «se acordó destacar». Pero apenas «se mencionó». Esperamos que no volanderamente.
La Misión de la UE del año 2021 señaló tres deficiencias electorales de marca mayor: «la falta de seguridad jurídica que provocó la inhabilitación arbitraria de candidatos, el (consabido) uso de recursos del Estado en la campaña y el acceso desigual de los candidatos a los medios de comunicación». Lo comunicacional es un embudo que el régimen utiliza a su antojo y del que poco se discute.
Fueron 23 las recomendaciones y, en esencia, terminan apuntando al restablecimiento del Estado de derecho. Porque no de otra cosa se habla cuando se pide que haya independencia de los poderes y que otras instituciones del Estado no invadan competencias que son exclusivas del Poder Electoral, que a veces omite y otras sobreactúa. Un caso concreto el de la Contraloría General, diligente para inhabilitar, pero ciega, sorda y muda ante la corrupción desenfrenada del presente.
Petro juega un billar a varias bandas, y se reserva el taco en la manos, dueño de la iniciativa. Cree poder acercar las bolas sobre un tapete en el que Maduro y Biden están a los extremos, pero sobre el cual —visto está— ya se han movido, aunque fuera por meros intereses económicos. En esa partida la conferencia da entidad, empaque, envergadura, peso y respaldo a la iniciativa.
Difícil pensar que el mensaje que llevó Petro a Biden sea el «todo o nada» que vociferan además de Maduro, Cabello y Jorge Rodríguez. De haber sido así, ni Petro va a Washington ni Biden manda su misión a Bogotá.
Todos estamos más que claros: Maduro y su entorno no quieren cronograma temprano, ni observación internacional ni separación de los poderes ni pluralidad en los medios de comunicación. Y van a batirse ferozmente para ceder mínimamente, con la mirada puesta en los beneficios económicos como retorno y sin riesgo para la detentación del poder ni de condenas internacionales en materia de derechos humanos. Harto difícil, demasiado cuesta arriba.
Tuvo Maduro en la conferencia de Bogotá a sus incondicionales, pero también dos factores de mucho peso como EEUU y la UE. Que por la vía bogotana el tema Venezuela recobre atención internacional no es nada desdeñable y que la oposición democrática venezolana esté presente vale.
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Como en todo juego, en el billar también incide el factor suerte. La necesitamos todos y ojalá no le faltara al osado jugador, paciente y tenaz que es Petro —hoy tratando de superar una crisis en su gabinete— uno de los pocos exguerilleros de izquierda que ha alcanzado la primera posición de mando en su país. Por algo sería.
Gregorio Salazar es periodista. Exsecretario general del SNTP.
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