El boomerang del cerco, por Luis Manuel Esculpi
Autor: Luis Manuel Esculpi | @lmesculpi
Un amigo comentaba que al culminar la Semana Santa el gobierno anunciaría como gran noticia la disminución del número de accidentes en las carreteras, pero que la verdadera causa de esa reducción sería la situación económica y la hiperinflación, que redujo el número de viajeros, y la paralización de los vehículos de transporte por la escasez de repuestos. No a las medidas de prevención o los planes de seguridad que se anuncian siempre por estas fechas.
La semana mayor resultó sumamente noticiosa, aunque no lo fuera así para la mayoría de los medios de comunicación venezolanos, muestra emblemática de cómo opera la censura y la autocensura en nuestro país. Tal fue el caso de la masacre ocurrida en la Comandancia de la Policía de Carabobo, donde murieron sesenta y ocho presos, según la cifra oficial, es así que mientras el diario norteamericano The New York Times le dedicaba su portada a esa horrible tragedia, la televisión europea la reseñaba en sus noticieros, en los medios de nuestro país esa gravísima situación recibió un tratamiento no acorde con la dimensión de lo sucedido. Más grave aun cuando el gobernador de Carabobo-siempre dispuesto a comparecer ante los medios- en esta oportunidad no reaccionó con la rapidez acostumbrada y la ministra para Asuntos Penitenciarios hasta el momento de redactar esta nota no ha dicho ni una palabra al respecto.
Otra noticia que en una situación normal ocuparía lugar destacado fue la información por parte del gobierno de Panamá que se suman a la ya adoptadas por Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea y más recientemente Suiza, al sancionar 55 altos funcionarios del gobierno y 16 empresas anunciando «supervisión financiera reforzada en materia de blanqueo de capitales». Añadiendo que la mayoría de las mencionadas empresas son propiedad de familiares cercanos a la llamada «primera combatiente».
Otro personaje que esta semana apareció en las primeras páginas de unos medios internacionales, fue alguien de suma confianza del Presidente Chávez, su escolta y también tesorero de la nación, circulaba como un secreto a voces (incluso para la cúpula oficialista) que era poseedor de una inmensa fortuna, propietario de bienes inmuebles en los Estados Unidos de Norteamérica y dueño de caballos de paso de los cuales es especialmente aficionado. El Nuevo Herald informó de una «enorme investigación» por lavado de dinero a que estaba siendo sometido Alejandro Andrade.
El gobierno ha instalado un «cerco mediático» que impide la divulgación de denuncias que consideran perjudiciales, los pocos medios independientes que aún persisten son acosados, a los periódicos no les proporciona el papel que ellos monopolizan, los medios radioeléctrico son chantajeados y amenazados con la no renovación de las concesiones. Violan constantemente el derecho a la libertad de expresión y a la información a través de la coerción y la censura. Generando un clima propiciatorio de la autocensura.
Han estrechado cada vez más los espacios democráticos al mismo tiempo que ensanchan los del autoritarismo. Paradójicamente el cerco que se ha propuesto construir en el país le está rebotando a sus dirigentes internacionalmente. Cada vez la cúpula gobernante tiene menos margen de maniobra en la comunidad democrática internacional. Esa comunidad reconoce como Poder Legislativo legítimo a la Asamblea Nacional, mientras que desconoce por ilegítima la Constituyente. Aumentan las sanciones contra altos funcionarios por estar presuntamente involucrados en diferentes delitos, los afectados pretenden hacer creer que tales medidas individuales son contra todo el país.
Es así como el cerco montado contra la sociedad venezolana se les ha revertido internacionalmente a los capitostes del régimen, las posibilidades de viajar y establecer relaciones comerciales con las naciones del mundo democrático se les dificultan. El cerco se ha convertido en un verdadero boomerang